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 CAPÍTULO 182 – NI GRITAR NI INSULTAR (son agresiones psicológicas)



Marzo 06, 2021, 07:06:05 am
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Desconectado Francisco de Sales

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CAPÍTULO 182 – NI GRITAR NI INSULTAR (son agresiones psicológicas)
–NO PERMITIR NINGÚN TIPO DE VIOLENCIA-

Este es el capítulo 182 de un total de 200 –que se irán publicando-  que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER


Ya quedó claro anteriormente que para solucionar los desacuerdos, o para debatir los asuntos que requieren una solución, se necesita de toda nuestra capacidad y voluntad de dialogar, y de que se desarrolle en una situación armoniosa, y quedó claro que dialogar no es gritar, ni insultar, ni increpar, ni reñir, ni denigrar, ni injuriar, ni reprochar.

Cualquiera de esos modos, o cualquier actitud basada en ellos, no conduce a ninguna solución positiva. Además, en la mayoría de los casos solamente son enojos que se manifiestan por otro motivo y son distracciones del asunto principal y, en vez de procurar el acercamiento y la colaboración, lo que hacen es distanciar aún más y quitar las ganas de colaborar con el otro para remediarlo juntos.

Un diálogo que debiera ser constructivo y unificador se convierte entonces en una pesadilla donde imperan las malas caras, las conductas desagradables o violentas, la confrontación y el enfrentamiento agresivo, y una situación que, en vez de conseguir facilitar las cosas para restablecer la relación, hace que ésta se deteriore más porque mientras uno está gritando por su cuenta e hiriendo con la ponzoña de sus insultos, el otro trata de defenderse como puede o responde con otra agresión, y mientras ambos están con todo su interés centrado en esa contienda es imposible que puedan prestar atención a la cordura que se necesita para dialogar, para debatir, para exponer, para mostrar los sentimientos buenos, para manifestar los propósitos de reconciliación, y para conocer y saber lo que realmente le está pasando a cada uno de ellos.

Mientras se está gritando o insultando uno está fuera de su centro, está siendo dominado por un extraño que no es él mismo, y está mostrándose como un energúmeno. Y esta no es la forma de resolver desavenencias. Se solucionan desde la paz, desde la objetividad que permite ver las cosas como realmente son, desde el amor que se tienen o se tuvieron, desde la voluntad de colaboración, y no desde la rivalidad evidente aunque no esté declarada.

Es cierto que, a veces, los sentimientos están tan enojados, tan llenos de rabia, que invitan a comportarse de ese modo. Pero la sensatez aconseja no seguir así y hacer un pacto de mutuo respeto, y colaborar entre ambos para no agredirse verbalmente y aportar su mejor voluntad para resolver lo que haya que resolver.

Cuando uno de los dos se dé cuenta de que el otro está gritando es el momento de parar la contienda y aplazarla hasta que esté en condiciones de seguir dialogando. Hay que decirle como a los niños: “cuando se te pase la rabieta te haré caso”.

No se debe consentir la falta de respeto y el atentado a la dignidad que el otro comete cuando se comporta de ese modo. Y es mejor dejarlo claro desde el principio o desde la primera vez que suceda. Si no se hace así se corre el riesgo de darle un poder al otro que cada vez utilizará con más asiduidad ya que se sentirá más asentado en su condición de déspota perverso.

SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:

- Cualquier acto que sea una falta de respeto es inaceptable.
- Una persona que dice amar a otra no debe tratarla sin consideración.
- La dignidad personal está por encima y por delante de cualquier humillación en el trato.
- En las relaciones no se deben permitir tampoco las agresiones psicológicas.

Francisco de Sales



 

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