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 CAPÍTULO 133- LA TENDENCIA A RENUNCIAR



Enero 11, 2021, 05:15:21 am
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Desconectado Francisco de Sales

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CAPÍTULO 133- LA TENDENCIA A RENUNCIAR
« en: Enero 11, 2021, 05:15:21 am »
CAPÍTULO 133- LA TENDENCIA A RENUNCIAR
-CUANDO LA PAREJA ESTÁ DESCOMPENSADA-

Este es el capítulo 133 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER


En la relación es casi inevitable que tenga que existir una parte de renuncia. Si se desea una agradable convivencia, uno no puede pedir al otro que ceda en todos los casos y que se amolde a los gustos o necesidades propios. En ese caso sería una agradable convivencia para uno pero no para el otro. Hay que renunciar a veces y eso hay que aceptarlo desde el inicio. La demostración del amor consiste en renunciar y se renuncia muchas veces calladamente, sin que se note, aunque está bien hacérselo saber al otro, pero es muy conveniente que se haga desde el amor y por amor hacia el otro, y no desde el resentimiento y pretendiendo pasar factura después de otro modo.

En muchos casos, las mujeres tienen tendencia a renunciar a sus derechos sólo para tener una relación que aparente ser cordial o buena –aunque sea para auto-engañarse o para fingir ante el público-, y eso, a la larga, acaba convirtiéndose en un grave inconveniente.

Se puede dar el caso de que uno, aparentemente, no le quiera dar importancia al hecho de renunciar a algo que para el otro sea importante. “No me importa, porque lo hago por amor”, puede decirse uno mismo para intentar convencerse, pero cuando se van sumando unas renuncias a otras renuncias, puede llegar el día en que uno haga balance y se dé cuenta de que ha renunciado a demasiadas cosas, mientras que puede darse cuenta al mismo tiempo de que el otro no ha hecho lo mismo a cambio, y puede que vea asombrado que se ha convertido en otro, que ya no es él mismo sino que está siendo el modelo que el otro le ha impuesto –una especie de cautivo sometido o de esclavo en versión moderna-, y se dé cuenta de que ha renunciado al futuro deseado y a otras cosas que le gustaban o que eran importantes, y si no hay una contraprestación a cambio –porque el otro le haya dado tanto amor que compense las renuncias, por ejemplo- puede ser que se convierta en víctima del desencanto y quede envuelto en su pesaroso manto, y que de pronto sienta que se abre –aunque en realidad ya estuviera desde mucho antes- un insalvable abismo entre uno y otro.

Conviene no renunciar siempre y en todo, como norma. Que no sea uno solamente quien tiene que ceder o perder siempre. Eso afecta a la propia autoestima y va rebajando interés en la relación y por la relación, porque hace que se vaya alejando cada día más del propósito que uno se había formado, y aunque hay que admitir que la realidad no es capaz de igualar a los sueños, sí conviene que la realidad se aproxime mucho, mucho, pero que mucho-mucho, a lo que uno desea que sea.

Si una persona renuncia a algo, ha de hacerlo por decisión propia y de un modo consciente, con un argumento sólido, absolutamente convencida, sin que le quede la necesidad de resarcimiento o venganza, y, por supuesto, a cambio de algo por parte del otro, de modo que todo quede equilibrado en el interior.

Conozco el caso de una mujer, que lleva 50 años casada, que cuando le preguntaron cómo duraba tanto su matrimonio contestó que aún le quedaba amor, un amor que había ido convirtiéndose en un cálido cariño, y que eso era muy importante, y porque en el resumen de la convivencia con su marido “le había quitado más problemas de los que le había dado”. Le compensaba. Esto puede ser suficiente para algunos.

Es importante que uno sienta que su renuncia ha sido un “trato” justo, del que se encuentre del todo o muy satisfecho, porque si no sucede de este modo, se va a sentir como una renuncia injusta, descompensada, que se va a padecer como si fuese impuesta, y que va a reclamar un final justiciero y distinto. Dejará la sensación de perder. O sea, va a ser algo mal resuelto.

Renunciar, renunciar, y sólo renunciar, como un capítulo inevitable por parte de uno solo, y tal como queda visto, puede llegar a formar parte del deterioro de una relación. Y esto se puede y se debe remediar.

Nuevamente vuelven a ser el diálogo y la sinceridad quienes pueden evitar tener que llegar a este extremo.

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

- La comunicación es imprescindible. Manifestar abiertamente y con sinceridad los sentimientos es conveniente.
- Que no sea sólo uno y siempre quien tenga que renunciar.
- Renunciar, voluntariamente, se debe interpretar más como una ganancia que como una pérdida. Me refiero al caso de que con esa renuncia gane la relación.
- Todo lo que se haga por el bien de la relación –si lo hacen ambos- es correcto.


Francisco de Sales




 

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