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 DIGNIDAD PERSONAL: NO TE CREAS MÁS, PERO TAMPOCO TE CONFORMES CON MENOS



Marzo 12, 2021, 06:19:05 am
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Desconectado antonio pina

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DIGNIDAD PERSONAL: NO TE CREAS MÁS, PERO TAMPOCO TE CONFORMES CON MENOS

“Nadie se nos subirá encima si no doblamos la espalda”, afirmó Martin Luther King. Sin embargo, muchas veces las circunstancias de la vida terminan aplastándonos bajo su peso y socavan nuestra dignidad personal. Llegados a ese punto, es probable que nos perdamos el respeto y permitamos que otras personas vulneren nuestros derechos, incluso los más elementales. Entonces podríamos caer en una espiral destructiva.

¿QUÉ ES LA DIGNIDAD PERSONAL?

La palabra dignidad proviene del latín dignitas, que significa excelencia, nobleza y/o valor. Por tanto, La definición de dignidad personal hace referencia al valor y respeto por uno mismo como ser humano. Por una parte, implica tratarnos con respeto, seriedad, responsabilidad y amabilidad. Y por otra parte, implica hacernos valer como personas para que los demás no vulneren nuestros derechos.
Por tanto, la dignidad personal es un indicador de cómo nos valoramos, el nivel de estima que nos profesamos y hasta qué punto estamos dispuestos a llegar para defendernos e impedir que nos pisoteen, humillen y/o degraden.

DEFENDER NUESTRA DIGNIDAD

En el pasado los psicólogos dividían la dignidad. Creían que existe una dignidad interior, entendida como un don que nadie puede arrebatarnos, una especie de valía intrínseca inmutable y protegida a cal y canto. Pero también reconocían la existencia de una dignidad exterior, que es más maleable y depende de las circunstancias en las que nos desenvolvemos.
Desde esta perspectiva, podríamos permitir que se vulnere esa dignidad exterior porque la dignidad interior seguiría intacta. Por tanto, los insultos y humillaciones no afectarían el valor que nos conferimos. Es cierto. Pero solo hasta cierto punto.
La imagen que tenemos de nosotros, la valía que nos adjudicamos y el respeto que nos profesamos se refleja y valida constantemente en las relaciones que establecemos con el mundo. Si permitimos que los demás vulneren continuamente nuestros derechos, no respondemos ante las vejaciones y dejamos que nos humillen, antes o después nuestra dignidad interior se dañará.
De hecho, la psicóloga Christine R. Kovach apuntó que “la experiencia de la dignidad, entendida como el sentimiento de valor, requiere que exista alguien que comprenda y reconozca esos valores y muestre respeto por los mismos”.
Cuando no hacemos valer nuestra dignidad y las personas que nos rodean tampoco la reconocen, corremos el riesgo de caer en una espiral descendente marcada por las humillaciones, manipulaciones, maltratos y demandas excesivas que harán que nos volvamos cada vez más pequeños, insignificantes y carentes de valor.
Cambiará la imagen que tenemos de nosotros mismos, nuestra autoestima se resentirá y terminaremos abrazando el rol de víctima que soporta estoicamente los desmanes de los demás, convencidos de que es lo que merecemos en esta vida.
En realidad, perdemos un poco de dignidad cada vez que:

?   Nos dejamos humillar y maltratar de manera sistemática por los demás.
?   Nos volvemos conformistas y aceptamos mucho menos de lo que merecemos.
?   Nos dejamos manipular y boicotear por quienes nos rodean.
?   Nos perdemos el respeto y dejamos de amarnos.

CUANTO MÁS CRECE EL CONFORMISMO, MÁS PEQUEÑA SE VUELVE LA DIGNIDAD

Kant pensaba que la dignidad nos empuja a defendernos, para impedir que los demás pisoteen nuestros derechos impunemente. Es una dimensión que nos recuerda que nadie puede ni debe utilizarnos. Somos personas libres y valiosas, responsables de nuestros actos y merecedoras de respeto. Por tanto, no debemos conformarnos con menos.
El escritor Irving Wallace dijo que “ser uno mismo, sin miedo, ya sea correcto o incorrecto, es más admirable que la fácil cobardía de la rendición a la conformidad”. Asumir una actitud conformista suele implicar ceder a la presión que ejercen los demás – ya sea una persona, grupo o sociedad.
La conformidad surge de la resignación y la claudicación. Implica que restamos importancia a nuestras ideas y valores, acallando nuestros sentimientos, para dar más crédito a las ideas, valores y sentimientos de los demás, dejando que prevalezcan peligrosamente sobre los nuestros, muchas veces hasta el punto de avasallarnos.
Por eso, perdemos dignidad cada vez que nos conformamos con:

?   Tener a nuestro lado a personas que no nos respetan ni nos aman por lo que somos.
?   Recibir un trato injusto que vulnera nuestros derechos elementales, ya sea por parte de individuos o instituciones.
?   No desarrollar al máximo nuestras potencialidades, limitándonos a vivir en una estrecha zona de confort.

El conformismo puede ser una tierra conocida donde nos sentimos relativamente seguros, pero debemos ser conscientes de que no es un terreno donde pueda florecer la dignidad. Cada vez que nos conformamos con menos, negamos parte de nuestra individualidad y valía. Por eso, Kant creía que una persona con dignidad es alguien con conciencia, voluntad propia y autonomía para decidir su propio camino.

EL EXCESO DE DIGNIDAD NO NOS HACE MÁS DIGNOS

Curiosamente, también podemos perder dignidad cuando sobrepasamos los límites. Entonces la dignidad se convierte en despotismo porque abusamos de nuestra superioridad, poder o fuerza para obligar a las otras personas a darnos un trato especial y/o preferente.
Exigir privilegios en nombre de la dignidad en realidad nos hace perderla. Como explicara el filósofo Immanuel Kant: “obra de tal manera que puedas usar la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de todo otro, siempre al mismo tiempo como fin, nunca meramente como medio”.
Eso implica reconocer nuestra existencia y las de los demás como el fin último, jamás como un medio para alcanzar determinados objetivos. Implica reconocer que “por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”, como escribiera Antonio Machado.
La dignidad personal no consiste en creernos superiores, sino que implica reconocer que las otras personas también merecen respeto y consideración. La dignidad es una calle de dos sentidos. Necesitamos reclamarla para nosotros, pero también debemos ofrecerla a los demás.

Autor desconocido


 

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