LOS SENTIMIENTOS
El sentimiento es una capacidad expresiva inherente en el ser humano.
La emoción es la reacción que se produce cuando un estimulo exterior entra en nosotros y se encuentra con la capacidad de sentir.
Los sentimientos se han de expresar siempre. La represión de los sentimientos impide el crecimiento de la sentibilidad (capacidad de utilizar los sentidos, los sentimientos y la sensibilidad).
El mundo de los sentidos tiene que manifestarse porque así va creciendo en nosotros la sensibilidad, y ésta es la capacidad de percibir, de vivir, de ampliar horizontes. La sensibilidad no es, como comúnmente asociamos, la debilidad, la fragilizad, la vulnerabilidad, la falta de carácter.
Hablamos con bastante soltura de los sentimientos, incluso a mí se me escapa muchas veces el plural, pero en mi forma de entender sólo hay un sentido inherente en la persona que, como ya estás imaginando, es el AMOR.
El resto de capacidades expresivas del ser humano son la reacción que cualquier situación o circunstancias produce en tu sentimiento; a la forma en cómo se produce la llamamos emoción, y son las emociones las que, según te ha afectado de acuerdo con lo que esperabas desde fuera y lo has comparado con lo que tienes programado en el interior, se llama como lo que nos producen: alegría, tristeza, ira, celos, envidia, etc.
Estas emociones pueden ser reprimidas, lo cual no aporta nada de utilidad, o pueden ser expresadas con la misma intensidad que se sienten.
No deberíamos tener dificultad en expresar las que se consideran como buenas: alegría, beatitud, jubilo, vivacidad, serenidad, satisfacción, confianza…
Más difícil es atreverse a expresar las otras, y, en muchos casos, tampoco te admitirán los demás que así lo hiciéramos.
Este es un asunto que necesita aclaración.
Parece ser que los demás te quieren cuando tienes buena cara y buenas acciones, pero no en la misma medida si expresas temores, iras, celos, desamparos, desalientos, envidias, aburrimientos, etc…
Es curioso que sea así, puesto que tú sigues siendo tú independientemente de qué estés expresando. Te quieren equilibrado y a su gusto. No te quieren cuando te sales de la casilla donde te han colocado. Esto crea un conflicto en tu interior: ¿Quién soy yo?... ¿Cuál de todos?... ¿El que ES él mismo?... ¿El que cambia de careta según con quién esté?... ¿El que reprime algunas expresiones?... ¿El qué quisiera hacerlo?...
En el trabajo de descubrirte buscas descubrir quien eres realmente, y la ecuanimidad que te permita ser más tú mismo, en todos los momentos.
Cualquier cosa que oyes, dices, ves, piensas, haces, o quieres, produce, inmediata e inconscientemente, una emoción. (Una buena definición de la Vida sería decir que es la suma de todas las emociones que hemos sentido)
A lo largo de la vida, oímos constantemente palabras. La misma palabra varía al convertirse en emoción dependiendo de quién, cómo, y cuándo la ha dicho.
Verás… ¿quieres palabras?... toma: transbordador, coche, cepillo, cerilla, tomate, palangana, perro, brújula, despertador, esfera, ojo, extraño… ¡ah!, ¿Las quieres con sentido?... El boxeador ha golpeado a su adversario… ¿Tampoco?... es una frase que está bien construida gramáticamente, ¿Qué es lo que no te gusta?... ¿Qué no tiene sentido?...
¡Sí tiene sentido!... ¿Que no tiene importancia?... para el boxeador sí la tiene, y quizás también para el aficionado al boxeo, para la prensa, para los que apostaron por él, para sus familiares, para su preparador… ¡ah!, ¿Quieres palabras bien ordenadas, que tengan sentido e importancia, y que no sólo satisfagan tu curiosidad o inteligencia, sino que “despierten algo más”?... ¡ah!...¿Que te emocionen?... ¿Que creen en tu interior una afinidad y una vibración más alta?
Eso no depende de las frases ni de las palabras; eso que pides es una emoción que sólo se producirá si está receptivo tu sentimiento.
Si digo: “hijos”, no se despierta la misma emoción para los que son padres amantes de sus hijos que en los que lo son por obligación y sin vocación; ni en los que no son padres por falta de edad que en los que no lo son por libre voluntad. Y así podría seguir con más ejemplos.
Lee esto con voz seria: “Arquímedes descubrió que todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba igual al peso del volumen de agua desalojado”. Y lee esto con emoción “Esta mañana mi hija ha dicho, por primera vez, mamá”… ¿Acaso no es más importante el enunciado de Arquímedes que una simple sílaba repetida como mamá?... ¿Por qué te despierta una emoción distinta?... ¿Qué clase de receptividad hay en mi sentimiento de amor, que reacciona de una forma distinta y sin valorar la gramática?
Lee esto serio y con rabia: “Te odio, hijo de puta”. ¿No es acaso lo correcto que cuando expreses ese odio pongas en ello toda la rabia acumulada, todas las emociones negativas que te produce?... ¿No es lo correcto gritar al decir, y golpear si hace falta, y moverse alterado, y liberarse junto con lo dicho?
Lee esto, muy serio, casi enfadado: “Una madre sostiene en brazos su hijo recién nacido y le dice: cuánto te quiere mamá, muá, muá, te muevo en mis brazos y te repito, cuánto te quiero mamá…”.
Léelo de nuevo con tono amable, ¿suena mejor?, ¿No es mejor transmitirle al niño el tono de voz y la caricia con que lo coges en los brazos, o poner en la mirada cuánto se siente por él?... ¿No será mejor transmitir la emoción, que las palabras que la definen el hecho en sí?
¿Te atreves a reflejar en palabras la emoción que produce, un orgasmo, un amanecer, una brisa junto al mar, una mirada, una palabra de amor, o un escalofrío…?
Hace tiempo pensé una frase que dice así: “la emoción que puede contarse con palabras deja de ser una emoción para convertirse en una definición “. Lo cual no es lo mismo.
Las situaciones que te suceden también cambian de sentido dependiendo dela emoción que se produce.
¿Has observado alguna vez los síntomas de estar enamorado?... ¿No?... Mira: insomnio, taquicardias, pérdida de atención, pérdida de apetito, alteración del sistema nervioso, falsa idealización, irrealidad en la ensoñación, etc… Así tal como se cuenta, no parece que sea muy atrayente pasar por este trance, pero cualquiera que haya estado realmente enamorado sabe que esto es así, y todos ansiamos pasar por esa misma situación.
Lo importante no es lo que el otro dice, sino lo que mueve en mi: de agradable, de enojo, de aceptación, de inconformidad…
La capacidad de vivenciar con toda la intensidad las emociones hasta llegar a la profundidad; es lo que diferencian el vivir con minúsculas del VIVIR con mayúsculas.
Algunos de los momentos más agradables de la vida pueden ser compartir una risa amplia y sonora con alguien querido, pasear en silencio con los sentidos puestos en el ambiente o el paisaje, escuchar una música de cualquier tipo desde el Centro, dejar volar al pensamiento tras un recuerdo amable, atreverse a decir a alguien lo que se siente, poner en palabras la inspiración que todos llevamos dentro, sentir un intenso e inmenso escalofrío, llorar de felicidad ante un descubrimiento, abrazar, compartir, acariciar, amar… el resto del tiempo podría quedarse en un simple innecesario de vida, o una rutina.
Las emociones son la base de la vida, porque sobre ellas se sustenta lo que eres y en ellas se basan todas tus acciones, y por ellas se producen todos tus encuentros.
Negar las emociones es negarse a respirar, o imponerse el castigo de no abrir lo ojos nunca; es negarse a recibir el crecimiento a través de lo que cada emoción incorpora a uno; es negar que esa es la esencia y el fundamento personal.
Si Dios nos hubiera querido insensibles, no habría puesto en nosotros esta capacidad inevitable y enriquecedora; si Dios hubiera querido unos seres monótonos y uniformes, no habría implantado en alguna parte de nosotros una cualidad que se está expresando constantemente, o no habría creado cosas tan innegables como el sol, el mar, el cielo, las flores, la vida…
La vida es más emocionante si uno se permite emocionarse.
