Cuando estuve en India, una de las cosas que más me llamaron la atención fue que, aunque según me dijeron sólo un cinco por ciento de ellos tenían ingresos fijos diarios, no mostraban en sus ojos una mirada de angustia, de enojo por su situación, de desesperación…
Me explicaron que ellos tienen muy claro que esta vida es una transición en su rueda kármica, y que no les importa pasarlo mal porque lo bueno viene tras la muerte.
He mantenido conversaciones, en muchas ocasiones, en las que el otro interlocutor, con una situación pésima en cualquiera de los aspectos de su vida, aspectos que pueden ser resueltos con voluntad y dedicación, se abastece de resignación y un conformismo penoso y soporta esta vida, tratando de ser “bueno”, con la intención de que después llegará el Cielo, o la próxima rencarnación, y entonces todo cambiará.
Sin cuestionar en este caso si existen el Cielo o las rencarnaciones, lo que me llama la atención es que, confiados en lo que es posible que en alguna ocasión suceda, se conforman con un innecesario infierno en esta vida.
No creo que Dios quiera en el Cielo unos hijos pusilánimes, sin ánimo ni valor, que se han limitado a gastar y desperdiciar la vida que les ha dado sin sacarle provecho a todas las cosas que ha creado.
Más bien creo que el Cielo es el sitio al que irían quienes se han esforzado en esta vida por buscarse y encontrarse a Sí Mismos, quienes se merecen un premio a una vida de Realización y Amor, y quienes han vivido su vida con intensidad, con optimismo, con ilusión y felicidad.
Creo que lo acertado es vivir esta vida tratando de hacer de ella un Cielo, o ser capaces de ver el Cielo en todo.
Sería bueno que te propusieras conocer el Cielo en la Tierra, buscándolo o creándolo, pero que acabaras la vida con la sensación de que has conocido en vida lo que se supone que hay en el Cielo: Dios, Amor, Paz, Buena voluntad, Felicidad…
Siente esto que has leído.
No pienses, siente.
Y si luego hay otro Cielo, mejor.
Habremos aprovechado una oferta de DOS POR UNO.