CAPÍTULO 126 - CULPAR AL OTRO POR LA DECISIÓN QUE UNO TOMÓ DE UNIRSE A ÉL (Y hacérselo pagar)
-EL PELIGRO DE LAS FALSAS EXPECTATIVAS-
Este es el capítulo 126 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER
Cuando una relación está yendo mal aparecen desaprobaciones, reproches, frialdad, una ligera nota de odio, rabia, lamentaciones, quejas, descontentos… y parece como si el otro fuera el responsable de todo ello.
O, por lo menos, es al otro a quien se le culpabiliza y responsabiliza.
Pero si sólo se le culpabiliza al otro se está cometiendo, por lo menos en parte, una injusticia.
Haciendo uso de la sinceridad, y entonando un mea culpa que debería ser verdadero, el primer responsable y culpable –sí es que lo hubiera- es uno mismo, ya que fue uno mismo quien tomó la decisión de escoger esa pareja entre todas las personas del mundo.
Si más adelante, y en contra de las previsiones o deseos, se ha demostrado que la elección no fue acertada -si es que no ha habido mentira u ocultación por parte del otro durante el noviazgo, en cuyo caso todo cambia-, sería bueno hacer dos cosas.
La primera, no entrar en una espiral autodestructiva de juicios y reproches hacia aquella persona que decidió en aquel momento quién sería su pareja. “Aquella” –que entonces era uno mismo, pero no el que es en la actualidad- tenía algunos años menos, una cierta escasez de experiencia, y no era una adivina infalible capaz de presagiar el desenlace al que ha llegado la relación. Por lo tanto hay que comprenderla y eximirla de castigo.
Aun en el caso de que sospechara que no iba a salir bien la relación, fue la decisión que se tomó y, sobre todo, ya no tiene remedio, y reprochar y reprochar y reprochar… no sólo no resuelve nada, sino que crea una relación tensa y desagradable, plagada de una innecesaria y perjudicial frialdad y de reproches, entre uno y Uno Mismo y, desde luego, no es el mejor camino para encontrar una solución a lo que ha de seguir al conflicto actual. Uno va a tener que reconstruirse, emprender una vida distinta, hacer grandes cambios en su vida y se va a necesitar íntegro y a su favor.
La relación no salió como estaba prevista. Y se acabó eso de darle más vueltas. Borrón y cuenta nueva.
La segunda cosa, y ya que es ahora cuando se ha confirmado la inviabilidad, lo mejor es aceptarlo y asumirlo.
Si ya se está en ese momento en que las posibilidades de solución o reconciliación están agotadas, lo mejor es ir deshaciéndolo todo, del mejor modo posible, procurando no quedar ninguno muy perjudicado, y utilizando para ello aunque sea el rescoldo del amor que hubo.
Es mejor evitar, en la medida de lo posible, las rupturas traumáticas, los trastos volando por la casa, los insultos y los reproches hirientes, la venganza y el desprecio, o que se sientan perjudicados los hijos si los hubiera.
Bastante dolor tendrán ambos a sus espaldas al llegar a esta situación como para hacer leña del árbol caído, como para hundir más el puñal clavado.
“Quien odia a la persona que amó, es que amó mucho”, dice Antonio Gala. Si amó mucho, por respeto a ese amor –que se lo merece- sería bueno que ambos culminaran la relación de un modo lo más armonioso posible, agradeciéndose cuanto se hayan podido aportar de bueno durante esa etapa, asumiendo cada uno su parte de responsabilidad en la ruptura, deseándose una serena recuperación, y zanjándolo con un abrazo fraternal en el que pusieran una parte de todo el amor que se tuvieron.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Cada uno es responsable de las decisiones que toma. Tanto de las que demuestran ser eficaces como de las menos satisfactorias.
- Culpabilizar al otro de todo -si no es culpable de todo- es una forma de no asumir la parte de culpa que corresponde.
- Equivocarse en la elección, o que ésta no tenga el final deseado, son posibilidades que existen al formar una relación. Hay que aceptar que no somos infalibles.
- Se dice que cuando se rompe una relación uno se queda consigo mismo, o sea con la mejor parte. Que eso sea un consuelo.
Francisco de Sales