YA NO LE TENGO MIEDO A MIS PENSAMIENTOS
En mi opinión, algunas personas evitamos pensar porque se nos hace muy molesto y hasta desagradable enfrentarnos a nuestra mente, que parece que deja de ser nuestra y estar a nuestro favor para actuar por su cuenta y llevarnos a pensamientos funestos, a preguntas que no encuentran respuestas y sólo nos aportan más desesperación, a recuerdos que no resultan ser agradables, o a sensaciones indeseadas e incómodas.
Parece ser que tenemos cantidad de reproches acumulados y nuestra mente se encarga de mantenerlos vivos para que sigan haciéndonos daño.
Otras personas son poseídas por sus pensamientos constantemente y no saben cómo escapar de ellos. Les temen porque conocen todo el desagradable proceso que eso conlleva y el malestar posterior que deja.
Yo tengo muy inculcado un mandato que en el Análisis Transaccional se llama NO PIENSES y realmente me ha afectado durante toda mi vida. Aún más todavía cuando no era consciente de él. Ahora lo voy controlando y deshaciéndome de él, pero garantizo que perjudica y mucho.
Ese mandato me impedía pensar con naturalidad. Reconozco que durante mucho tiempo solamente me he enfrentado a ciertos pensamientos cuando eran realmente inevitables, y que nunca me he puesto expresamente a pensar (aunque luego acabe todos los artículos con un “te dejo con tus reflexiones…”)
Mis recuerdos sí tienen muchas cosas agradables guardadas para mí, pero mi mente es mi enemiga más directa. Se empeña en recordarme a menudo una lista llena de fracasos, errores, frustraciones, desilusiones, desastres, pérdidas, lágrimas, o dolores que he ido acumulando. No se olvida de ninguno y cuando me los presenta me deja una mala sensación insoportable que afecta directamente a mi Autoestima y me deja la impresión –aunque sea fugaz- de que soy un fracasado, de que he ido acumulando en mi vida sólo equivocaciones y tragedia. Ya sé que no es así, que mi vida no se compone sólo de eso, pero el pesimismo al que me lleva no me permite ver otra cosa.
Así que siempre he evitado recrearme en mis pensamientos porque conozco su actitud vengativa y nada favorable. Así ha sido hasta ahora. Ahora, en cambio, y fruto de un trabajo de Desarrollo Personal de varios años, he aprendido a aceptar todo lo que se puede englobar como errores y he cambiado ese incómodo nombre por otro más liviano; ahora están todos archivados en una carpeta que se llama “OTRAS EXPERIENCIAS” a la que entre paréntesis he añadido “ASUNTOS QUE NO SALIERON SEGÚN LO PREVISTO”. Y hago un encogimiento de hombros cuando pienso en ellos. “¡Qué se le va a hacer!”, dice una voz dentro de mí. Y hasta soy capaz de añadir una sonrisa.
He ido aprendiendo que cada uno puede adjetivar los hechos de su vida del modo que quiera, y que es más provechoso y menos belicoso no usar los agresivos, los auto-ofensivos, los denigrantes, los que hacen daño con su intención.
He ido aprendiendo que la benevolencia con uno mismo es un bálsamo necesario cuando se ha hecho algo de cuyo resultado uno no se siente satisfecho. Que el amor es mejor remedio que el castigo. Que ponerse a salvo de ese proceso de auto-reproches que sigue a “los errores” es una medida adecuada. Que la vida es más placentera cuando la relación consigo mismo es cordial y amable… incluso a pesar de “los errores”.
Ahora, cuando pienso en mí y en mis experiencias menos satisfactorias, cuyo resultado quisiera reprobar, me miro con una cariñosa compasión, trato de formar una sonrisa sincera cuando no me sale espontáneamente, y me recito todo un repertorio de frases amables y de ánimo que brotan espontáneamente de mi corazón.
Me quiero. A pesar de todo. O precisamente porque donde me equivoco es donde se muestran mi fragilidades, mis ignorancias, lo poco que soy a pesar de que quiera aparentar lo contrario, mi Humanidad. Y reconocerme así, tan poca cosa, tan cargado de equivocaciones, no me produce rechazo sino ternura. Me doy cuenta de mi necesidad de que alguien me acoja y consuele, me acepte sin recriminaciones, y entonces comprendo con una lucidez mágica o divina que soy el más apropiado para quererme, que siempre estoy conmigo en servicio de atención 24 horas, así que nadie más cercano que yo, y nadie mejor que yo para reconocer y valorar las cosas buenas, que también las tengo, y más de las que suelo reconocer, porque cuando soy objetivo y sincero me doy cuenta de que valgo más de lo que creo que valgo y que eso bueno que tengo en mí, que me parece “normal”, no necesitado de ser destacado especialmente, cuando lo veo en otros me causa admiración.
Así que cada día estoy mejor conmigo y no me da miedo relacionarme con mis pensamientos porque ya ha ido desapareciendo la agresividad, ya no hay un Inquisidor dentro de mí empeñado en castigarme; observo que mi sonrisa se está haciendo habitual en mis labios y me doy cuenta de que el Amor Propio obra milagros.
Así que te invito a que pruebes una fórmula similar a la mía si eres una de esas personas que le tienen miedo a su mente y sus pensamientos.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales