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 CAPÍTULO 96 - CONFUNDIR EL NOMBRE DE LOS SENTIMIENTOS



Diciembre 03, 2020, 05:37:07 am
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Desconectado Francisco de Sales

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CAPÍTULO 96 - CONFUNDIR EL NOMBRE DE LOS SENTIMIENTOS
« en: Diciembre 03, 2020, 05:37:07 am »
CAPÍTULO 96 - CONFUNDIR EL NOMBRE DE LOS SENTIMIENTOS
(o de las cosas)
-LO QUE PUEDE PASAR POR NO SABER-

Este es el capítulo 96 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER


Debido a la falta de una definición rotunda, tangible o indiscutible, que permita saber cuándo un sentimiento es realmente amor –como si fuese un semáforo que cuando se enciende en verde se ve claramente que es verde-, y dada la ambigüedad que hay en las descripciones de las emociones y de los sentimientos, es muy habitual confundir los términos y los matices que diferencian una cosa de otra, y se acaba llamando amor a lo que sólo es sexo adornado con un poco de sentimentalismo, se llama amor a lo que sólo es una ilusión confundida o un encaprichamiento, o se llama amor a la lástima, a “querer” –que tiene entre sus ingredientes posesividad y deseo, pero no imprescindiblemente amor-, a tener afecto o apego, y aún quedan muchas otras con las que se puede confundir.

Se le llama amado –equivocadamente- a quien sólo es una amistad con quien se comparte alguna confidencia extra, o sexo; aquel por quien se sintió un flash o lo que se cree que es un flechazo –pero de cuyo corazón jamás salió una palabra que hablara de amar-; aquel que la nostalgia ha ido idealizando y cargando de virtudes y maravillas que nunca han sido suyas, el que la ofuscación ha cambiado de status pasando de ser una persona agradable a ser el amado, o a ese seductor que es tan amable y que dice cosas bonitas, y dice “te quiero” sin terminar la frase: “te quiero… llevar a la cama”.

También se confunde estar unidos con estar solamente juntos, o esperanza con autoengaño, o compañía con soledad compartida, o no saber qué decir con silencio, o no atreverse a decir con ser respetuoso, o se confunde pasión –que en realidad es una perturbación, aunque suene romántico y bonito- con amor.

Cuando en una relación se discute por cualquier motivo, o cada uno hace planes por su lado, o no tienen cosas en común, pero a pesar de todo ello insisten en seguir juntos y mantener relaciones sexuales, lo que les une se llama deseo o costumbre, y no amor. Y no hay que confundirse.

Una de las facetas menos aceptadas de la mente es que miente, que se convierte en colaboradora insensata de una traición a los principios de auto-respeto y honestidad que cada persona se debe, y que tiene la habilidad de tergiversar los hechos, de inventarlos, o de crear un castillo donde sólo hay una piedra raquítica, y es habitual que, como un mecanismo de defensa ante lo desagradable de la realidad, se invente una mentira con ínfulas de ser una verdad, lo que no es muy complicado para una mente que sabe cómo jugar con las palabras, o cómo ordenarlas, para que sean creíbles al mismo tiempo que favorables.

La mente miente creyendo que nos hace un favor y nos evita un dolor, y puede que sea cierto, pero un dolor actual puede ser mucho más fácil de soportar, o de desmontar, que el gran dolor que podría producirse a la larga.

La mente, en su parte inconsciente, actúa por su cuenta en demasiadas ocasiones, y más en el caso de quienes le hayan dado autonomía plena o de quienes estén en el error de creer que los pensamientos que elabora la mente son pensamientos propios, ya que en la mayoría de los casos no son más que sus distracciones para no aburrirse, o un modo de manifestar su presencia y dictadura para que sepamos que está ahí, y para que se le reafirme en el puesto que ha usurpado.

La mente no es uno mismo, sino que es un instrumento al servicio de quien la posee, y entender esta confusión habitual, darse cuenta de su tremenda repercusión, y desposeerla del derecho que cree haber adquirido, es un gran premio y una gran relajación para quien padece esta dominación de su mente. Es una liberación que puede cambiar la vida.

Está bien dejarla que divague y que aporte lo que quiera, pero a ese “lo que quiera” no se le deben llamar “mis pensamientos“, porque no son “mis pensamientos” sino los de la mente. Lo correcto es escuchar sus propuestas –ya que hasta que uno decide libremente acogerlas y bautizarlas como ideas o soluciones propias no son más que opiniones o especulaciones-, y no acatarlas directamente, sino ponerlas en cuarentena hasta que uno pueda ponerse a la tarea de revisar lo propuesto, analizarlo siendo consciente y gobernando la mente, controlando el proceso, contrastando que sean correctos los caminos que le han llevado hasta su idea –todavía sigue siendo de la mente y no de la persona-, verificando que la idea concuerda con los criterios de uno mismo, descontando los condicionamientos, los miedos, y los intereses de la mente; lo siguiente es compararlo con situaciones similares anteriores y, aprovechando las experiencias que se obtuvieron entonces, tomar la decisión o solución pertinente por propia voluntad.

De ese modo se pueden evitar las malas interpretaciones, y se puede lograr llamar a las cosas por su nombre, y no seguir en el juego sádico de aceptar mentiras que más adelante no podrán ocultarse y aportarán, de golpe, el dolor de ese momento más todo el que haya acumulado hasta entonces.

Al pan, pan, y al vino, vino.

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

- El mayor pecado que uno puede cometer es el autoengaño.
- Conviene afrontar la realidad tal como es porque es el paso previo y necesario para cualquier cambio que se quiera o se necesite hacer.



Francisco de Sales




 

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