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 30 – EL MAESTRO – EL MAESTRO INTERIOR



Junio 12, 2020, 06:11:45 am
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Desconectado Francisco de Sales

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30 – EL MAESTRO – EL MAESTRO INTERIOR
« en: Junio 12, 2020, 06:11:45 am »
CAPÍTULO  30 – EL MAESTRO – EL MAESTRO INTERIOR

Este es el capítulo 30 de un total de 82 -que se irán publicando- en los que se explicarán los conocimientos necesarios acerca de TODO LO QUE HAY QUE CONOCER PARA HACER BIEN UN PROCESO DE DESARROLLO PERSONAL.


“El hombre sólo puede cumplir su destino si escucha
 la voz de su maestro interior.”
(Dürckheim)

“Alumno y maestro son uno: son las dos caras de la vida.”
(Dürckheim)

“No es un buen maestro quien no ha sido capaz de encontrar la felicidad”.

“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “maestros”, porque uno sólo es vuestro maestro, y vosotros sois todos hermanos.”
(Mateo, 23-8, en una de las muchas traducciones)

“El que no sabe y no sabe que no sabe, es un necio. Déjalo.
El que no sabe, y sabe que no sabe, ha de aprender. Enséñalo.
El que sabe y no sabe que sabe, está dormido. Despiértalo.
El que sabe y sabe que sabe, es un sabio. Escúchalo”.
(Anónimo)

“Un maestro es un camino para hacer el Camino”.

“El profesor enseña, el maestro despierta.
El profesor ofrece conocimiento; el maestro ofrece ignorancia,
 destruye conocimiento y crea experiencia.”
(Tony de Mello)

“Hay que aprender de todas las personas y no sólo de los maestros”.
(Mijal de Zlotchov)

“El maestro no ha de ser sutil ni bonachón;
 debe tener el corazón en una mano y un azuzador en la otra”.


Podemos llamar Maestro a la persona que en algún momento de nuestra vida se hace cargo de mostrarnos, indicarnos, abrirnos los ojos a otra forma de ver, enseñarnos a reflexionar por nuestra cuenta sin hacer nuestro trabajo por nosotros y, muy posiblemente, rompernos amorosamente en pedazos para dejar que nos reconstruyamos después.

Si lo pedimos con fe y con auténtico deseo, van apareciendo diferentes personas que pueden ser llamados Maestros –aunque sea con minúsculas- en nuestras vidas. La primera nos apuntará hacia una rendija por la que entra un poco de luz; la segunda nos acercará un poquito más y nos hará ver un poco de la luz que hay al otro lado; la tercera nos hará ver que junto a la rendija hay una puerta que se puede abrir. Algún día, ese alguien nos ayuda a abrir la puerta y podremos pasar al otro lado.

"Cuando el alumno está preparado, aparece el Maestro", se dice.
Si lo sabemos reconocer, será nuestro guía –siempre desinteresado- en el Camino que hemos emprendido.
Generalmente, no es que sea más sabio que nosotros -aunque sin duda es más  consciente de todo en ese momento-, sino que ha empezado antes y nos lleva un poco de ventaja.
Su misión y su función ha de ser alumbrar, y no deslumbrar.
Tenemos que cuidarnos mucho de no apegarnos a él, cosa que tratará de evitar, porque el tener alguien que dirija todos los pasos puede llevarnos a la comodidad de querer o pedirle que resuelva nuestros asuntos sin aportar nuestro propio esfuerzo. Y así no es como se aprende.
Y además, antes o después desaparecerá.

Si hasta entonces hemos estado atentos, habremos hecho un buen trecho y estaremos en condiciones de seguir por nosotros mismos. Y es mejor que sea así, porque el Camino ha de hacerse en solitario –aunque haya alguien a nuestro lado-, ha de ser introspectivo, y lo único que de verdad nos nutre y nos retorna a nuestro origen es vivir la experiencia del propio auto-descubrimiento.
Y de poco nos sirve si hemos hecho el Camino en brazos de alguien, porque de ese modo no habremos aprendido a caminar.

Si estamos atentos, descubriremos que el mundo y la vida están llenos de Maestros.
Se puede aprender de todas las personas y de todas las cosas: una frase inocente o profunda, un anuncio en televisión, un ocaso, una lágrima o una risa infantil, una palabra amable, una mirada sincera… son tantos los Maestros que nos rodean… es sólo cuestión de mantener la atención vigilante.

Los Maestros no solamente nos enseñan lecciones magistrales, frases célebres o penetrantes, o una sabiduría deslumbrante y muchos conocimientos. En el Camino debemos aprender tanto las cosas más trascendentales como la que son aparentemente más insignificantes, porque nosotros somos lo poco y lo sublime, y necesitamos descubrirnos y desarrollarnos en todos los aspectos que nos puedan acrecentar personal y espiritualmente.

Enseñar es mostrar, demostrar, instruir… no sólo contar o decir.

A la hora de seleccionar Maestro, o ser seleccionado por él, para no ser contaminado habrás de tener cuidado con algunos aspectos:
Que no te transmita, si los tuviera, sus traumas, proyecciones, miedos, complejos... La más grande responsabilidad del Maestro es no transmitir al alumno sus errores o frustraciones.

Debe parecernos –aunque en realidad no lo sea- un poco duro, porque es la única forma de exigir al alumno que dé un paso más.

Debe dejarte buena sensación cuando estés con él.

Nunca debe cobrarte por esa función. Esta es una apreciación muy personal que no es necesario compartir conmigo. Creo que si cobra ya no es un Maestro, sino un maestro, un enseñante, un profesor, un instructor, un profesional de impartir conocimientos.

No debe tratar de imponerte nada. Si te sientes dirigido, o manipulado, te has equivocado de Maestro. Ha de enseñarte a ver por ti mismo lo que él ya está viendo.

No debe despreciar ni hablar mal de otros Maestros u otras religiones.

Debe merecerte total confianza.

Debe dejarte siempre el deseo de querer volver con él.

No será manipulador

Un Maestro no tiene por qué ser un erudito.

Un Maestro te enseña a andar, no te lleva.

El verdadero Maestro sabe bajar al nivel del alumno en vez de esperar a que éste suba al suyo.

El verdadero Maestro no debe mostrar al alumno lo que sabe, sino que debe dejarle que se demuestre a sí mismo que ya lo sabía.


“Alumno y maestro son las dos caras de la misma cosa”, y “Aprender es recordar lo que uno ya sabía”. Con estas dos frases, llegamos a esta idea: ningún “recordatorio” que nos venga de fuera debe pasar directamente a ser aceptado por uno. Ese “lo que sea”, despierta al conocimiento que ya tenemos, y es ese propio conocimiento quien nos cuenta a nosotros mismos “lo que sea”. Y es mejor así. Si recibimos una “enseñanza” exterior, puede que sintamos dudas, o rechazo hacia ella. En cambio, si verificamos previamente que nos pertenece, porque estaba en nuestro interior aunque aletargada, no se produce “rechazo”.


DESDE UN PUNTO DE VISTA MÁS ESPIRITUAL

Cada Maestro vibra en un nivel espiritual al que sólo pueden acceder los que están en el mismo nivel, por eso no todos los Maestros valen para todos los alumnos. Y por eso mismo, a medida que uno va descubriéndose más y más, necesita otro u otros Maestros.


VISTO DE OTRO MODO

En el Camino de Descubrirse siempre hay varios Maestros: el primero puede ser la Vida, quizás Jesucristo, algún pensador oriental, un artículo que nos habla de cosas esotéricas, aquello que contesta a esas dudas que han dormido largamente, etc.
Luego, en algunos casos, uno se encuentra realmente con una persona física con la que se puede hablar y a quien se puede preguntar; alguien que está en su búsqueda desde antes que nosotros y nos puede hablar de su experiencia; alguien con una claridad de actuación o sentimiento que, siempre, nos ayudará a aclararnos.
Hasta llegar a este último, habrán ido apareciendo personas, cada vez con un nivel superior de enseñanza que coincide con un nivel superior de nuestra receptividad hacia lo que nos muestra, en un proceso similar para todos.
Aparece una persona en nuestra vida que nos desvela los primeros misterios, nos ayuda en los primeros pasos, nos muestra una puerta. Luego, desaparece para cumplir la tradición y dejar espacio para el siguiente Maestro, que a su vez estará durante un espacio de tiempo, y así se volverá a repetir el ciclo.
Este Maestro físico, a quien se le ha de preguntar lo se necesite saber, aunque tiene libre voluntad para aceptarlo o no, ha de reunir unas cualidades morales que le autoricen a serlo, puesto que no hay títulos oficiales que le acrediten.
Y puede negarse por cumplimiento de su Libre Albedrío, pero también porque la responsabilidad es enorme. El Maestro no se limita a narrar: habla de sus experiencias, por lo que se le supone un gran equilibrio y autoconocimiento. No tiene por qué ser un erudito, y su función es más la de enseñar a andar que la de llevar de la mano. Él, a su vez, aprende: nada enseña más a un Maestro que un buen alumno.
El alumno, por su parte, no debe aceptar algo “porque sí”; debe sentir lo que se le enseña, lo que aprende, debe cotejarlo en el corazón y no en la cabeza, y no debe limitarse a escuchar: puede discutir si no está de acuerdo y debe tener cuidado de no apegarse al Maestro.

Tony de Mello se preguntaba, “¿para qué se necesita un maestro?... para que haga ver la inutilidad de tener un maestro…”
No estarán de acuerdo con él, en principio, los afortunados que tienen o han tenido un Maestro. Un buen Maestro se encargará de hacer ver quién es el único y verdadero Maestro: Uno Mismo.
Y así llegamos al otro tipo de Maestro sobre el que quería escribir: uno ha de ver a su Ser Interior como su Maestro.

Copio unos párrafos de Karlfried Graf Dürckheim que me parecen  insuperables para hablar de ello:

“El Maestro interior somos nosotros mismos bajo el aspecto potencial hecho consciente de lo que podríamos y deberíamos ser. El Maestro interior en el sentido de aptitud para comprender y reconocer esa potencialidad, exige cierto grado de evolución. Para oír como llamada la voz del maestro  hay que estar presto a ello. Responder a esa llamada exige, no solamente coraje, sino también cierta humildad.

NO SUPONE PRESUNCIÓN RECONOCER AL MAESTRO EN UNO MISMO. HACERLO ASÍ ELEVA, COLMA Y COMPROMETE A LA VEZ: SE PRECISA HUMILDAD PARA ACEPTAR EL PESO DE ESTE COMPROMISO Y DEL CAMINO A RECORRER POR ESTA VÍA.
LA VERDADERA HUMILDAD NO CONSISTE SOLO EN NO QUERER PARECER MÁS DE LO QUE UNO ES. ES TAMBIÉN ACEPTAR SER MÁS DE LO QUE UNO PARECE SER.
HAY UNA FALSA MODESTIA QUE ES, SENCILLAMENTE, MIEDO A LAS RESPONSABILIDADES.
Y ES UN OBSTÁCULO PARA DEJAR EMERGER AL MAESTRO INTERIOR.

Reconocer y aceptar el maestro supone que el despertar del maestro y del alumno se ha producido ya en nosotros y que ambos han despertado al Camino.
Cuando aparece el maestro es como el rugido de un león anunciando un combate a vida o muerte. De este combate no se libra ningún hombre que esté llamado a un plano superior. Ninguno de los llamados puede evitarlo. Es una lucha que promete lo más sublime y que presagia lo más difícil: un verdadero “morir y devenir” (devenir: llegar a ser él mismo), no de una vez por todas, sino como fórmula perpetua del camino.

EL HOMBRE, SÓLO PUEDE CUMPLIR SU DESTINO SI ESCUCHA LA VOZ DE SU MAESTRO INTERIOR.

La trinidad maestro-alumno-camino, es la manera en y a través de la cual toma forma, a pesar de las resistencias y sean cuales fueran las circunstancias, el Ser sobrenatural y absoluto que está más allá del espacio-tiempo. Hacerse cada vez más disponible, es decir, abrirse a la Vida que tiende a manifestarse en el mundo, es la tarea que le está destinada al hombre. Pero para percibir así la vida, para tomar coincidencia de que ésta pugna por manifestarse, y aceptarla como un camino a seguir y como una vocación esencial, hay que haber alcanzado cierto grado de evolución. Entonces será un deber, un privilegio y una misión”.


Hasta aquí algo de lo que habla con respecto al Maestro; con respecto al alumno, dice lo siguiente:

“Y, ¿quién puede llamarse alumno? Sólo aquel que está sumido en una profunda nostalgia, a quien la afiliación le lleva al límite de su resistencia sintiéndose amenazado por la destrucción si no logra encontrar una salida. Sólo el hombre atormentado por una inquietud del corazón que no cederá con nada en tanto que no encuentre lo que le calma. Sólo aquel que, una vez que ha emprendido el Camino, sabe que no puede volverse atrás, estando dispuesto a dejarse llevar allí donde ya no comprende nada, estando dispuesto a pasar por todas las pruebas. El hombre duro consigo mismo, que acepta soltar presa para someter al Ser que quiere emerger en él. Solo aquél en quien lo Absoluto ha tomado posesión, puede soportar todas las dificultades que encuentra en el rudo Camino que le lleva el maestro.”

Ante tal belleza y claridad, no debo sino admirar y callar.


RESUMIENDO

Es de vital importancia la presencia de un Maestro. Al principio quizás no se pueda aspirar a uno físico, pero es en ese momento en el que uno debe instruirse en el arte de aprender de todo: sensibilizarse para que cada cosa sea una enseñanza. Después, rogar a quien sea poder tener la dicha de que uno se presente a nuestra vida, y que sepamos darnos cuenta cuando suceda.


Francisco de Sales


 

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