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 ECUANIMIDAD (upekkh?) Y LA PUERTA DE LA GRAN COMPASIÓN



Julio 08, 2020, 06:01:58 am
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ECUANIMIDAD (upekkh?) Y LA PUERTA DE LA GRAN COMPASIÓN
« en: Julio 08, 2020, 06:01:58 am »
ECUANIMIDAD (upekkh?) Y LA PUERTA DE LA GRAN COMPASIÓN


 “El practicante observa su mente concentrada con ecuanimidad. Cuando observa su mente concentrada con ecuanimidad, la ecuanimidad como factor del despertar aparece. Desarrollándola, la lleva a su plenitud” Sutra Anapanasati “Cuando el factor del Despertar de la ecuanimidad está presente, reconoce, “el factor de la ecuanimidad está en mi”; cuando el factor del Despertar de la ecuanimidad está ausente, reconoce, “el factor de la ecuanimidad no está en mi”; y reconoce como la creación del factor del

Despertar de la ecuanimidad que no existía antes se realiza, y como en su desarrollo llega a su perfección” Sutra Satipattana  Upekkh? es el término en Pali de este factor del despertar. Upekkh? se desarrolla desde la concentración (Sam?dhi) llevada a su plenitud, a su perfección. Es calma concentrada y comprometida. En esto se diferencia de Passaddhi. Es necesario un espíritu concentrado, dirigido al momento presente y comprometido profundamente con la realidad, para que la ecuanimidad, o la “paz en medio de la tormenta”, el equilibrio y la armonía de espíritu aparezca. ….solo en el desarrollo del Samadhi Upekkh? es creado como factor y culmen del despertar.
El monje budista americano Bhikkhu Bodhi escribió:

“El verdadero significado de upekkha es ecuanimidad, no indiferencia ante lo que le pase a los demás. Como virtud espiritual, upekkha significa ecuanimidad frente a las fluctuaciones del devenir mundano. Es armonía mental, es libertad inconmovible de la mente, un estado de equilibrio interior que no es afectado por éxitos o fracasos, ganancia o pérdida, honor o deshonor, alabanzas o críticas, placer o dolor. Upekkha es libertad desde todas las perspectivas de referencia propia; es indiferencia frente a las demandas del ego, por sus apegos al placer y a la posición social, en vez de orientarnos el bienestar de los demás seres humanos. Ecuanimidad es la cima de las cuatro actitudes sociales definidas en los textos budistas como  'moradas divinas': amor sin fronteras, compasión, gozo altruista y ecuanimidad. La última no supera ni niega las anteriores, sino que las perfecciona y consuma”.
 
Upekkh? es el resultado de un Samadhi llevado a la perfección. Significa permanecer en los acontecimientos como si estuviéramos en el ojo del huracán, en el que existe la calma, el equilibrio y la armonía en medio del cambio sin término, de la tormenta de acontecimientos y el continuo movimiento.
Este factor del despertar, presente como característica de todos los budas puede malinterpretarse como indiferencia y alejamiento de los acontecimientos. Esto no es correcto. La imagen anterior es poderosa, pero también implica estar totalmente en medio, sumergido en medio de la realidad, y formando parte no separable de ella, dramáticamente comprometidos pero manteniéndonos estables y en paz. Somos el cambio y el movimiento, somos el continuo devenir, y nuestro espíritu al tiempo está equilibrado, se mantiene no apegado, mora en el hogar definitivo, en medio de la paz completa mora. No ser afectados por ganancias o pérdidas significa saber en su meollo que nada es ganado ni nada es perdido, sino que solo se hace lo que corresponde hacer. Vivir igual, en armonía, tanto si lo perdemos todo como si todo lo ganamos, supone una transformación de la conciencia.
Aun cuando nos hayamos liberado de nuestros apegos, sentimos la expectativa del cambio, aspiramos a cosas buenas, a realizaciones y avances, y esperamos que el cambio permita la obra necesaria. Esto es legitimo, pero agarrarnos a ello puede convertirse de nuevo en un apego espiritual. Por ello nuestro entrenamiento debe llegar al momento en que nos mantengamos en armonía en cualquiera de las situaciones, tanto si se pone en nuestras manos el mayor tesoro del mundo, que nos permite hacer mil obras buenas y asegurar nuestra propia necesidad y la de los nuestros, como si lo perdemos todo y nos encontramos sin tener nada, arrebatados de los bienes de la vida, y despojados de todo poder.
Este equilibrio solo es posible como el culmen de nuestro recorrido. No ser influidos por alabanzas o críticas significa estar desapegados y desidentificado. No hay un ego que hacer crecer o que defender. No hay una individualidad desde la que posicionarse. En profunda calma, observamos la vida en armonía, sin que “el qué dirán” conduzca nuestra pauta de comportamiento.  Somos receptivos a las críticas de los hombres. Con humildad nos preguntamos por la reacción a nuestros actos, pero al tiempo observamos con equilibrio la razón de estas críticas sin que ellas produzcan un levantamiento de defensas que no son necesarias, y sin que la defensa de un ego del que hemos aceptado su irrealidad nos lleve a movernos en función de ellas. Es la combinación de la flexibilidad y sensibilidad ante el flujo que nos relaciona con otros, y al tiempo el desapego radical ante el parloteo enjuiciador de los egos en competencia.
No ser guiados por el placer o el dolor. La personalidad despierta del que ha recorrido el proceso del despertar ha aprendido a mirar en profundidad el dolor, el drama de la vida propia y ajena, y encontrar las raíces del sufrimiento, liberándose del mismo, aunque enfrontando el desequilibrio intrínseco de la realidad con ojos nuevos. La persona ecuánime no persigue neuróticamente sombras, sino que acepta el flujo de la vida tal y como es, sin que las decisiones sean el resultado de huir de situaciones desagradables o de buscar no sufrir, sino que acepta con coraje cualquier sacrificio, disciplina o situación adversa tal y como viene. Su espíritu es como la roca sólida bien enclavada en tierra, que no se conmueve ante el viento o la tormenta.
Así repite con el Buda:

“Alabanza y crítica, ganancia y perdida, placer y sufrimiento van y vienen como el viento, mientras me mantengo descansando feliz como un gran árbol en medio de la tormenta”.

Ecuanimidad significa mantener el equilibrio en medio de los cambios de la vida. El ser despierto es despierto ante el proceso de cambio, ante el continuo devenir de las cosas y los seres, y en medio de ello mantiene la calma y la paz. El ser despierto vive afincado en el flujo del cambio. No es correcto pensar que no participa del cambio, pero fluye con él y no se perturba ante lo que considera normal. Al mirar la realidad de frente, comprender el devenir del flujo, y vive desde la energía y la calma de la acción incesante, no angustiada, no perseguida por las sombras del ego, su ser es un flujo permanente que avanza y cambia en el silencio, con la armonía con la que las estrellas lucen su luz, que es una explosión majestuosa en continua actividad.
Ecuanimidad es “Brahma vihara”. Es no tener acepción de personas. Consiste en mirar a todos los seres con la mente libre de discriminación, de prejuicios. El ecuánime es una persona despierta que vive desde el amor y la compasión hacia todos los seres, y acepta a todos, viendo sus fragilidades y dependencias, sus luchas virtudes y defectos, sin que el prejuicio o la dependencia dificulten su visión. Vive en medio de todo, participando de todo, siendo y viviendo libre. Ecuanimidad es no escoger, no rechazar.
A través de la ecuanimidad, nuestro proceso de silencio y de crecimiento espiritual se profundiza, siguiendo el camino medio: …El Camino es perfecto, como el espacio infinito donde nada falta y nada sobra. De hecho, es debido a nuestra elección de aceptar o rechazar que no vemos la verdadera naturaleza de las cosas… Shin JIn Mei
En la práctica, la ecuanimidad es bien representada por el Shikantaza, “simplemente estar aquí”, haciendo presencia, estando vivo e imperturbable ante cada suceso, viviéndole realmente, estando entregado al presente, sin nada en lo que sujetarnos, solo pura presencia, evitando los extremos, y siguiendo el camino medio, que implica “estar sin apegarse”, viviendo pues la indiferencia apasionada.
Otra actitud en la práctica es mushotoku, que se podría traducir como “no hay nada que obtener” significa hacer todo como el que nada hace, o mejor, dejar que las cosas ocurran mientras en calma participamos en ellas. Nada que perseguir, nada que conocer, nada que poseer. Desde esta actitud espiritual se produce la calma completa y la ecuanimidad aparece El desarrollo de nuestra práctica nos permite profundizar en la ecuanimidad, comprender la naturaleza de las cosas, el carácter falaz del ego.
Esta experiencia es deslumbradora, tanto en cuanto nos permite vivir libres y sin apego a nada en el mundo. Tampoco nos atamos a las expectativas de nuestros planes, ni a los resultados de nuestra acción:

…en un valle recogido, entre altos peñascos tranquilamente estoy sentado en mi cabaña bajo el viejo pino. Lleno de paz estoy sentado en mi ermita y me siento bien… Shôdôka

Desde aquí estamos preparados para abrirnos al mundo, en completa atención, con la “indiferencia apasionada” necesaria. Llegar a este estadio, en armonía de mente, desapegados de nuestro flujo vital, plenamente vivos y libres, es la conversión necesaria para ser los verdaderos agentes del nuevo mundo, de la redención de nuestro mundo, de la apertura de conciencia necesaria para la nueva humanidad. Por ello, el camino de la ecuanimidad se identifica con el camino de la Gran Compasión.
El primer paso es confrontar la realidad, y por tanto enfrentarse al dolor del mundo y sus raíces, ejerciendo desde el amor incondicional que es parte de la ecuanimidad una función terapéutica, sanadora. Esto implica sumergirse en la comprensión de las personas y las circunstancias, mirar desde la sabiduría libre del despierto los problemas, y contribuir desde la paz a la transformación de las condiciones injustas, las condiciones de deprivación, y los desarrollos de explotación y esclavitud de alma y cuerpo. La liberación de todos los seres, la superación de un mundo basado en la diferencia y la explotación se convierte en el objeto de la vida del Bodhissatva, que desde su alma liberada se encuentra en condiciones de participar en la liberación de otros sin contribuir a nuevas condiciones y nuevos sistemas de explotación.
El despierto fluye con el cambio, contribuye a la transformación, al flujo necesario de la vida. Acepta lo que viene y desde las circunstancias que aparecen actúa, sabiendo que “todo lo que aparece, desaparece” y por tanto no intenta torcer o resistir los acontecimientos, sino que es creador en medio de ellos. Su presencia no se notará, es el Siervo de Isaías: No quebrara la caña cascada, ni apagará la lámpara de llama vacilante, con fidelidad traerá justicia (Is. 42,3) Actuará participando en el cambio, haciendo que las cosas se produzcan y siendo uno con ellas, pues mantiene la conciencia de que su realidad es la manifestación del Ser original, participante en el conjunto del cambio.
Por ello, en la incesante acción del Bodhissatva, su intención es dar lugar a la manifestación del Ser en cada instante. Esta manifestación es una manifestación de compasión y de actividad creativa Desde la manifestación presente, el ser despierto y ecuánime se incorpora al proceso evolutivo. El conjunto del Universo empuja inteligentemente hacia la plenitud espiritual. No puede hacer otra cosa pues este es el sentido mismo del Ser, del fondo original. El proceso de alcanzar ecuanimidad es el proceso de incorporación a la evolución, que en la especie humana es la evolución de la conciencia, con la adquisición de una conciencia unitiva que se guía por el amor, o la comunión de todos los seres


 

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