CÓMO SOLTAR EL DOLOR.
En mi opinión, aferrarse a esa mala costumbre de seguir machacándose masoquistamente por cualquiera de las acciones del pasado que no tuvieron el resultado que uno deseaba provoca un sufrimiento innecesario.
Es imprescindible revisar los enojos, los reproches, los resentimientos, las heridas… todos esos asuntos dolorosos que mantenemos vivos con el recuerdo continuo de lo que sucedió.
Aún no somos capaces de amarnos en plenitud, o sea, con lo bueno y con lo otro. Aún seguimos repudiando a ese yo de nuestro pasado que cometió alguna imperfección. Aún no soltamos el látigo de castigarnos ni nos quitamos las cadenas que nos inmovilizan impidiéndonos continuar hacia adelante.
Aceptar es un verbo cargado de buenas intenciones que colabora para que la paz encuentre incondicionalmente en nosotros un lugar cada vez más amplio, más acogedor. Una maravilla.
Comprender es un verbo generoso y caritativo, capaz de abrirnos la mente y los ojos para ser capaces de percibir el auténtico sentido de ser un maravilloso imperfecto Humano.
Perdonar es el verbo que más sabe de Amor Propio; siempre tiene los abrazos compasivos abiertos. No se cansa de ser noble y tolerante, piadoso y compasivo.
Amar es el mejor de los verbos, el más humano. El más sabio.
Poniendo en nuestra vida esos verbos –y algún otro de los amables- podríamos pegar una barrida a los rencores atrasados, recalentar la frialdad con la que nos tratamos a veces, e iniciar un proceso irrevocable de amistad imperecedera con nosotros mismos. O sea, amarnos. Y borrar las cuentas pendientes que mantenemos vivas. Y absolvernos de tanta injusticia, tanta hostilidad en el trato, tanta distancia entre uno mismo y uno mismo.
Soltar el dolor puede ser sencillo si se afronta desde la aceptación –lo que pasó, pasó y ya es irremediable-, desde la comprensión –ser Humano implica ser imperfecto y ser imperfecto no es malo-, desde el perdón –tal vez no haya otra cosa que sea más grandiosa ni más noble que perdonarse uno mismo-, y desde el amor –de entre todos los amores, el Amor Propio, o sea el amor a uno mismo, es el más necesario-.
Soltar el dolor no significa que el dolor nunca existió. Significa que no controlará más nuestras vidas. Lo que duele es sostener lo que ha de ser insostenible. Hay que dejar que el olvido se haga cargo de algunas cosas del pasado que ya sólo nos aportan más daño.
Tal vez no sea mala idea regalarle unas últimas lágrimas a ese dolor como adiós antes de su partida, y después dejarlo ir llevándose toda su ponzoña. “Juro que es la última lágrima que lloro por ti” es el título de una poesía que escribí y es muy apropiado para esta ceremonia de despedida.
Todos estamos ya en una edad en la que persistir en mantener abiertas las heridas es una grave estupidez. El resto de la vida será más amable si nos descargamos de esos dolores crónicos que arrastramos sin necesidad. ¿Qué sentido tiene mantener vivo el dolor? Será conveniente encontrar una respuesta distinta de esa tan usada de “para no olvidar y no volver a repetirlo”. Cuando uno aprende de verdad, lo aprende para siempre y no necesita cargar con el recordatorio innecesario y perjudicial que es el dolor.
El dolor hay que sentirlo, tocarlo y dejarlo ir. No hace falta retenerlo en contra de su voluntad. Si el dolor es la expresión del Alma por algo desagradable, una vez que lo ha dicho y una vez que hemos aprendido la lección no hace falta mantenerlo artificialmente vivo con el poder de la injusticia de un castigo continuo.
El dolor es sólo un aviso del estado de la conciencia. La parte dolorosa del dolor es una creación propia: el sufrimiento. El sufrimiento no existe, es artificial, es una elaboración de la mente que cree que tiene que castigarse por algo y lo hace de ese modo. Cuando seas capaz de sentir dentro de ti lo que acabas de leer, de un modo irrebatible, cuando lo sientas como propio, empezarás a dejar de sufrir.
Te dejo con tus reflexiones…