¿HICISTE FELICES A LOS OTROS?
En mi opinión, proporcionarse felicidad es una responsabilidad y obligación personal. La felicidad que nos aporten los otros la podremos añadir a la nuestra y siempre será bienvenida. Creo que, además, tenemos que colaborar también en la felicidad ajena. Y si todos hacemos felices a los otros también recibiremos felicidad de los demás.
Se cuenta que cuando un Rey Egipcio moría y su alma llegaba al Cielo le hacían dos preguntas. De sus respuestas dependía que le dejaran entrar o no.
La primera era: ¿Has encontrado la felicidad en tu vida?
La segunda era: ¿Has proporcionado felicidad a otros?
Seguramente esto no será cierto -ningún Rey volvió para confirmarlo- pero me parece una propuesta interesante para reflexionar, y dos preguntas cruciales que no deberíamos desperdiciar y podríamos aprovecharlas para nosotros, aunque no seamos Reyes.
¿HAS ENCONTRADO LA FELICIDAD EN TU VIDA?
A mi edad, y después de dar muchos tumbos por la vida, me encuentro la felicidad en sitios donde antes ni siquiera se me hubiera ocurrido buscarla: en los lugares más insospechados, en los actos más sencillos, en las cosas más simples, incluso hasta en la felicidad de los otros que se me contagia gratamente.
Mi corazón, que durante muchos años –demasiados- no estuvo en contacto con los sentimientos amorosos naturales, ahora se sorprende y tiembla alegremente cuando siente un cosquilleo -que más parece un terremoto- emocionándole, y se siente con derecho a manifestarlo con alguna de esas lágrimas que durante tanto tiempo contuvo –y que tal vez estén caducadas, pero siguen vivas-.
El Yo que soy, el Alma, el Maestro Interior, Dios, o quien sea que se pasea por mi corazón, me está proporcionando una felicidad discreta que no necesita de alardes, ni precisa de una carcajada sonora para rubricarse, sino que se ha aposentado directamente en la mirada y la ven hasta los más escépticos, o se presenta a los otros con la forma de unos brazos sinceros que desean convertirse en abrazo que acoja a los otros, y ya se ha consolidado –curiosamente- como un estado interior de una paz aposentada que se sabe feliz aun cuando algunas circunstancias momentáneas o temporales pretendan contradecirlo.
La felicidad me ha encontrado porque me he dejado encontrar. Que es más mérito suyo que mío. Por mi parte, lo que he hecho es rebajar las expectativas y aflojar las muy exigentes condiciones que había impuesto –supongo que era cosa de mi ego- para ser feliz.
Ya no es necesario que confluyan un montón de sucesos ajenos a mí para que yo me sienta feliz. Me siento feliz conmigo. En mi compañía. También cuando estoy en compañía de los otros, pero no les exijo a los otros que hagan por mí la que es mi tarea.
Acumulo a estas alturas tantos motivos para sentirme feliz que puedo decir, sin mentir, que sí, que he encontrado la felicidad en mi vida.
¿HAS PROPORCIONADO FELICIDAD A los OTROS?
Sí. Rotundamente. Sin ninguna duda. Tengo la seguridad de haber sido en algún momento una especie de Ángel para algunas personas, he hecho algún milagro que otro –de los facilitos-, he contagiado mi optimismo cuantas veces he podido, he aportado consuelo a quien lo necesitó, he tenido oportunidades para apoyar a quien estaba desolado, he dado cuanto he creído justo y necesario, he tratado de ser amable y lo he conseguido casi siempre, y he hecho cuanto se me ha ocurrido para hacer felices a los otros. Aunque fuera brevemente. Aunque sólo fuera durante el momento necesario para que se reencontraran con la fe o con la esperanza. Aunque sólo fuera inyectando ánimos. Aunque sólo fuera un compañero que acompañara al otro a reencontrar el Camino perdido de la felicidad.
El día que fallezca sé que ocuparé la atención –por lo menos durante un instante o durante una oración- de muchas personas que podrán formar una sonrisa de agradecimiento cuando piensen en mí, y también la de mis familiares cuando recuerden algunas de las cosas que hice, y de esas personas anónimas que alguna vez me dieron las gracias con una sonrisa o con una temblorosa lágrima, y de aquellas otras con las que reí a carcajadas y sintieron y sentí que la felicidad no es un privilegio de Dioses, que no está reservada para unas vidas concretas que se desarrollan en unos ambientes concretos, sino que el Constructor de todo esto y de todos nosotros la dejó al alcance de la mano, para que pudiéramos disponer de ella para nuestro propio gozo y para compartirla.
Esto les responderé a los guardianes del Cielo cuando llegue y estoy seguro de que me dejarán pasar.
Te dejo con tus reflexiones…