CONVIENE ACTUALIZAR LAS CREENCIAS
En mi opinión, hablar de las creencias requiere de una aclaración y puesta de acuerdo previa en cuanto al sentido de la palabra “creer”, que según el diccionario de la Real Academia Española tiene una definición muy clara:
1. Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado.
2. Dar firme asenso a las verdades reveladas por Dios.
3. Pensar, juzgar, sospechar algo o estar persuadido de ello.
4. Tener algo por verosímil o probable.
Las definiciones no en todos los casos dejan fuera la duda. Hablan de firmeza y certidumbre, pero también dicen “sospechar”, que es desconfiar, dudar, recelar de alguien.
En algunas ocasiones cuando utilizamos esa palabra lo que estamos diciendo es que suponemos, que dudamos. “¿Estás seguro de que eso es así?”, “Pues no sé, me parece que sí, “creo” que sí, pero no estoy seguro”
Oída la definición desde fuera, como si no tuviera que ver con nosotros, carece de lógica y su sentido es confuso, no implica un afirmación rotunda, y dejarse gobernar por algo tan contradictorio, tan sin base firme, es una locura, una irresponsabilidad. Pero todos los hacemos, todos actuamos así.
Las creencias son los fundamentos de nuestros principios y de nuestra norma de conducta y de ética personal.
Pero veamos con tranquilidad cuál es la base de algo tan importante como son nuestras normas y formas de comportamiento, pensamiento, actuación, vida, fundamentos, y reglas.
A partir de ahora, llamaremos creencias a unas conclusiones que no sabemos de dónde han salido, pero en las que confiamos con toda nuestra fuerza –aunque sea una fuerza sin lógica-, y por las cuales nos regimos. A las cosas de las que estemos seguros las llamaremos certezas.
Escribo que son “unas conclusiones”…y eso es algo para cuestionar, como los son todas las conclusiones. Es conveniente no sacar “conclusiones”, porque la palabra “conclusión” quiere decir “concluido”, y eso quiere decir “dar por terminado”, y cuando damos por terminada una cosa quiere decir que no le permitimos seguir creciendo y evolucionando, que nos quedamos con lo que representaba el día de su creación, y que no revisamos sus bases para actualizarlas y verificar si, pasado el tiempo y habiendo evolucionado, seguimos de acuerdo con ellas.
Es como si nuestro coche tuviera el motor averiado y lo lleváramos al taller para que nos reparen el intermitente; por supuesto que es importante arreglar el intermitente, pero no tiene sentido hasta que el coche pueda ponerse en marcha; mientras, carece de valor, porque un intermitente funcionando en un coche averiado en el garaje no cambia el principio el coche, que es desplazarse. El motor es lo principal. Nuestras actuaciones son secundarias, las normas y las bases por las que se rigen son lo principal.
Por ello, si las creencias son “unas conclusiones” antiguas, lo más seguro es que estén caducadas, y que su utilidad murió junto con una cualquiera de nuestras etapas pasadas.
Luego sigo escribiendo “que no sabemos de dónde han salido”…y esto, siempre, es una gran verdad. ¿Te preguntas de vez en cuando por qué haces las cosas?, ¿Y te respondes con un rotundo “NO LO SÉ”?
Es muy curioso, y nos debería dar vergüenza lo que respondemos generalmente: que no revisamos los principios en los que basamos nuestra vida, que no revisamos estas normas, que son las que nos presentan ante los demás y ante nosotros mismos, y no sabemos si son nuestras las decisiones, nuestros deseos, y si están actualizados o si hoy creemos en las cosas porque creíamos en ellas cuando teníamos menos años. Y no sabemos si nuestras leyes internas nacen de nosotros o nos las han impuesto (padres, educadores, amigos, etc.) porque raramente revisamos nuestro derecho a hacernos y comportarnos como queremos ser.
Nuestras creencias son las cosas que nosotros creemos, pero Tony de Mello decía con mucha sabiduría que “creer no ha de ser coleccionar certezas, sino ser capaz de dudar”.
Mientras yo me quede atado a una creencia, no habrá evolución: sólo cuando yo me quede suelto de creencias, libre, con capacidad de observar sin involucrarme, sólo entonces podré ser exacto. Los que pertenecen a un partido político no son exactos, porque amoldan las creencias grupales a las suyas propias. Los fanáticos de un equipo de fútbol se pierden el placer de las jugadas y los goles de su “eterno rival” por una exacerbada devoción y adoración del suyo. En los extremos no se encuentra el equilibrio.
También está repetidamente demostrado que “el hombre es capaz de crear lo que es capaz de creer”, por lo que habrá que tener cuidado con nuestras creencias y recordar el dicho esotérico: “mucho cuidado con lo que pides, no vaya a ser que te lo concedan”.
Las creencias, cuando no son propias ni están actualizadas, nos impiden el placer de disfrutar las cosas como realmente son; cuando “creemos” que cierta persona es de cierta forma, ya no somos capaces de verla en su realidad ni la permitimos cambiarse o crecer; para nosotros será, mientras no nos pongamos a la tarea de actualizarla, tal como está clasificada con la idea preconcebida que pusimos en el archivo junto a su nombre.
Así, Mari, es “simpática” y no la queremos admitir de otra manera, y cuando está triste decimos que “no es ella”, aunque, por supuesto, sigue siendo ella. Pero como no cumple la etiqueta que pone en su casilla, al salirse de la “creencia que tenemos de ella”, nos desconcierta. Nos pasa muy a menudo con los hijos: los hemos visto nacer, durante muchos años han sido niños, y, aunque vayan creciendo, los vemos como niños: otro error de una creencia sin actualizar.
Las creencias deben ser siempre provisionales, susceptibles de evolución; revisables, dialogadoras, con permiso para crecer y modificarse, compañeras y merecedoras de la atención que merecen los principios que nos mueven en esta vida.
Es cierto que tener unas creencias en las que basarse aporta una sensación aparente de seguridad, pero si nos identificamos con ellas, si las estancamos y nos estancamos, podemos estar viviendo sobre unas bases inciertas a las que la realidad puede desestabilizar y nos arrastrarán con ellas en su caída.
Todo esto propone un trabajo de observación. Observarse. Preguntarse. Actualizarse. Las que sean firmes, que perduren. Las que han caducado, a cambiarlas. Las que murieron, al cementerio del olvido.
Te dejo con tus reflexiones…