¿HAY QUE PREVER O HAY QUE PREOCUPARSE?
En mi opinión, el hecho de no tener claro lo que son cada una de las cosas con las que tratamos nos aboca a padecer en muchas ocasiones un sufrimiento innecesario del todo.
La preocupación lleva implícita una predisposición negativa o pesimista ante lo que se está tratando, de modo que al estar influidos ya desde antes de afrontar lo que sea que tengamos que afrontar, ya estamos en inferioridad de condiciones y preparados para rendirnos al mínimo embate de la vida.
PREVER es prepararse, pero sin el estado de ánimo intranquilo que nos inculca la preocupación, sino desde la objetividad, la serenidad; con la capacidad de ser ecuánime ante aquello que se esté previendo. Esta “frialdad” o “serenidad”, que no es más que integridad y equilibrio, es el elemento necesario para que no nos engañen las inquietudes por lo que pueda venir.
PREVER (pre-ver: ver antes de) es conocer de antemano, o intentar conocer en el momento en que la mente está lúcida, sin agobios, y por lo tanto puede encontrar el equilibrio imprescindible para actuar y comportarse del modo adecuado. Se prepara uno para futuras contingencias, pero se prepara tranquilamente y con la mente clara.
PREOCUPARSE (pre-ocuparse: ocuparse antes de) es ocuparse anticipadamente de algo, pero sólo nos preocupamos ante aquellas cosas que creemos que nos pueden producir intranquilidad, temor, angustia, nerviosismo… esas emociones que se convierten en estado o modo de ser o de actuar.
Al presentir que el asunto sobre el que uno se va a preocupar es inquietante, uno se pone en guardia suponiendo un ataque que tal vez no se llegará a producir nunca… salvo en la mente desquiciada e innecesariamente sufridora de quien se anticipa a lo que puede venir, pero lo hace desde una tensión intranquila ante aquello en lo que uno se siente en inferioridad de condiciones, vencido, asustado, angustiado.
A la vista de los datos anteriores, parece que es más interesante saber prever las cosas, ver las posibilidades que se pueden dar ante cierto hecho, y tener una pre-respuesta o una pre-solución pero abiertas a ser cambiadas en el último momento si es preciso. El hecho de tener algo ya preparado –por si se presenta eso que se está previendo- aporta una tranquilidad para utilizar en el momento que suceda, porque uno ya estará preparado y eso da la confianza suficiente como para enfrentarse a lo que sea con seguridad, con tranquilidad, sabiendo que se lleva escondido en la manga un comodín que podrá utilizar cuando sea preciso.
La distancia que se pueda poner entre uno y lo que se trata de ver o resolver es importante.
Al prever, se consigue no sentirse implicado y afectado –que es lo que puede pasar si se preocupa uno por lo que esté pasando-, o si lo deja para resolverlo en el momento en que esté sucediendo.
De todos es sabido que no se deben tomar decisiones en los momentos de euforia -serían erróneas por el exceso de optimismo- ni en los momentos de tensión o de nervios, ni en los de tragedia -porque estarán afectados por el estado de ánimo y no tendrán la luz y ecuanimidad que aporta la reflexión serena y desapegada-.
Con la práctica, y el deseo de hacerlo, se llega a conseguir prever en vez de preocuparse.
Pruébalo. Aprende a hacerlo. Te puedo asegurar que te alegrarás de este modo de afrontar los asuntos; es mejor si los puedes PREVER en vez de PREOCUPARTE.
Te dejo con tus reflexiones…