CÓMO AFECTA NUESTRO ESTADO DE ÁNIMO A LA TOMA DE DECISIONES
por Elena Martinez
Hasta hace no hace muchas décadas, las emociones no eran algo que se tuvieran excesivamente en cuenta a la hora de profundizar y explicar el comportamiento humano. Poco a poco la psicología fue estudiando la enorme importancia que estas sensaciones tenían en nuestra conducta, incluida la toma de decisiones. Desde elegir entre dos marcas de champú en el supermercado, hasta decidir qué trabajos aceptar entre dos ciudades diferentes, las emociones juegan un papel tan importante que muchos son los estudios que se han llevado a cabo al respecto sobre el tema. Hoy, desde psicoactiva, comentamos el papel fundamental que las emociones y estados de ánimo juegan en nuestra capacidad de decidir.
LAS EMOCIONES Y LA TOMA DE DECISIONES
El estado de ánimo y las emociones no solo influyen en los procesos de toma de decisiones sino que a veces los determinan completamente. Aprender cómo funcionamos en estos casos puede ayudarnos a ser más objetivos y prácticos al respecto.
Algunas personas afirman que lo mejor es echar a un lado las emociones a la hora de decidir, para llegar a la conclusión más racional, pero estas sensaciones también son elementos muy importantes a tener en cuenta porque funcionan como impulso necesario para actuar, transmitiendo mensajes de nuestro cuerpo sobre qué queremos y qué no queremos en nuestras vidas. Otras personas, sin embargo defienden que «escuchar al corazón” o al “instinto”, nos llevará a la mejor decisión, lo cual también puede tener implicaciones negativas, como las que veremos a continuación.
ELEMENTOS POSITIVOS QUE APORTAN LAS EMOCIONES
Cuando tomamos decisiones basadas en emociones y no en la racionalización, se dan una serie de diferencias que pueden ser tanto positivas como negativas.
En situaciones de supervivencia en las que hay que reaccionar momentáneamente, las emociones pueden hacer que toma de decisiones sea más rápida que cuando la racionalidad juega un mayor papel. Una emoción como el miedo, hace que nuestra capacidad de actuar sea más reactiva, lo cual puede ser positivo cuando necesitamos actuar rápido en orden a preservar nuestra supervivencia.
Las emociones también son muy positivas cuando las opciones entre las que elegir son muy parecidas. Ayudan a seleccionar lo que el individuo realmente desea con mayor claridad. Además, las emociones pueden hacer que consideremos los sentimientos de los demás y empaticemos con ellos a la hora de tomar decisiones, lo cual a veces puede suponer una contradicción ante el interés propio, pero consigue una mayor solidaridad entre seres humanos.
Cuando existe emoción durante la vivencia de una experiencia, nuestro cerebro procesará y almacenará la información de manera más precisa, consiguiendo que aprendamos más profundamente y podamos tomar decisiones futuras en base a estas experiencias.
CUANDO LAS EMOCIONES NO SON TAN BUENAS ALIADAS
En situaciones más complejas que requieren muchos elementos a considerar, actuar de forma reactiva puede ser contraproducente. Existen situaciones problemáticas que requieren de la reflexión y la consideración de factores muy diversos, ya que las consecuencias de una mala decisión pueden acarrear efectos muy negativos. Son decisiones que suelen ser tomadas más a largo plazo y que requieren de paciencia y una buena observación.
Cuando las emociones son muy intensas e influyen demasiado en la toma de decisiones, esto puede dejar poco lugar a la racionalidad y atraer consecuencias negativas a menudo. Aunque luego tratemos de justificarnos racionalmente, nuestra reflexión ha sido anulada por la magnitud de nuestros sentimientos en un momento dado, dejando poco espacio a la consideración de diversos factores, implicaciones y posibles consecuencias. Es por ello que a la hora de tomar una decisión importante, esperar a estar calmados y más conscientes de estos factores es muy necesario.
EMOCIONES ESPECÍFICAS Y SU IMPACTO A LA HORA DE DECIDIR
Algunas de las emociones más estudiadas en cuanto a sus implicaciones en la toma de decisiones son:
EL MIEDO Y LA INCERTIDUMBRE
El miedo es una emoción intensa que crea una sensación de incertidumbre, de temor ante lo que puede ocurrir. Esto puede llevarnos a reaccionar de forma rápida ante una situación extrema, o bien a dejarnos bloqueados cuando el miedo es permanente y está consolidado. Expresiones como “todo va a salir mal” o “no creo que yo pueda hacer esto” provienen de una sensación de miedo que no nos permite contemplar la situación con racionalidad ni encontrar la valentía necesaria para decidir.
LA IRA Y LA CONFIANZA
Según psicólogos e investigadores como Jennifer Lerner, de la Universidad de Harvard, la ira, al contrario del miedo, crea una sensación de confianza que conlleva una tendencia a cometer mayores riesgos, minimizando la peligrosidad de los mismos. La ira activa a las personas y estas tienden a buscar una consecuencia más intensa e inmediata. Es la emoción que suele clamar ante algo que consideramos injusto, sin embargo puede llegar a simplificar nuestro pensamiento llevándonos a la confusión, más a que a tomar una buena decisión.
LA EXCESIVA POSITIVIDAD
Aunque parezca sorprendente, los sentimientos de felicidad y alegría muy elevados tampoco son grandes aliados a la hora de tomar decisiones. Las emociones positivas ayudan a que tomar decisiones sea algo más rápido, sin embargo, un exceso de positividad parece estar relacionado con una mayor confianza en el atractivo de una decisión, pasando por alto otros mensajes importantes que hablan más sobre la calidad de la decisión.
TRISTEZA Y ESTADO DE ÁNIMO NEGATIVO
Por el contrario, la tristeza no muy excesiva puede conseguir que nuestro pensamiento sea más sistemático. Así, se suele procesar y reflexionar mejor sobre factores que no resultan tan atractivos, analizando mejor las situaciones. Pero de nuevo, una tristeza excesiva lleva a un bloqueo y una rumiación de pensamientos que puede llevar a las personas a la confusión y la inmovilización, tomando decisiones erróneas basadas en el pesimismo más extremo.
Como vemos, las emociones que generalmente son excesivamente intensas, tanto la ira, como la alegría o la tristeza, nos hacen procesar las situaciones y problemas de manera sesgada. Ciertas dosis de emoción son completamente necesarias para activarnos y condicionar nuestra capacidad de decidir según nuestros deseos, pero recuerda, si debes tomar una decisión importante que puede tener consecuencias muy notables a largo plazo, lo mejor es contemplar la situación con calma y tranquilidad, de manera sistemática, para que el proceso no quede empañado por una ráfaga de emociones momentáneas que no nos han permitido estudiar bien la situación.