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 CAPÍTULO 1 - PRÓLOGO



Agosto 24, 2020, 06:46:29 am
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Desconectado Francisco de Sales

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CAPÍTULO 1 - PRÓLOGO
« en: Agosto 24, 2020, 06:46:29 am »
CAPÍTULO 1 - PRÓLOGO

Hay muchas cosas sobre las que no nos enseñan nada y hay otras muchas cosas sobre las que sí nos enseñan… pero mal. No nos enseñan a VIVIR, así, con mayúsculas, tal como es el auténtico sentido de la vida.
En muchos casos, porque les han enseñado mal a quienes se supone que nos tienen que enseñar.
No nos enseñan a afrontar todos los asuntos y conflictos que implica el hecho de vivir –y se nos van a presentar todos los días y durante toda la vida- y menos aún nos enseñan a resolverlos del modo adecuado.
No nos enseñan nociones básicas de pediatría, ni de primeros auxilios ni de psicología infantil, y a pesar de ello –y con sus imprevisibles consecuencias- tenemos hijos.
No nos enseñan cómo se manifiestan los sentimientos, no nos enseñan a relacionarnos con el inconsciente, no nos enseñan qué tenemos que hacer ante la muerte de un ser querido, no nos enseñan bien todo lo relacionado con la sexualidad.

Tampoco nos enseñan sobre las relaciones de pareja, o nos enseñan mal. Si nos criamos en una familia donde las relaciones entre los padres son frías, tensas, violentas, o nulas, inconscientemente nos están mostrando que así son las relaciones, y como a esa edad temprana no tenemos conocimientos suficientes ni criterios propios, damos por supuesto que, efectivamente, así son las relaciones y, si no nos damos cuenta de que eso es una anormalidad, acabaremos repitiendo ese modelo en nuestra relación.

A mí me tocó vivir una época y un entorno en que las relaciones sentimentales de las parejas estaban bastante vacías de amor. Recuerdo que observaba las parejas que conocía y todas ellas parecían más bien matrimonios de conveniencia –teóricamente de conveniencia para ambos, aunque en realidad resultaba ser de conveniencia para uno solo y casi siempre era el varón-; casi todas me parecían la unión de dos personas condenadas a vivir juntas, aunque sin ganas, por haberse casado ante la iglesia -no existía entonces el divorcio- y por carecer de la valentía suficiente como para romper el matrimonio por la tremenda y enfrentarse a los conflictos sociales que eso produciría y a una moral anquilosada en la que primaba más el qué dirán que la propia felicidad.

Veía a las personas matrimoniadas y me parecían aburridas. Deduje, porque no me enseñaron sobre las relaciones de pareja, que llegada cierta edad había que casarse, y que para ello era necesario el cortejo previo de la otra parte, la seducción, algún plan básico para el futuro, poner una fecha para la boda, enviar las invitaciones, y casarse para pasar a engrosar la masa de matrimonios desganados.

Sirve como ejemplo el relato que me hizo un amigo sobre su vida sentimental: “Lo que me atrajo de mi primera relación fue que ella era rubia. Y nada más. El tiempo nos hizo ver qué dispares éramos y la nada que teníamos en común. Pero yo ya estaba mentalizado para ello y no esperaba otra cosa de una relación. Cuando acabó aquello conocí a otra mujer con la que tuve una relación de unos pocos meses. Aquello era otra cosa distinta. Aquella mujer me cuidaba, se interesaba realmente por mí, y consiguió que se me despertaran y que manifestara hacia ella unos sentimientos amorosos cuya existencia desconocía. O sea, me confirmaba que sí existía el amor de verdad. Más adelante, en otra relación, aprendí casi todo acerca de lo que NO se debe hacer en una relación, porque hice bastante de lo que NO se debe hacer. Fue con una mujer a la que aprendí a querer cuando ya no estaba en mi vida sentimental, que fue cuando me di cuenta del cúmulo de desastres y desatenciones que tuve hacia ella y de que mis miedos habían boicoteado la relación. Nunca me cansaré de ofrecerle mis disculpas. Por fin, apareció la mujer que me ha enseñado a amar sin miedo, a moverme con facilidad por el mundo de los sentimientos, a expresarle mi amor como jamás lo había hecho antes en mi vida, y a sentir lo que, en mi opinión, se ha de sentir en una relación de pareja. Llegar a este estado me ha costado bastante sufrimiento y perjudicar a otras personas –aunque sin ánimo consciente de hacerlo- por mi desconocimiento del mundo sentimental y de lo que es una relación de pareja. Si me hubiesen enseñando se podría haber evitado”.

Hay personas que han tenido la fortuna de tener en sus padres un buen modelo de pareja del que aprender, y han aprendido bien y están disfrutando en su relación. Otras han puesto muy buena voluntad y mucho empeño, además de perseverancia y amor, y han conseguido con esfuerzo consolidar una buena relación. Otras personas siguen sin saber cómo actuar para hacerlo bien, repiten una y otra vez los mismos tropiezos y parece que no aprenden de ellos y que se boicotean inconscientemente. Otras se castigan con una soledad que no es lo que realmente quisieran, o se engañan, o se lamentan, lloran, sufren o hacen sufrir…

Mi deseo es que a estas últimas personas les aporte algo la lectura de este libro y eso les permita disfrutar en algún momento de una excelente relación de pareja. Les garantizo que es una experiencia casi mística.
También me agradaría que las personas que se consideran fracasadas en el amor y que ya no creen en la pareja sentimental como fuente de felicidad, creyeran –por fin- que tienen derecho a tener una buena relación y se dieran permiso para poder tenerla, y que esta creencia un poco más optimista les anime a dar un paso adelante y afronten el error de su visión negativa de las relaciones, o que se atrevan a ponerse en manos de un profesional que les ayude, y que sea, preferiblemente, el mejor.


Francisco de Sales


 

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