SLOW LIFE: 20 REGLAS ESENCIALES PARA APRENDER A DISFRUTAR MÁS LA VIDA
Seguramente, muchos de nosotros hayamos tenido que bajar nuestro ritmo de vida habitual en los últimos meses de forma forzosa, a consecuencia de la crisis global y transversal originada por el COVID-19. En este caso, es posible que la ausencia o reducción del trabajo, de las reuniones o de los compromisos sociales nos haya puesto por primera vez en años en la disposición de tener tiempo libre. Quizá esto nos haya permitido también pararnos a pensar y replantearnos si el acelerado ritmo de vida que llevábamos hasta esta abrupta interrupción era realmente deseable. Muchas personas se han visto últimamente en esta tesitura, y por ello, han surgido voces que han vuelto a poner de moda los conceptos de slow life, slow living o vida slow. Más allá de servir como excusa para rellenar feeds de Instagram, estos términos hacen referencia a una forma de vivir el día a día de nuestras vidas de manera más pausada y consciente. Todo un planteamiento vital que nos permita ser más felices y disfrutar más de nuestro tiempo, empleándolo en cosas realmente significativas. Por ello, hoy queremos dedicar unos minutos a ver qué es esto de la slow life, cómo surge y por qué es interesante incorporar esta forma de pensar en nuestros quehaceres diarios. Y, sobre todo, veremos 20 reglas esenciales que nos permitirán poner en práctica la slow life para disfrutar más de la vida. Pequeños consejos o tips que podremos aplicar progresivamente para ser más felices.
¿QUÉ ES SLOW LIFE?
Slow life significa literalmente “vida lenta”. El término engloba, más allá de una simple tendencia, toda una filosofía de vida, contemplando todo tipo de aplicaciones prácticas para bajar el ritmo en distintos ámbitos vitales: en las relaciones personales, en el trabajo, en el tiempo de ocio, en la alimentación, en la práctica del deporte, etc. El planteamiento de base de movimiento slow life es que el ritmo de vida actual en Occidente es insostenible e insano. Esto se manifiesta en una priorización absoluta del trabajo sobre el resto de aspectos de la vida; en un consumismo desatado que no quiere que reflexionemos nada, haciéndonos vivir a la carrera; o en la imposibilidad de detenernos a pensar en las cosas que realmente importan, lo que nos impide disfrutar plenamente de nuestro tiempo en el sentido más profundo de la palabra: nos impide disfrutar de nuestra existencia.
¿Pero de dónde viene el movimiento slow life? El término surge por analogía con el movimiento slow food. Este otro término surgió en 1986 en Italia, para definir a un movimiento en defensa de la gastronomía tradicional liderado por el sociólogo Carlo Petrini. Este movimiento se forja como protesta y llamada de atención ante la proliferación de establecimientos de comida rápida como McDonald’s en la ciudad de Roma. En el país de la dieta mediterránea y del dolce far niente, aquello resultaba prácticamente sacrílego. Así, el movimiento slow food proponía, y propone, una vuelta a los valores tradicionales de la gastronomía: el respeto de los productos naturales, el consumo de alimentos ecológicos y poco procesados, la preferencia por productos locales y de temporada, y la sostenibilidad de todos los procesos relacionados con nuestra alimentación, principalmente. Pero también con la lentitud explícita del propio acto de alimentarse: poder tomarnos nuestro tiempo, saborear nuestros alimentos, detenernos para apreciar los aromas, colores y texturas de cada bocado… Tener, en definitiva, una experiencia más satisfactoria y plena, incompatible con cualquier tipo de prisas.
Desde los años 80 hasta la actualidad, el movimiento slow food ha ido ganando adeptos y hoy cuenta con cientos de miles de seguidores en todo el mundo. Pero el mayor éxito del movimiento slow food, sin duda alguna, es que su modelo es extrapolable a otros ámbitos muy diversos. Así, a lo largo de estos años, han surgido propuestas como el turismo slow, la slow fashion, las slow cities, la educación slow o el sexo slow, entre muchas otras. Todas estas propuestas plantean formas alternativas de realizar estas actividades, desde un enfoque de ser conscientes y de disfrutar del momento, y de la sostenibilidad de los impactos ambientales y sociales asociados a ellas. Al conjunto de todas estas prácticas slow o a una visión de conjunto de todas ellas, es a lo que podemos referirnos como slow life. El acuñado del término suele atribuirse al periodista y escritor canadiense Carl Honoré, autor del libro Elogio de la lentitud (2004, HarperSanFrancisco).
20 CONSEJOS PARA DISFRUTAR MÁS DE UNA VIDA SLOW
Los beneficios de bajar el ritmo en nuestro día a día son muchos y variados: mayor salud física y mental, más vitalidad y energía, mejora de las relaciones familiares y sociales, mayor productividad, más ahorro… Practicar la slow life nos hace, en resumen, más felices. Por ello, vamos a ver 20 pequeños consejos o tips que podemos seguir para incorporar la filosofía slow en nuestra vida cotidiana.
1. Detenerse, bajar el ritmo, observar las pequeñas cosas cotidianas.
El movimiento slow life tiene que ver con todo esto, con saber parar para poder apreciar los matices de la vida. Con no dejarse llevar por el acelerado ritmo de vida actual que nos impide apreciar aquello que realmente nos hace felices y que nos impide disfrutarlo plenamente.
2. Ser conscientes del momento presente.
La vida slow no es sinónimo de falta de actividad, no debe asociarse a una ociosidad perezosa. Ni siquiera se refiere únicamente a hacer lo mismo que hacemos normalmente pero más despacio. Tiene más que ver con tomar conciencia del ahora, de concentrar nuestra mente en lo que hacemos en cada momento, sin injerencias de pensamientos sobre el pasado o sobre lo que tenemos que hacer en el futuro.
3. Meditación, mindfulness, reflexión, yoga…
En relación con el punto anterior, la vida slow contempla la realización de actividades como la meditación, el yoga o el mindfulness. Prácticas que nos ayudan a situar nuestro pensamiento en el momento presente y nos permiten relajar cuerpo y mente.
4. Disfrutar del tiempo en la naturaleza, al aire libre.
La naturaleza lleva su propio ritmo, nos invita a la contemplación de su majestuosidad y nos ayuda a bajar el ritmo. Por ello, reservar tiempo para disfrutar de la naturaleza es fundamental para una vida más sosegada.
5. Cuidar las relaciones personales. Conectar con la comunidad que nos rodea.
El ritmo de vida acelerado, las grandes ciudades, las redes sociales… Cada vez hay más impedimentos para comunicarnos cara a cara. Cada vez es más difícil conectar con las personas que nos rodean y con la comunidad en la que desarrollamos nuestro día a día. Valorar estas relaciones, facilitar los momentos de encuentro y velar porque los impactos de nuestra vida en el resto de la comunidad sean positivos son otro punto muy importante a tener en cuenta para una slow life. La comunicación y la escucha son pilares fundamentales para la vida sosegada.
6. Evitar el consumismo. Deshacerse de lo innecesario.
Para poder llevar una vida slow debemos conocernos, analizar nuestra vida y pensar en qué es lo que realmente nos hace felices. Si lo hacemos, encontraremos que raramente lo material es lo más importante. Así, la slow life nos invita a ser consumidores conscientes y responsables y a deshacernos de lo que no necesitamos. Muchas de las compras que hacemos son impulsivas y solo obedecen a que asociamos ciertos objetos a un estatus social determinado. Si entendemos que estas cosas no nos llenan como personas, será fácil prescindir de ellas.
7. El pequeño comercio tradicional por delante de las grandes cadenas.
Nuestro consumo no solo nos afecta a nosotros, sino que también produce un impacto sobre la naturaleza, sobre la sociedad y sobre la economía que nos rodea. Así, siempre que podamos haremos nuestras compras en pequeños comercios y comercios locales antes que en grandes cadenas. Así contribuiremos a revitalizar el tejido económico de nuestro entorno.
8. Usar la tecnología cuando nos facilite la vida.
El movimiento slow life no se opone al uso de la tecnología, al contrario, promueve su uso siempre que nos ayude a llevar una vida más plena, más feliz y más sostenible. La clave es que utilicemos la tecnología como medios, como herramientas, no como fines.
9. Desconecta de las redes sociales y los dispositivos electrónicos.
En la actualidad, millones de personas viven siempre conectadas a sus dispositivos, a Internet y a las redes sociales. Esta conexión virtual en realidad supone una falta de comunicación real con las personas y un aislamiento del mundo real. Debemos dosificar el uso de nuestros dispositivos y de nuestras redes sociales, para evitar tirar nuestro tiempo en algo vacío.
10. Disfruta del silencio, de un menor nivel de ruido.
Los ruidos estridentes, los volúmenes demasiado elevados, el ruido constante… todas estas cosas nos ponen más nerviosos y nos incitan a ir más rápido. En una vida tranquila, el silencio es un bien preciado. Disfrutar de músicas suaves de cadencias lentas nos ayudará a bajar nuestro propio ritmo de respiración y nuestras pulsaciones. Silenciar las notificaciones de las aplicaciones que no sean fundamentales en nuestro móvil o configurar tonos de llamada o alarmas más suaves también nos ayudará.
11. Slow Food. Producto local, de temporada, sin procesado, ecológicos.
Como no podía ser de otra manera, una vida slow contempla la práctica del movimiento slow food: consumir alimentos sanos, locales, de temporada y preferiblemente ecológicos. La alimentación es una pieza fundamental de nuestra salud y de nuestra felicidad, además del origen mismo de toda esta forma de pensar slow.
12. Cocinar nuestra comida y comer sin distracciones.
Cocinar también es un placer en sí mismo. Cocinar nos hará valorar más nuestra comida, nos ayudará a estar unos minutos centrados en una única tarea y nos permitirá bajar el ritmo. Comer es vital para nuestra supervivencia, por lo que debemos darle la importancia que se merece y no comer en 5 minutos mientras trabajamos o mientras vamos de un lado para otro. Nuestra salud nos lo agradecerá. Una buena práctica recomendable para poder comer sano a diario es cocinar en cantidad y de forma planificada para toda la semana, así tendremos más tiempo para disfrutar de la comida y no tendremos que recurrir a alimentos industriales y excesivamente procesados.
13. Ordenar, en general.
Empezaremos por ordenar nuestra casa, nuestro lugar de trabajo, nuestro armario, etc. El orden de los espacios que habitamos nos ayuda a tranquilizarnos y a estar más relajados. Esto, se reflejará también en un mayor orden en nuestra vida. Las propuestas de la slow fashion nos ayudarán a evitar el consumismo al comprar ropa, reduciendo nuestro impacto ambiental y permitiéndonos ahorrar tiempo y dinero que podemos invertir en cosas más importantes.
14. Trabajar para vivir.
Y no al revés. El trabajo solo tiene sentido como medio de vida. Una vida más lenta no implica la vagancia o el rechazo al trabajo. El trabajo es importante porque nos sirve para realizarnos, nos permite vivir con bienestar y nos facilita conseguir nuestros proyectos vitales. Pero dicho esto, el trabajo no lo es todo. Ni siquiera es lo más importante desde el enfoque slow. Este punto es complicado de abordar, más aún en un contexto económico global de crisis y precariedad laboral. Hay personas que sencillamente no pueden elegir cuánto trabajan. Aún así, siempre que podamos debemos saber desconectar del trabajo, tomarnos descansos periódicos y descartar las tareas innecesarias. Aplicando la filosofía slow al ámbito laboral, veremos que nuestra productividad se ve mejorada.
15. ¿Multitarea? No, gracias.
Ya lo dice el refrán: “Que quien mucho abarca, poco aprieta”. Por mucho que quieran vendernos el hacer varias cosas a la vez como una forma de optimizar el trabajo u otras labores, la realidad es que nuestra capacidad de concentración es limitada y que nuestro cerebro necesita descansos. Siempre haremos algo mejor si nos concentramos solo en ello, lo que nos permitirá también disfrutar del proceso. Y además lo haremos antes y optimizaremos nuestro tiempo.
16. Turismo Slow.
El enfoque del slow life no se olvida de las vacaciones y del turismo. Así, propone la práctica de un turismo sostenible, limitando los destinos y los itinerarios. También pausando el ritmo del viaje, para poder tener una inmersión más profunda en los lugares y culturas que queremos conocer.
17. Educación Slow.
El ritmo de vida acelerado no solo nos afecta a los adultos, también los niños y adolescentes pueden sufrir estrés y ansiedad debido a que les falta tiempo en su agenda. Un exceso de deberes y de actividades extraescolares suelen ser los principales responsables de ello. Disponer de tiempo para el juego, e incluso aprender a tolerar los momentos de aburrimiento, les ayudará a desarrollarse mejor en la vida adulta.
18. Llevar un diario de lo que hemos hecho en el día.
Llevar un diario puede ser una gran herramienta para poner en práctica la slow life. No tanto para anotar nuestros planes de futuro o nuestras inquietudes, sino más bien como registro de nuestra actividad diaria real. ¿Qué habíamos planeado hacer? ¿Qué hemos hecho realmente? ¿Qué actividades nos han hecho disfrutar más durante este día? Estas reflexiones nos permitirán conocernos y planificar nuestros días en base a lo que vayamos aprendiendo.
19. Planificar nuestro día a día.
Para no tener la sensación de que nos falta el tiempo, lo ideal es que podamos planificar nuestro día a día. Para ello, debemos hacerlo con expectativas bajas sobre las actividades que queremos abordar, ya que siempre surgen imprevistos que nos hacen modificar la agenda. En esta planificación, debemos reservar explícitamente tiempo para hacer las cosas que nos gustan, para nuestros hobbies, etc. Si no lo hacemos, es muy posible que cuando llegue el día, otro tipo de compromisos u obligaciones se coman ese tiempo. También nos ayudará aprender a decir no a aquellas actividades que no queremos o no podemos atender. Madrugar es otro buen hábito que nos servirá para quitarnos la sensación de que el reloj está siempre pisándonos los talones.
20. Hágalo usted mismo.
Cualquiera que haya hecho un pequeño trabajo de artesanía o un proyecto Do It Yourself sabe lo gratificante que es hacer algo con las manos. Este tipo de actividades requieren una concentración plena en lo que estamos haciendo, por lo que librean nuestra mente de otras preocupaciones y nos ayudan a bajar el ritmo y a relajarnos.
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Si has llegado hasta aquí, ahora conocerás un poco mejor qué es esto de la slow life. También habrás aprendido 20 consejos para comenzar a poner en práctica este planteamiento para conseguir tener una vida más lenta y plena. Esperamos que la lectura de este artículo te haya ayudado también a bajar un poco el ritmo.