CAPÍTULO 116 - CONVERTIR AL SAPO EN PRÍNCIPE AZUL
-EL PELIGRO DE LAS FALSAS EXPECTATIVAS-
Este es el capítulo 116 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER
Todos somos humanos.
Eso implica que la perfección absoluta es algo inhabitual en ellas y en ellos.
Por eso es interesante reconocer que el otro está siendo una realidad que no se debiera manipular. Ni para bien, ni para mal. Ni para lo que a uno le parece bien ni para lo que a uno le parece mal. O sea, ni para lo que a uno le interesa ni para lo que a uno no le interesa. No se debe manipular al otro al propio antojo, pero sí se puede –y se debe- dialogar para ver si es posible hacer algunas modificaciones que pueden beneficiarle a él y a la relación.
Además del posible autoengaño inconsciente que se forma del hombre durante el enamoramiento -del que a muchas no les interesa salir para no darse de bruces con la realidad del sapo que tienen en casa-, muchas veces se insiste en disimularlo para que nadie más se dé cuenta de ello, y se le ensalza cuando se habla de él -para que los demás colaboren en fomentar la gran mentira que se está creando-, y se le mira con los ojos teñidos de rosa ilusión -pero desilusionada- o verde esperanza -pero desesperanzada-, o directamente no se le mira a él, sino a la imagen que se creó en su momento, cuando todo parecía ideal.
Idealizar al otro es uno de los más dramáticos y perjudiciales autoengaños, en el que además ambos acaban siendo los perjudicados.
Si una persona idealiza a la otra, no sólo se está auto-engañando, sino algo que aún es peor: está engañando a la relación. Está intentando construir una relación sólida sobre la base inestable y quebradiza de una mentira. Auto-engañarse –con lo cual también está engañando al otro- creyendo que el otro es algo distinto de lo que realmente es, se convierte en algo perjudicial para los tres: para él, para ella, y para la relación. Está condenándola irremediablemente al fracaso.
El otro, y la otra, tienen que admitir la realidad -porque esa realidad es la única verdad- y, a partir de lo que vean, decidir si es algo que pueden asumir sin grandes conflictos, o si es algo que antes o después va a causar un efecto devastador. Y si este último es el caso, cuando se descubra es el mejor momento de dar por finalizada la relación de un modo racional y amistoso.
Al idealizarlo se le estará exigiendo que esté a la altura del pedestal en que ha sido colocado caprichosamente, lo que le impone una responsabilidad que no ha elegido voluntariamente.
Y, añadido a lo anterior, se le comienza a exigir pero no en función de lo que es en realidad, sino en función de lo que el deseo del otro, por su propio interés, ha decidido suponer. Le condena a una vida de tensión que no ha pedido.
Sí que está muy bien ensalzar los valores y cualidades que se le encuentran –por ahí van los pasos que llevan del enamoramiento al amor- pero también hay que valorar, y con la mismo medida, los defectos y carencias.
Si se le acepta tal como es, con defectos y virtudes, se logrará que él se pueda mostrar natural y como realmente es, y de ese modo entregará lo mejor de sí mismo, y se mostrará con plena libertad. Y aceptará con naturalidad que ella también muestre sus defectos y carencias.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- El engaño y el auto-engaño no están permitidos en las relaciones porque son perjudiciales y devastadores.
- Una persona sólo cambia si desea cambiar, no se le puede imponer hacer algo que no quiere hacer.
- Los Seres Humanos, todos, tenemos defectos y no siempre hacemos las cosas del modo que los otros consideran adecuado. Esto hay que tenerlo claro. Y quien no quiera aceptarlo se engaña.
- Los Príncipes y Princesas sólo existen en la fantasía. Los que existimos en realidad no somos perfectos. Y esto es y hay que aceptarlo así.
Francisco de Sales