CAPÍTULO 193 – LOS HIJOS
-EL FINAL-
Este es el capítulo 193 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.
Cuando hay hijos y se prevé una separación, se convierten en un asunto muy delicado.
Es recomendable que, en función de la edad que tengan y de las cosas que hayan visto en casa, se les explique del modo adecuado lo que está pasando. Mejor no mentir porque, si descubren la mentira, quien miente se desvalorizará frente a ellos y a partir de ese momento posiblemente ya no se volverá a confiar en él porque se dudará de su confiabilidad. Es conveniente no eludir ninguna pregunta, no recurrir a “ya te lo explicaré cuando seas mayor”, sino demostrar sinceridad y que no hay nada que ocultar. Eso sí, hablando de acuerdo a su edad para que le sea comprensible y si se cree conveniente no contar algo hasta más adelante, que cada uno siga su criterio, pero que lo que se cuente sea absolutamente cierto.
Antes o después ellos van a saber de esa separación y es mejor que sea de primera mano. Es un modo de demostrarles que se confía en ellos y que no se les oculta nada. Si no preguntan, se les puede invitar a que lo hagan, a que se sientan en libertad y con confianza para hacerlo, porque el shock puede dejarles confundidos. Es bueno animarles –pero no obligarles- a que expresen sus sentimientos, porque eso les descargaría de sus preocupaciones y sus miedos sobre lo que vaya a pasar a partir de la separación. No hay que olvidar que son niños y sus mentes son de niños, por tanto no razonan como un adulto, y es una experiencia nueva para ellos. Lo que pueden imaginar tal vez sea peor que lo que es la realidad, y es posible que conocer la verdad les tranquilice mucho. Hay que dejarles claro cuánto se les ama y que ellos no tienen ninguna culpa en lo que haya sucedido. Se ha podido comprobar que en muchas ocasiones los hijos se culpabilizan a sí mismos por la separación y eso les deja traumatizados.
La primera Ley a respetar rigurosamente por ambas partes, y esto es irrenunciable e innegociable, es que ambos tienen que seguir siendo padres, aunque ya no sean pareja.
Van a seguir siéndolo por el resto de su vida, y por una u otra razón tendrán que seguir relacionándose entre ellos, así que conviene dejar un pacto sellado para estos casos y cumplirlo. Cuando se trata de los hijos no se admite utilizarlos como chantaje, como rehenes, o como arma arrojadiza.
Sería muy pretencioso indicar en este libro unas pautas a seguir en estos casos, para ello hay especialistas, pero sí haré un bosquejo breve de algunas ideas generales que después habrá que ampliar y personalizar.
Estas son unas pautas básicas:
- Animar a los hijos a que se relacionen con el otro cónyuge. Salvo que sea un caso grave y justificado –porque sea violento con ellos o porque pudiera cometer abusos por venganza, por ejemplo- hay que aclararles –si es cierto- que el hecho de que entre él y ella no se lleven bien como pareja no quiere decir que él o ella como padres y como personas no sean excelentes.
- No ponerlos en contra del otro cónyuge, ni hablar mal del otro. Mejor esperar a que los hijos se den cuenta por sí mismos de quién es cada uno, ya que las cosas, buenas y no buenas, se demuestran con los hechos.
- En la medida de lo posible, ser flexibles con las fechas de visitas y no exigir que se cumplan siempre de un modo riguroso e innegociable. Por ejemplo, puede que vengan unos familiares por parte del otro miembro a la otra casa en una fecha concreta y relacionarse con ellos sea bueno para los hijos. Y si uno de los dos cede en este sentido, a cambio podrá pedir lo mismo en otra ocasión. Y si no cede, ante los hijos quedará claro quién hace las cosas bien y quién no.
- Aunque el otro haya actuado mal durante la relación y sea el causante de la ruptura y de mucho sufrimiento, por lo expuesto de que ambos tendrán que seguir en contacto, es mejor tratarse de un modo correcto y no hacer una guerra de cada encuentro. El pacto de amabilidad y respeto ha de cumplirse escrupulosamente.
- Cuando se vayan con el otro, no hay que hacer un drama delante de ellos, porque lo que se consigue es que se sientan mal –incluso pueden llegar a sentirse culpables- y ellos no tienen la culpa. Hay que insistirles en que se les quiere, pero no que no es bueno decirles que no se puede vivir sin ellos y dramatizar la separación.
- No hay que hablar mal del otro, aunque sea verdad lo que se puede decir, o aunque se tenga razón. Si se habla mal del otro y los hijos quieren al otro, se van a sentir confundidos y hasta culpables por quererle. Salvo que el otro se haya comportado mal con ellos, o delante de ellos, y haya dejado claro que no es digno de amor, para los hijos ambos padres son merecedores de ser amados, porque puede que no comprendan los motivos que han llevado a la separación y sólo tengan el concepto de que, como padre, o como madre, que es lo que ellos pueden juzgar y lo que les interesa, se han portado bien.
- Lo que haya que hablar con el otro mejor hacerlo directa o personalmente; es preferible no usar a los hijos como correveidiles, ni dejes caer mensajes subliminales o directos para que se los lleven al otro. Si no se pueden o no se quieren ver o hablar, se pueden enviar un SMS, un correo ordinario o electrónico, un whatsapp, etc. y siempre con corrección.
- Si los hijos están con uno de los miembros de la relación habitualmente, antes de comenzar una nueva relación conviene tenerlo muy claro y estar muy convencido del paso que se va a dar. Si el nuevo, o la nueva, vienen a vivir a la casa y los hijos ven que ocupan el lugar del padre o de la madre a todos los efectos, eso les puede llegar a perjudicar. Si se van los hijos a una casa nueva y van a ver que se está con otra persona que no es su padre o su madre y que se va a la cama con él, o con ella, les puede crear mucha confusión si no se les ha explicado bien y lo han comprendido perfectamente. Y si se cambia varias veces, porque se tienen varias relaciones una detrás de otra, eso les va a confundir aún más y, posiblemente, se les esté perjudicando en sus futuras relaciones porque van a entender la pareja como lo que en realidad no es. Y si el otro tiene hijos y se van a ver forzados a tener que relacionarse con desconocidos que es posible que no sean de su agrado y que eso se convierta en un problema. Estas son cosas a tener en cuenta antes de iniciar algo que puede perjudicar más que beneficiar.
Es mejor tenerlo todo previsto antes de dar los pasos que se vayan a dar, pero después de haberlos sopesado sensatamente. No corresponde dejar nada para resolver más adelante o solventarlo sobre la marcha, porque la solución que se adopte al azar puede no ser la solución acertada.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- Los hijos van a ser, sin duda, afectados por la separación. Para bien o para mal. Puede que sea el principio de una etapa tranquila de su vida o todo lo contrario.
- A los hijos no hay que mentirles nunca, pero en una separación aún menos. Si se les oculta algo ha de ser porque es demasiado grave o porque realmente no están aún preparados para saberlo.
- No usar nunca a los hijos como intermediarios con el otro miembro. Los asuntos de los padres los tienen que resolver los padres.
Francisco de Sales