TENGO QUE HACER LO QUE QUIERO HACER
En mi opinión, esta aparente contradicción entre “tengo” y “quiero” del título tiene una explicación lógica y necesaria, ya que en algún otro artículo he escrito que para hacer una cosa hay, básicamente, dos planteamientos o modos distintos aunque lleven al mismo resultado que es… hacer algo.
En el “tengo” hay implícita una obligación o una imposición, y eso puede crear una resistencia interna desde la parte que se siente en libertad para poder elegir y no tener que hacer las cosas por exigencia, y esta parte parece tener más fuerza –pero una fuerza rabiosa- que la otra, más comprensiva, que sabe que algunas cosas es conveniente hacerlas aunque no sean satisfactorias.
En el “quiero” la actitud es totalmente opuesta, porque al realizarlo uno está haciendo lo que realmente quiere, lo que es su voluntad y deseo; hay satisfacción en la acción porque con ella se persigue lograr algo ansiado.
Encarar un asunto desde el “tengo” no anima, no pone una sonrisa en la boca, mientras que desde el “quiero” hay gozo y ganas.
Pero… ¿qué pasa cuando nos sorprendemos en una contradicción ya que queremos hacer algo pero no lo hacemos? Por ejemplo, una persona quiere caminar todos los días porque además de ser beneficioso para su cuerpo es algo que le gusta, pero… un día dice estar cansado, otro que hace frío, otro que hace calor, otro que es tarde, o que es pronto… excusas. Quiere hacerlo por propia voluntad y no por imposición, pero… no lo hace.
¿Es conveniente entonces aplicar el “tengo que hacer” y obligarse a salir a caminar incluso sin ganas y con frío o calor? A pesar del rechazo inicial a querer salir uno sabe que es lo mejor para él y que, además, el que se está quejando y poniendo pegas no es él mismo, sino el Yo vago o el Yo perezoso o en Yo protestón que por todo se queja.
Opino que no merece el conflicto que eso crea y que hay que salir a caminar a pesar de todo. Uno sabe que cuando venza esa resistencia inicial, posiblemente inconsciente, cuando haya dado los primeros pasos, empezará a sentir la compensación satisfactoria por haberse “obligado” y empezará a disfrutar. Y cuando regrese a su casa tendrá el bienestar de haberse impuesto a sus propias rebeldías. Y esto mismo se puede y se debe aplicar a todos los conflictos cuando se presenta un “quiero hacer” pero no se termina de hacer voluntariamente.
Yo soy uno de esos que no hace todo lo que realmente quisiera hacer, y soy de los que me tengo que empujar en ocasiones para vencer mis propias resistencias. Soy de los que tienen conversaciones internas por la noche en la cama tratando de convencerme de que he de cumplir mis deseos y mis propósitos y para eso no tengo más opción que ponerme en marcha, aunque sea con el empujoncito de “tengo que”, obligándome, porque si no lo hago así tengo que asistir con cierta desolación a la frustración de ver cómo se van algunos días un poco vacíos y tengo que consolarme cada noche con la promesa siempre incumplida de que mañana sí voy a hacer todo lo que quiero hacer.
Algunas personas se habrán visto reflejadas en esta contradicción entre el “quiero” y el “no hago”. Tal vez sea conveniente tener ya esa conversación definitiva sobre este asunto y empezar a hacer ya las cosas que uno realmente quiere. Aunque “tenga que” obligarse.
La otra opción es seguir desperdiciando las limitadas ocasiones de las que disponemos y llegar al venidero Tiempo de los Arrepentimientos con motivos suficientes de quejas que llevarse, dolorido, a la eternidad.
Te dejo con tus reflexiones…