TENGO MI VIDA A MEDIAS.
A medias. Tengo mi vida a medias. Tengo mil cosas a medias. Problemas a medio resolver –o que no he empezado aún a resolverlos-, proyectos a medias, sueños a medias, relaciones a medias. No resuelvo, más bien aplazo. Y no sé por qué. Ya sé que las cosas no se solucionan solas y que hay que afrontarlas aunque sean desagradables, pero aplazo continuamente las decisiones que me parecen complicadas. Y eso me hace llegar al final del día con una gran frustración. Me acuesto reprochándome otro día perdido, la gran cantidad de asuntos pendientes de resolver, y además que me queda un día menos de vida. No afronto las cosas. Dentro de mí habita un irresponsable que se junta con un cobarde y a ellos que se les añade un vago: el trío impecablemente imperfecto. Cada día me dedico nuevos e inútiles reproches que sólo sirven para crear un malestar en mí que me duele mucho pero no lo suficiente –por lo visto- como para obligarme a dar un giro en mi vida –esa que tengo a medias- y otro cambio en mi modo de ser y afrontar los asuntos –esos que tengo a medias-. Mi frustración es grande, no voy a negarlo; de echo, es el principal motivo de enojo conmigo mismo. Me aparecen en el aire, para que las recuerde, esas cosas que he ido descubriendo y predicando relacionadas con esa tan cacareada definición mía de “la única e irrepetible e irrecuperable vida” o con la pavorosa llegada del “Tiempo de los Arrepentimientos”… pero parece que no les hago mucho caso. Para mi desgracia. Soy Juan, no lo he dicho. Perdón. Podría ser Elena o Federico o Sebastián o cualquiera porque me parece –y no sé si esto lo digo como disculpa- que cualquier otra persona se encuentra en una situación similar, que los otros también manejan igual de mal la vida. Ya me he quejado mil veces, pero no sirve para nada, de la falta de un Manual de Instrucciones cuando uno nace. Y me he quejado, con el mismo resultado nulo que otras veces, de que los educadores maleducan, que parece que nos llenan de traumas al mismo tiempo que nos llenan de comida, que no nos enseñan a relacionarnos bien con la soledad, y que no nos preparan para esta tarea continua que es vivir. Sé dos cosas: que lo que escrito es cierto y que la responsabilidad de lo que haga con eso solamente es mía. Sé que puedo –y debo- hacer las modificaciones pertinentes para que las cosas no sigan siendo como son, pero otra vez vuelvo a lo mismo: a culpabilizar al trío endiablado que gobierna lo que debería gobernar yo. Acepto mi responsabilidad que he convertido en irresponsabilidad. Se me repite una y otra vez esto: a medias; que tengo mi vida a medias, mis proyectos a medias, mis decisiones a medias. Parece como si confiara en el milagro imposible de que una mañana me despierte y yo sea distinto o todo sea distinto. Ya sé que eso es imposible y sé que soy yo quien tiene que cambiar y no el mundo. Esta situación, lógicamente, me provoca malestar. Hasta el punto de que hay días que no me atrevo a mirarme en el espejo: me da pavor imaginar la mirada de quien aparecerá reflejado. Me avergonzaré y tal vez no pueda reprimir las ganas de reprochar y mostrar mi Auto-enojo. No sé por dónde empezar. Por el Amor Propio, me dicen mis amigos. ¿Darme amor sin tener una razón para dármelo? porque ese es mi caso. Con este representante de la Inquisición que me habita es imposible salir indemne de cualquier conversación conmigo. Es/soy muy cruel. Y como conozco todos los modos de hacerme daño, cuando quiero hacérmelo lo consigo sin gran esfuerzo. Y lo hago bastante a menudo, porque soy dolorosamente consciente de que lo tengo todo a medias. Y eso quiere decir, también, mi vida a medias, mis sentimientos a medias, mi presente a medias. Te cuento todo esto porque tal vez a ti te pase algo similar y mi mal ejemplo te sirva de algo. Cierra ciclos y comienza y termina tus proyectos, porque es importante y necesario para poder seguir avanzando. Lo escribo para ver si así soy más consciente y comienzo, por fin, a hacer lo que tengo que hacer.
Francisco de Sales