Hola Francisco.
Bueno, no sé a qué te refieres cuando dices que hay que perdonarse con el corazón abierto, o que hay que dejar que el corazón resuelva el asunto. ¿Es como un deseo, como un anhelo?.
Para mí se hizo fundamental, un tiempo atrás, entender lo más posible todo este asunto del perdón, las circunstancias así me lo exigieron. Y vaya por delante que todo lo que expreso está basado en lo que he experimentado a partir de mi personal, pequeña y singular experiencia. Así, en primer lugar podríamos plantearnos si realmente hay que perdonar o perdonarse, pues tal vez no habría que hacer nada de ésto.
Primero, porque si es sobre acontecimientos y conductas del pasado, éstas ya no existen, con lo que parecería absurdo perdonar o perdonarse por algo que no tiene existencia real.
Segundo, porque si cada cosa que nos pasa es porque nos tiene que pasar, incluídos nuestros errores, faltas y todo lo que se quiera incluir en una supuesta lista de cosas para perdonar, si todo ocurre porque como tiene que ocurrir, su función tendría en su momento, así que tampoco habría que perdonar nada, pues nada estaba mal.
Tercero, porque si hoy decido perdonar o perdonarme sobre el pasado, tal vez esté aplicando valores del hoy, actuales, a hechos que sucedieron con otros valores, con otras circunstancias, con otras expectativas, con otra madurez,..... Así, concederíamos a los valores actuales mucha mayor preeminencia, y tal vez no estaríamos respetando los que tuvimos en esos momentos que hoy firmaríamos perdonar.
Bien, sé que el problema no queda resuelto, pues aunque se me diera la razón en lo expuesto, seguiría existiendo un sentimiento de pesar, de arrepentimiento, que es, el que en el fondo, buscaríamos "limpiar", dejar a cero.
Supongamos dos hermanos que, para repartirse una herencia, y dado lo complejo del asunto, deciden que sean sus respectivos abogados los que se pongan de acuerdo. Ellos se llevan perfectamente, se aman, y no sólo son hermanos terrenales, sino en espíritu también.
Los abogados, en cambio, manejan otros valores. Cada uno tiene un esquema de lo que es correcto e incorrecto y quiere imponerlo a los demás. Así, a pesar de que sus representados se muevan en el amor, ellos, más por su propio concepto de las cosas, que por las cosas en sí mismas que tratan, inevitablemente acaban enfrentados. Y cada vez que uno no cumple la expectativa del otro sobre lo que ha de hacer, es declarado "culpable" por el otro. Ambos actúan igual, si el otro no hace lo que se espera y desea, se le percibe y se le expresa que es culpable.
Pero hay más: cuando las expectativas de cada uno no se cumplen respecto a sus propias actuaciones, son capaces de sentirse ellos mismos culpables por no haber llegado hasta donde querían llegar. O creían que podían llegar.
Los hermanos son nuestro Ser esencial, intemporal y Amor.
Los abogados son nuestros Egos.
Los abogados, aunque representen a los hermanos, no son los hermanos.
La mente-ego genera expectativas, basadas en todo aquello que creemos y con lo que nos identificamos. Así, se forja una realidad de deseos a alcanzar, de ideales, de creencias, expectativas, en fin, todo aquello con lo que nos identificamos.
¿Cómo funciona el mecanismo?. Todo aquello o aquel no cumpla el deseo o expectativa de ese ego caprichoso, es catalogado como malo y se le declara culpable. Y esta culpabilidad, para que veáis lo poco inteligente que es el ego, puede dirigirse hacia el propio sujeto que posee ese ego. Es lo que ocurre cuando nos sentimos culpables: hemos quedado mal delante de alguien, hemos sido egoístas, no nos hemos forzado lo suficiente, no hemos cumplido con lo que "creemos"....... Y ésto es lo que nos haría hacer una lista parecida a la tuya, Francisco.
Profundicemos un poco más en qué sería éso de perdonar a los demás. En su momento hicimos un juicio negativo sobre una conducta del prójimo. No cumplió nuestro deseo, expectativa o anhelo. Así que se le declaró culpable.
Para perdonarle, deberíamos levantarle la condena impuesta ¿verdad?, algo así como "
te declaro inocente de aquello que yo te culpé, porque me permití juzgarte según unas expectativas puestas en tí, las cuáles no tenía derecho de proyectar ni exigir, porque ello representaba una falta de respeto por mi parte a tu libertad".
O dicho de otro modo, "
Te declaré culpable porque no cumplías lo que deseaba de tí, cuando debía simplemente haberte aceptado como eres, pues no puedes ser de otro modo que como eres".
O dicho más bonito, "
Me veo intentando perdonarte, porque cuando te condené no me movía en la Aceptación, sino en el mundo dual de la mente-ego, en el mundo del Apego, del Deseo".
Así, intentar perdonar al prójimo te lleva inevitablemente a descubrir cómo juega el ego a sobrevivir: utilizando el castigo. En el momento en que lo aplicamos, producimos separación, nos alejamos mental y espiritualmente del otro, pues ya no es un igual, sino un reo.
Y lo mismo si la culpa es respecto a nosotros: nos alejamos de nosotros mismos, perdemos lo que se llama autoestima, dejamos de confiar en nosotros mismos, y, fundamentalmente, experimentamos un sentimiento de soledad. El ego, una vez más, mediante la culpa, consigue separar. Hasta a uno de sí mismo.
El intento de perdonar puede convertirse entonces, y afortunadamente, en la oportunidad para descubrir el truco del juego:
la culpa. Y juegas a la culpa tanto si la aplicas -haciendo culpable al otro o a ti mismo- como si te sientes afectado por ella. Vaya, si juegas a ser abogado, da igual de qué hermano lo seas.
Pero la culpa no puede afectar al Ser esencial que somos, sólo es válida a nivel de las mentes. Así, si te mueves en la inconsciencia de la mente, toda esa separación la ves "normal", puedes culpar con la misma facilidad que sentirte culpable. No te das cuenta que no eres libre, y que estás siendo dirigido por el ego.
Llevado a su último término, cuando descubres ésto lo que experimentas es un profundo sentimiento de gratitud, de paz, de calma. No había deudas tuya anotadas en ningún libro, pues has descubierto que los hermanos se siguen amando y todo el conflicto es sólo cosa de sus abogados, hacia los que, por cierto, empiezas a generar desconfianza.
Pero a la vez, has ganado capacidad de comprensión, uno de los elementos del Amor: has comprendido lo ilusorio del juego y te costará más culpar, aunque aún te seguirá saliendo la costumbre. Pero ya la podrás percibir como ajena a ti y podrás empezar a reconducirla.
Igualmente, cuando la sombra de la culpa planee sobre tí, ya sea proveniente de los demás o de ti mismo, también te será más fácil detectarla, pero sobre todo comprenderla. Y verás que te empieza a afectar menos. Tu Ser esencial no tiene que ver nada con esas guerras banales del ego.
Tu comprensión habrá aumentado y........ ya no te será necesario perdonar. A mí, al menos, ya no me sale hacer ninguna lista. Pongo toda la mejor intención en el presente..... y confío