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 CÓMO AYUDAR A UNA PERSONA QUE HA PENSADO EN QUITARSE LA VIDA.



Diciembre 23, 2021, 06:06:22 am
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CÓMO AYUDAR A UNA PERSONA QUE HA PENSADO EN QUITARSE LA VIDA.
« en: Diciembre 23, 2021, 06:06:22 am »
CÓMO AYUDAR A UNA PERSONA QUE HA PENSADO EN QUITARSE LA VIDA: ¿CUÁLES SON LAS SEÑALES DE ALARMA? ¿QUÉ NO DEBEMOS HACER NUNCA?

Los psicólogos Pedro Martín-Barrajón y Elisa Alfaro Ferreres han elaborado para EL MUNDO está guía para acompañar de la forma más adecuada a personas que atraviesan un intenso sufrimiento.

Cada día 10 personas se quitan la vida en España. No es un asunto de otros. La mitad de la población general, no clínica, experimentará tendencias suicidas entre moderadas y severas a lo largo de su vida, asegura Pedro Martín-Barrajón Morán, experto en Suicidio y Psicología de Emergencias. ¿Qué podemos hacer si sospechamos que una persona de nuestro entorno está pensando en suicidarse? ¿Cómo podemos ayudarle? Barrajón Morán y Elisa Alfaro Ferreres, psicóloga forense, han elaborado para EL MUNDO está guía para acompañar y tender la mano a personas que atraviesan un intenso sufrimiento y que solo alcanzan a ver la muerte como salida.

CUÁLES SON LAS SEÑALES Y CÓMO ACTUAR

Hay diferentes señales y factores precipitantes en los diferentes grupos de edad. Destaca sobre todos los demás: que la persona lo exprese explícita, o implícitamente. Comentarios como "no sirvo para nada", "estaríais mejor sin mí", "ojalá me acostara y no me despertara nunca...", "No quiero seguir siendo una carga"...deberían alertarnos.
Uno de los mayores errores y con peores consecuencias para una persona en riesgo es pensar aquello de "el que lo dice, no lo hace". Sabemos que más del 80% de las personas que se suicidaron lo había manifestado o había dado muestras de su intención antes. Una de cada cinco personas fueron el mismo día al médico de atención primaria y alrededor del 60% pidieron cita durante la última semana. Estamos fallando en la detección del riesgo porque se tiende a subestimar el sufrimiento de la persona que manifiesta su intención.
UNA SEÑAL CLAVE DE RIESGO DE SUICIDIO ES EL CAMBIO BRUSCO EN EL ESTADO DE ÁNIMO RESPECTO A SU COMPORTAMIENTO HABITUAL.
Hay señales muy obvias y llamativas, como el abandono de la imagen e incluso el aseo personal, un aumento o disminución en la cantidad y calidad del sueño, falta de apetito y desinterés por todo (incluso de las propias aficiones), dificultades de concentración y de rendimiento en trabajo o estudios, gasto injustificado y desproporcionado de dinero, conductas de riesgo, consumo de sustancias...
Otra clave o signo fundamental menos evidente es el cambio brusco en el estado de ánimo respecto a su comportamiento habitual. ¡Ojo con esto y cuidado con estas remisiones espontáneas o mejorías injustificadas! Puede que toda esa calma, ese aumento en las muestras de afecto, esa alegría injustificada , o especial emotividad, signifique que la persona ya lo tenga decidido y esté "despidiéndose" y tratando de dejar sus asuntos cerrados. Lo llamamos "conductas de cierre". La persona trata de "hacer las paces con el mundo". Redactar testamento o últimas voluntades, escribir cartas de despedida, arreglar cuestiones del seguro, la cesión de mascotas, regalar objetos de alto valor sentimental, visitar a familiares o amigos que hace mucho tiempo que no se ve... pueden suponer un riesgo inminente de suicidio.
Los principales factores de riesgo, por orden de importancia serían los siguientes: intentos previos de suicidio, sufrir un trastorno mental (depresión), ser varón (menor de 19 o mayor de 45 años), desesperanza hacia el futuro, aislamiento social y falta de red de apoyo familiar y presencia de ideación suicida.
En el colectivo especialmente vulnerable de adolescentes (por la impulsividad, la magnitud de algunas respuestas emocionales ante algunos sinsabores de la vida, la baja tolerancia a la frustración, la tendencia a la inmediatez), es más difícil detectar la depresión y se manifiesta más a través de la irritabilidad (gritos, portazos, respuestas airadas, actitud desafiante, conductas de riesgo: sexuales, consumo de sustancias, peleas...).
ESCUCHAR SIGNIFICA ESTAR PRESENTE Y SER CAPAZ DE AGUANTAR LOS SILENCIOS DE LA PERSONA QUE SUFRE SIN LLENARLOS DE FRASES HUECAS. NO NECESITAN QUE LES RESCATEMOS DE SU DOLOR.
El uso de múltiples pulseras, muñequeras o manga larga incluso en periodos donde esa ropa es inadecuada, pueden estar ocultando autolesiones, que en ocasiones suponen la "antesala" o el primer escalón de la escalera que termina en suicidio. Que nuestros hijos adolescentes presten menos atención al móvil o cada vez que lo consulten se pongan nerviosos o malhumorados, que aparezcan malestares o enfermedades frecuentes que le impidan asistir a clase o su material escolar se deteriore o aparezca mojado con cierta frecuencia son señales que deben alertarnos sobre un posible caso de bullying, un factor precipitante de suicidio frecuente a esta edad.

QUÉ NECESITA DE NOSOTROS

1. Ser escuchados sin ser interrumpidos, sin que la otra persona trate de "rescatarlos" de su dolor, ni minimizar su nivel de sufrimiento o ser cuestionado sobre si sus razones son o no legítimas o "suficientes". No necesita recibir desautorizaciones o demandas de pronta recuperación, ni ser conducido de manera ingenua "hacia a lo positivo de su vida" con frases del tipo "eres joven, tienes toda la vida por delante...", "¿pero qué te falta a ti en la vida"?, "hay más peces en el mar", "el tiempo lo cura todo"...
Escuchar significa "estar presente" y ser capaz de aguantar los silencios sin llenarlos de frases huecas o el llanto de la persona sin empujarle a que se tranquilice. Supone reprimir su propio impulso de asumir el rol de experto haciendo comentarios moralizantes desde su propia experiencia o comparándole con otras personas.
Hay dos estrategias especialmente importantes en el acompañamiento a una persona en riesgo suicida: normalizar y validar la ideación (darle importancia no validar el suicidio como solución). Normalizar consiste en trasladar a la persona que pensar en quitarse la vida no le convierte en un loco ni en un débil. Miles de personas tienen estos pensamientos a diario. Es solo una respuesta a una situación de intenso sufrimiento, una respuesta reactiva normal que quizá cualquier persona tendría si atravesara esa situación y frente a la cual, es posible encontrar alternativas aunque en ese momento sea incapaz de verlas. Se trata de intentar que cambie la perspectiva de sí mismo de "estoy mal de la cabeza", "algo va mal en mí", "no tengo solución"; por una perspectiva más benévola, pero sobretodo, mucho más realista.
Hay que preguntar directamente y sin eufemismos. Ser cálido y empático y tomarse en serio cualquier manifestación, amenaza o sospecha de suicidio.
Validar es otorgar reconocimiento, importancia y sentido al sufrimiento de la persona en riesgo, aumentando la sensación de conexión y de seguridad con quien le escucha. Para esto es necesario establecer un vínculo causa-efecto. Como posibles causas podemos encontrar: desesperanza, soledad, dolor físico, sufrimiento emocional, tristeza... , que tienen "el efecto" de pensar en el suicidio.
2. Sentir seguridad. Como profesionales o acompañantes de una persona en riesgo debemos proveer de un espacio íntimo donde la persona cuente con las condiciones para poder desahogarse "como le salga", sin presión por la duración de la conversación, de las gestiones burocráticas y donde no se vea juzgado y pueda mostrar su vulnerabilidad y emociones (esto no es en el pasillo de un hospital, ni en plena vía pública).
3. Ser creídas en todo lo que cuentan. Existe una asociación implícita entre la ideación suicida y la enfermedad mental. Frente a esto, puede tener un impacto poderoso para la persona en riesgo saber que el 50% de la población general (no clínica), experimentará tendencias suicidas entre moderadas y severas a lo largo de su vida. Sin embargo, la falta de información y de visibilidad del suicidio nos invita a creer que esto es algo anecdótico, propio de personas con enfermedad mental y no algo que sucede también en las familias "corrientes", tal y como comprobamos diariamente. Cualquiera puede verse desbordado en un momento puntual y plantearse acabar con su vida
4. Ser respetadas en su forma de vivirlo. El sufrimiento de una persona es único y personal así como sus recursos para hacerle frente. No podemos cuestionarle la "calidad o cantidad" de su dolor, ni si tiene derecho o no a experimentar ideación suicida. Cada cual puede tener motivos muy poderosos, legítimos y de verdadero peso desde su punto de vista para quitarse la vida sin ser una idea irracional o una distorsión cognitiva. No quiere morir, quiere dejar de sufrir y atraviesa por una visión de túnel donde solo hay dos alternativas: seguir sufriendo como lo hace o suicidarse y terminar con su dolor.
5. Necesidad de crear impacto: La persona en riesgo necesita sentir que lo que dice "crea un impacto en el otro" e incluso le conmueve. No precisa frases célebres o profundas, solo otro humano con el que compartir, que le acompañe, y esté dispuesto a prestarle ayuda de manera genuina y sincera, a permanecer a su lado e incluso: acompañarle físicamente a urgencias si fuera necesario. La diferencia es clara si distinguimos que el rol no es el de ayudar sino el de acompañar.

CÓMO HABLAR CON UNA PERSONA QUE QUIERE SUICIDARSE

Todos somos agentes de cambio y podemos tender una mano amiga para ayudar a superar una crisis suicida si supiéramos cómo hacerlo. Seguimos teniendo ciertos mitos muy arraigados como que "hablar del suicidio, induce a la conducta suicida" que pueden impedirnos tener esa iniciativa. No se induce la idea suicida en alguien que no la tenga previamente y puede ser la única y la última ocasión de evitar una muerte. Hay que preguntar directamente y sin eufemismos.
- Ser cálido y empático: "Me gustaría saber cómo ayudarte", "¿te serviría hablarme de cómo te sientes?".
- Ser honesto: "No puedo imaginarme cómo es sentirse como ahora te sientes tú, pero si me ayudas quizá pueda entenderte mejor", "me siento impotente por no saber qué hacer ahora". "Muchas personas tienen estas ideas a diario, se trata de personas que están sufriendo mucho, y no encuentran otra solución...".
- Tomarse en serio cualquier manifestación, amenaza o sospecha de suicidio.
- Conservar la calma, transmitir tranquilidad, empatía, preocupación e impacto. "Debes estar pasándolo tan, tan mal para contemplar el suicidio como solución".
-Mostrar esperanza y posibilidades de superación de la situación. El suicidio puede ser una solución eterna, para un problema temporal. "Lo siento, no se cómo ayudarte, me asusta, pero estoy aquí contigo para superar esta situación tan difícil...".
-Intentar encontrar soluciones prácticas, aunque sean temporales. (Dormir esa noche en su casa para supervisar o administrar la medicación si la hubiere, restringir el acceso a todo lo que pueda servir para autolesionarse y acompañarle en todo momento, por ejemplo).
- Ganar todo el tiempo posible. Proponer aplazarlo para otro momento ("vuelve a pensarlo mañana").
- Dejar hablar y desahogarse. Es mucho más eficaz que empezar confrontándole su decisión.
- Buscar ayuda profesional: servicios de emergencias, hospital, Centro de Atención Primaria o Salud Mental. Tener a mano siempre los medios de contacto con todos ellos.
-Si la persona ha manifestado su ideación suicida, preguntarle directamente si ha pensado cuándo hacerlo, cómo, dónde, si ha tomado alguna precaución para evitar ser encontrado, si ha hecho algo para despedirse o ha hecho algo ya para conseguirlo como acumular poco a poco pastillas, comprar una cuerda o un arma...Cuantas más respuestas positivas tengamos a estas preguntas, mayor es el riesgo.

QUÉ NO DEBEMOS HACER

Obviar las señales de alarma o las manifestaciones más o menos claras de su intención. Tampoco debemos confiar en la remisión espontánea o que el "tiempo lo cure todo". En ningún caso, debe minimizarse el riesgo, restarle importancia o frivolizar. Cuando alguien habla de suicidarse no está llamando la atención, está pidiendo ayuda para una situación que no sabe cómo gestionar. Quizá existan casos donde estas peticiones de ayuda sean demasiado frecuentes, desproporcionadas al estímulo o situación desencadenante o intuyamos cierta intención manipuladora o instrumental. Sea como sea, tenemos que prestarle atención.
Puede darse el caso de que la persona que verbalice su intención, incluso se haya provocado alguna autolesión previamente, y esto nos lleve a pensar que "si realmente quisiera hacerlo, ya lo habría conseguido". A mayor número de intentos, mayor es el riesgo. Las autolesiones no siempre son la "antesala del suicidio", pero la práctica repetida puede suponer un aumento del umbral de tolerancia al dolor físico y que la persona, sin pretenderlo termine finalmente con su vida por un "error de cálculo", un resbalón en una azotea, un corte más profundo de lo habitual o una cantidad más letal de fármacos.
Nunca hay que reprender o reprochar ("¿cómo puedes pensar así?", "pero qué te falta a ti si lo tienes todo en la vida", "hay que estar mal de la cabeza para querer suicidarse", "el suicidio es de cobardes"); retar, cuestionar, desafiar o provocar ("Si quisieras matarte de verdad lo harías de otra manera"), ("para suicidarse hay que ser muy valiente..."); desautorizar o minimizar su nivel de sufrimiento, hacer preguntas con respuestas inducidas: "No estarás pensando en hacer ninguna tontería, ¿verdad?", "de todo se sale", "el tiempo lo cura todo", "hay más peces en el mar", "no hay mal que cien años dure", "sal más, distráete..."
Puede aparecer en algún momento, la solicitud concreta de que confiemos en ellos, que ya les hemos convencido y no lo van a hacer y de que guardemos el secreto de lo que nos han contado y apelen a nuestra confianza y confidencialidad. Quiero ser muy explícito con esto: entre su confianza y su vida, nos quedamos con su vida SIEMPRE.
En el caso de los menores, por ejemplo, no hay que dudar en comunicar la situación de riesgo a sus padres o responsables a su cargo. No somos los únicos, ni tampoco los más capaces de evitarlo porque nos lo haya comentado solo a nosotros, debemos compartir esa responsabilidad con otras personas que puedan ayudarnos a salvar la situación.

CÓMO ACTUAR PARA EVITAR FUTUROS RIESGOS

Si acudimos a un hospital después de un intento de suicidio debemos:
-Proporcionar toda la información posible sobre el episodio incluyendo si ha habido intentos suicidas previos, si hay antecedentes familiares suicidas, si hay trastornos mentales o si hay algún tratamiento en ese momento y explicar las circunstancias del intento, cómo fue, si desistió, se arrepintió, fue sorprendido, etc..
-Informarse sobre los ingresos involuntarios por si fuese necesario.
-Si acudimos como acompañantes evitar críticas, y no culpar ni represaliar a la persona.
-Buscar soluciones prácticas para la prevención de una posible repetición del acto.
-Aprovechar el ingreso para analizar, y abordar en familia posibles causas, soluciones y roles entre los diferentes miembros, y minimizar así posibles repeticiones futuras.
- Ante el alta médica, preguntar honestamente a nuestro familiar: ¿Crees que ya ha desaparecido el riesgo como para que te den el alta?, ¿te parece posible seguir las recomendaciones al alta?, ¿cuándo es la próxima cita?, ¿qué ha cambiado desde que empezaste a tener ideas suicidas hasta ahora?, ¿qué más podemos hacer para ayudarte después de salir del hospital?, ¿estarías de acuerdo en hablar conmigo si reaparece el riesgo suicida?, ¿hablarías con otra persona?, ¿con quién?
-Y por supuesto antes de marcharnos del hospital preguntar al medico: ¿Cree que mi familiar está listo para salir del hospital?, ¿ya se fijó una cita de seguimiento con un especialista?, ¿cuál es mi papel como familiar para evitar una recaída?, ¿de qué tipo de síntomas o señales deberían alertarnos?, ¿cuándo debemos buscar más ayuda, como por ejemplo: llamar al 112, volver a emergencias, ¿dónde podemos acudir para recibir ayuda?
-De vuelta a casa: minimizar el acceso a los medios que suponen un riesgo de autolisis: fármacos, cuerdas. productos tóxicos, no humillar o menospreciar, ni incurrir en recomendaciones; seguir las recomendaciones del hospital; facilitar y apoyar en el retorno al trabajo o estudios, y en la recuperación de la vida social, buscar asociaciones de familiares que han perdido a un ser querido por suicidio (supervivientes), proporcionan información útil y grupos de ayuda mutua que facilitan el afrontamiento de posibles incidencias.
No hay que subestimar el riesgo de suicidio, pero tampoco sobreestimarlo ni vivir pendiente de ello e intentar llevar una vida lo más normalizada posible. Es necesario buscar apoyo de terceros que le sean útiles a la persona: un amigo, un familiar concreto y tener a mano sus teléfonos. Pacta con el paciente un 'plan de seguridad' con medidas de actuación que pueda llevar a cabo ante posible desbordamiento y también lugares a los que acudir como el centro de salud más próximo, o que le hagan sentir bien como la casa de un familiar o amigo
Conviene pensar en actividades que faciliten superar la situación de crisis, como apretar hielo como alternativa a los cortes, conocer qué no hacer, intentar estar quieto, vencer el impulso de ir a por las pastillas y disponer de un listado de ideas propias, de razones de vida que puedan servir: "Puedo intentar darme una prorroga"; "es una idea definitiva y otras veces lo he superado" "¿qué va a ser mi hija?"...

https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/salud/2021/09/10/6137448f21efa0d2618b45a1.html


 

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