MI VIDA SIN VIVIR
Observo
indolente,
desafectado,
como si no tuviese nada que ver conmigo,
cómo mi vida se va acabando,
cómo me llegan silenciosamente los achaques,
cómo se me escapa por momentos la memoria
llevándose como botín mis recuerdos;
cómo disminuye mi agilidad,
cómo me estoy muriendo poco a poco,
sin darme cuenta,
así como tampoco me quiero dar cuenta
de que soy mi responsabilidad,
que VIVIR no es dejar que se acabe la vida,
que las decisiones sobre mí me corresponden a mí,
que pensar requiere mi atención
y reflexionar es mi obligación.
Mi vida no parece mi vida
porque yo no mando en ella.
Se me escapa
y no hago algo por retenerla;
me quejo, eso es cierto,
pero no evito los motivos
que me llevan a la queja.
O sea que… más que VIVIR, lo que hago es sólo morir.
Muero en cada instante,
pero no VIVO en cada instante.
Me queda un año menos que el año pasado
y no soy del todo consciente de que los estoy malgastando.
Me queda un día menos que ayer
y ni siquiera hablar de esto
se convierte en un revulsivo
que me estremezca con una presión feroz
que me haga reaccionar.
Mañana tampoco espabilaré
-de esto estoy casi seguro ahora-
y sumaré un día más
a mis días perdidos.
Y es una lástima.
Es una lástima que sepa todo esto
y no haga lo necesario para remediarlo.
Lo sé: no tengo perdón.
Es imperdonable.
Hoy me necesito más que nunca.
Todo, del todo, entero.
Todo yo siendo YO.
Necesito salirme de la apatía,
de esta indolencia contraproducente;
tomar el mando y
borrar romper tirar cambiar;
morir para renacer,
buscarme,
encontrarme,
recuperarme.
Necesito dejar de ser este estúpido inútil
que está boicoteando y desperdiciando mi vida
y empezar ya, por fin,
a hacerme cargo de ella,
convertirla en VIDA…
y VIVIR.
Este es mi compromiso…
y ahora decido que así será.
Francisco de Sales
(Más poesías y relatos en
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