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 CAPÍTULO 125 - CONFUNDIR “ESTOY ENAMORADO” CON “ME INTERESA”



Enero 03, 2021, 06:20:50 am
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Desconectado Francisco de Sales

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CAPÍTULO 125 - CONFUNDIR “ESTOY ENAMORADO” CON “ME INTERESA”
-EL PELIGRO DE LAS FALSAS EXPECTATIVAS-

Este es el capítulo 125 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER


Eso de que algunos no sepan distinguir muy bien “el amor” de “lo que interesa”, que es más habitual de lo que parece, lleva a confundirse en el momento de tomar la decisión de con quién se va a formalizar la relación.

Ya he dejado claro que, en mi opinión, y aunque cueste reconocerlo y aceptarlo, las relaciones sentimentales son relaciones de interés. “Estoy contigo porque creo que estaré –en algunos o bastantes aspectos- mejor que sin ti”, es una realidad aunque uno no llegue a pensarlo así conscientemente.

¿Quién decide en tu caso?

¿Es tu corazón quien dispone, o es tu mente quien es capaz de ver en el seleccionado más cosas que le interesan que en otro cualquiera?

Poco a poco, cuando uno se empieza a relacionar con otro, éste va ganando en interés –otra vez una palabra que pertenece más a la mente que a los sentimientos - si es que encaja con alguna idea que se tiene más o menos preconcebida de lo que se desea, o si es capaz de romper con su encanto o personalidad lo que estuviera premeditado, y ahí es donde reside otra duda: ¿quién le va aumentando o restando puntos o posibilidades?, ¿quién amplía las probabilidades o las va apagando?

Y más relevante aún: ¿está todo uno presente y consciente en esa decisión, o la deja al criterio y la designación del azar mientras que en realidad solo es espectador de una decisión inconsciente que toma la obnubilación del momento?

¿Surge la decisión de ese sitio donde brotan los pálpitos acertados, o es un decreto de la intuición, o es clara y directamente por interés?

¿Es el alma quien asesora?

¿Es el corazón simbólico con toda su sabiduría atávica quien hace la selección?

¿O es la suma de los sentimientos alborotados, las cosquillas en el estómago, el sexo exaltado, las sonrisas que prometen serán eternas, las miradas que producen los más cautivados escalofríos, sus promesas sin palabras o levemente susurradas…?

¿Es todo ello junto lo que encandila a uno cada vez que se imagina al otro, cuando se oye la voz que le dice “te quiero” como jamás nadie lo ha pronunciado… y, también, por supuesto, los intereses?

Es una relación chocante la de los sentimientos con los intereses, pero es conveniente prestar mucha atención, porque uno se puede estar jugando todo su futuro y su felicidad o su infelicidad, y es bueno hacerse las preguntas y reflexionar bajándose de la nube y escuchando todas las voces interiores, y, sobre todo, no engañándose, no siendo cómplice colaborador en la propia auto-destrucción.

En el momento de la elección aún se está a tiempo de deshacer las ilusiones que uno se ha empezado a formar si se descubre que no se tiene el convencimiento aplastante de estar acertado en la decisión, o si se comprueba que no hay armonía y unanimidad entre todos los opinantes, internos y externos, y que la realidad no concuerda con los anhelos.

Lo que resultará más difícil es perdonarse posteriormente ese autoengaño consciente, o haber caído en la omisión de lo que sería más acertado si se hubiera reconocido la realidad.

Lo paradójico es que, en un asunto en el que debieran primar los sentimientos, es conveniente y hasta imprescindible que participe la mente, pero en una mezcla equilibrada de ambos. Si sólo existe uno de ellos, es muy posible que no llegue a ser una relación adecuada.

Y el porcentaje de cada uno de los ingredientes, la fórmula óptima, sólo la puede decidir uno mismo.

En lo que entendemos habitualmente por “amor” y por “sentimientos”, existe un riesgo considerable de ceguera y una demostrada falta de realismo, así que es más que conveniente consensuar a ambos con la claridad realista, sincera y de amor propio, y no caer en la vieja trampa de “nosotros nos vamos a amar como nadie jamás se ha amado antes”, o en el autoengaño de “conmigo cambiará porque me ama de verdad”. Esos son los argumentos más ingenuos con las bases más tambaleantes que existen.

Reitero: en el amor hay una parte de interés y hay que reconocerla y prestarle atención para que quede satisfecha. Y la parte del amor, también.

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

- El enamoramiento requiere la presencia de la realidad. No se debe sustentar solamente sobre utopías y sueños o fantasías.
- Las relaciones en las que un miembro está por amor y el otro por intereses tienen los ingredientes necesarios para fracasar.
- No está mal reconocer y aceptar que en el amor están también presentes los intereses, pero tienen que ser intereses para ambos.
- A la hora de decidirse por una pareja conviene ser plenamente consciente de esa decisión, no dejarse llevar por las calenturas, no eludir ninguno de los inconvenientes que se hayan descubierto, no engañarse.
- Está bien valorar lo que aporta de beneficioso la relación, pero no estar en ella exclusivamente por intereses.


Francisco de Sales



 

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