LOS PROBLEMAS EMOCIONALES DE UN HIJO NO DESEADO
por Luz Quiceno Romero
Las mujeres de generaciones predecesoras a la actual tenían “la obligación” de ser madres, la mujer que no engendraba hijos era incluso repudiada y marginada. Ni que decir de aquella fémina que se embarazaba sin estar casada. Todavía, en nuestros tiempos, cuando el susodicho fenómeno se presenta, algunas mujeres son manipuladas y sometidas a casarse. Las circunstancias comentadas del pasado podrían al día de hoy equipararse con la necesidad de laborar de ciertas mujeres y el obstáculo que representa un embarazo, tanto para ellas como para su empleador (no existe la consciencia de la conciliación laboral). Una deficiencia en el sistema laboral que promueve la postergación o un escaso incentivo para que dichas mujeres deseen engendrar un hijo.
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En el presente existen mujeres que asumen que su realidad y su razón de ser pasa por no ser madres y niegan el derecho biológico del cual son dotadas por su condición femenina. Son un grupo aún escaso en nuestra sociedad y aunque por naturaleza toda mujer debería desear procrear, es una postura respetable que ahorra hijos frustrados, vacíos y quizás enfermos a la sociedad. Peor se encuentran aquellas mujeres que por imposición familiar, social o conyugal admiten engendrar y levantar hijos sin desearlo, ni quererlo. Estas son del tipo de madres y de sus hijos de los que trataremos a continuación.
CONFLICTOS EMOCIONALES Y MATERNIDAD
La mayoría de personas quieren creer que su madre deseaba engendrarlos, que nacieran y criarlos, no obstante, los conflictos emocionales, psicológicos y en algunos casos físicos, evidencian que la realidad es diferente, los hijos indeseados y faltos de amor materno son más frecuentes de lo que social e individualmente quisiéramos admitir.
Las circunstancias en las que un hijo es procreado son bien diversas y las vicisitudes que la madre atraviesa resultan ser en ciertas circunstancias traumáticas para que desee gestar un hijo. E incluso, necesitaríamos reparar antes de la propia gestación, pues tal como expresa Bruce H Lipton en esta frase:
“(…) los padres actúan como ingenieros genéticos con sus hijos durante los meses previos a la concepción”.
Es una expresión que manifiesta que el estado inconsciente de los padres determina el proyecto de concepción y las expectativas acerca de su hijo. Por ejemplo, si la madre ha abortado o perdido a un hijo, inconscientemente desea reemplazarlo o para el caso que estamos hablando, si la madre tiene planes para conseguir un trabajo, ella lo que menos desea es un embarazo.
CONSECUENCIAS EMOCIONALES DEL HIJO NO DESEADO
El hijo indeseado desarrolla comportamientos y estados inconscientes que posiblemente lo persigan por el resto de su vida. Pero, si además, la madre ha intentado abortarlo sin éxito, el hijo llevará consigo el sello del pánico constante a la muerte y para algunos, con tendencia a ostentar estados de ansiedad, depresión e instinto suicida, entre otras secuelas.
La madre que no desea a su hijo es una mujer “obligada” a asumir un papel que no anhela, sin embargo, algunas o muchas de ellas, una vez que nace su hijo son capaces de despertar su espíritu materno y empiezan a querer a su bebé. Una fortuna que beneficia el proceso de la vida de dicho vástago, aunque será un hijo que buscará con constancia la aceptación y aprobación de la madre. Siendo esta, una actitud que la extrapolará a las representaciones simbólicas del arquetipo “madre”. Es decir, en relaciones de amistad, laborales o sentimentales que asocie emocionalmente con su madre biológica.
Los vacíos de un hijo indeseado se pueden profundizar hasta los abismos del desamor y la total desprotección, cuando la madre reniega de su naturaleza y el espíritu materno sigue adormecido después del nacimiento de su bebé. Se trata de madres marginadas del don de la maternidad, discapacitadas para dar y recibir amor. Sobreprotegen de diversas formas o asumen la actitud de negligencia con sus hijos.
TIPOS DE INTERACCIÓN DE UNA MADRE CON UN HIJO NO DESEADO
La madre que no desea a su hijo puede llegar a ser una mujer manipuladora y controladora que busca amparar sus culpas por no desear a su hijo. Llegan a ser madres exigentes al máximo, que persiguen encajar a los hijos en el molde ideal que conciben de hijo, para de esta manera, arrepentirse de no haberlos deseado y conseguir quererlos. Dicha madre es crítica y severa en especial con la hija mujer, con ella rivaliza y compite a medida que se hace mayor, lo cual es el terreno abonado para que la hija desarrolle anorexia o desórdenes alimenticios. La madre inconscientemente proyecta en la hija sus frustraciones y quiere subsanarlas en la figura de su descendiente.
Otro tipo de comportamiento que puede asumir la madre que no desea ni quiere a sus hijos es el de una madre Sobreprotectora Santa que se caracteriza por ser insegura, temerosa, sufrida, ella ejerce el control de sus hijos, haciéndose la mártir, sufre con constancia y es incapaz de proporcionarles límites. Esta mujer transmite a sus hijos la imagen de víctima, lo que en muchas culturas es aprobado. Esta madre presenta, además, dos prototipos extremos, la que asfixia y la que se comporta como una adulta niña, el primer prototipo es el de una madre suplidora, a cual más, de todos los requerimientos de sus hijos, los asfixia, es incapaz de delegar funciones en ellos, hace todo por ellos, inhibe su autonomía. Convierte a los hijos en sus apéndices, catapultándolos hacia la degradación de Peter Pan, hijos atrapados en “las faldas de mamá”.
El otro prototipo es el de una madre inmadura, llevado al extremo, la mujer asume el comportamiento de niña. Los hijos tendrán que distribuir —en el supuesto de que sean varios— o asumir completa o medianamente las funciones maternas y lo hace con dos tipos de conducta: absorbe de forma desenfrenada a sus hijos, convirtiéndolos en sus apéndices o delega en ellos las funciones de madre, invirtiendo el rol, es una mujer adulta-niña. Los hijos de la madre Sobreprotectora Santa son personas que desde pequeños se enferman para llamar la atención o sentir algo de afecto, inseguros, faltos de protección y amor propio.
POSIBLES PROBLEMAS PSICOLÓGICOS DEL HIJO NO DESEADO
Cuando la madre no ha deseado, ni querido a sus hijos los conmina a una existencia con profundos vacíos, incapaces de intimar, buscan con obsesión la aprobación y su lugar en el mundo. Son hijos con problemas de territorio, no se hayan en ningún lado, mantienen un miedo constante a no encajar, se sienten inadecuados y con escaso sentido de pertenencia. Adquieren un fenotipo proclive a enfermedades como: la anorexia, la bulimia, la fibromialgia, hipertensión, sobrepeso, problemas renales, juanete, lesiones de rodilla, infertilidad, alcoholismo, entre otros y también a los accidentes, quiebras económicas, el fracaso sentimental y laboral.
Los hijos de estas madres son incapaces de comprender que su: vacuidad, los constantes fracasos, la sensación de abandono e incluso la enfermedad, proceden de ser indeseados y no amados por su progenitora. Llegar a ser consciente de que la propia madre, aquella que ha amado y necesitado “más que al aire”, la que ha sentido como su razón de ser y existir, no lo haya deseado, querido y/o amado, es una verdad dolorosa y difícil de asumir en cualquiera de los aspectos de donde se mire. Vivimos en una sociedad que rinde culto a la madre e incluso veneración, donde se da por sentado que todas las madres aman a sus hijos. Son escasas las personas que admiten y cuestionan la realidad de que existen madres que no aman a sus hijos y que la propia, es una de ellas.
Ser indeseado es diferente a no ser querido o amado. El hijo no deseado, pero querido ostenta menores secuelas que el hijo que presenta ambas. De todas formas, estas personas requieren identificar y reconocer que su inconsciente manifiesta el vacío, mediante la readaptación biológica a través de síntomas emocionales, psicológicos o físicos. Siendo los mismos, la evidencia de que es un hijo no amado, querido o no deseado por su madre.
CÓMO SUPERAR LOS EFECTOS EMOCIONALES DE UNA MATERNIDAD NO DESEADA
Admitir es el primer paso y el comienzo de la sanación. Liberar la emoción oculta que se ha enviado al último rincón del inconsciente, es el segundo paso. El siguiente, pasa por comprender a la madre para conseguir perdonarla y la liberación de su obligación de amarlo. El hijo requiere desprenderse de la necesidad de que la madre lo ame como quiere. De esta forma poder desapegarse y aceptar a su madre y a sí mismo tal como es.
Hacer consciencia es el agua que los áridos y sedientos corazones de estos hijos necesitan para encausar su camino y fertilizar hijos deseados, queridos y amados, pues no hay crueldad mayor que repetir la desgracia propia en nuestros descendientes.