GUY BRAEKMAN: LA MATERIA HABORI
Guy Braekman es investigador, observador y estudioso de la vida. Nace en Bélgica, donde recibe formación sobre Humanidades, Ciencias Económicas, Filosofía y Psicología, Terapia Sistémica y Antropología Familiar.
En 1984, se familiariza con el ‘Usui System of Natural Healing’, introduciéndolo en España en 1986.
En 1995, estructura con otros maestros una metodología de desarrollo personal que llama HABORI
(Habilidades Originales). En 1998, promueve la creación de la FUNDACIÓN HABORI (sin ánimo de lucro), siendo desde entonces su Presidente y Profesor. En 2006 crea ‘La Escuela Habori’. 25 años de dedicación y de entrega, y multitudes de conferencias, de cursos, de talleres, en gran parte de la geografía española. Tiene 2 libros publicados: ‘Historias de Habori’ (1999) y ‘El Príncipe que no sabía Amar’ (2005). Hay un tercero en preparación: ‘El profesor’.
P.: ¿Quién es Guy Braekman?
G.B.: Pues Guy Braekman es un individuo normalito, que posiblemente se distingue por su capacidad de observación y su experiencia de la vida.
P.: ¿Son sus experiencias de la vida la base de sus enseñanzas?
G.B.: No, la experiencia es insuficiente para entender la vida y las dificultades que se nos presentan. La observación lleva a cierto entendimiento y a la comprobación de muchas evidencias, que a menudo podemos contemplar en refranes y dichos, pero nuestra mente desea respuestas más elaboradas que meros ‘porque sí’.
Ésta es la razón por la que investigué otros ámbitos, tales como la Psicología, la Filosofía, el extenso mundo de las Terapias, de las Culturas y de la Educación.
P.: ¿Llegó con esto a la elaboración de La Materia Habori?
G.B.: Sí, todo esto me llevó a construir respuestas coherentes para cualquier acontecimiento de la vida de cualquier persona.
Esto parece presuntuoso, pero no lo es. Es finalmente sencillo cuando topamos con la información adecuada; todo consiste en saber lo suficiente y ser consciente de las dinámicas universales que rigen el movimiento de la vida. Esto es La Materia Habori,
un ciclo de estudios, enseñanzas y prácticas, que reconcilia a la persona con ella misma, con su entorno y con la vida.
P.: ¿Cree que estamos en conflicto con la vida?
G.B.: Sí, el conflicto es evidente, la contrariedad es permanente; la preocupación, la lucha, la irritabilidad, el enojo y la agresividad no son estados naturales, sino respuestas insuficientes ante el extraordinario fenómeno de la vida y todo lo que conlleva. El ser humano ‘no educado’ es una contradicción andante, prisionero de sus carencias y víctima de sus necesidades, un ser confuso, agarrado a sus verdades y ajeno a su realidad. Su búsqueda es constante y su desamparo se refugia en efímeras ilusiones, doctrinas, malestares y proyecciones en el futuro. Su principal estado de ánimo es la
insatisfacción con puntuales destellos de felicidad, y su principal actividad es aparentar ser lo que cree conveniente, en función de sus carencias.
P.: ¡Éste es un panorama poco reluciente!
G.B.: La realidad pocas veces es reluciente, pero ser consciente de ello es un primer paso. En efecto, la realidad se trabaja y se cambia; podemos obrar con cosas reales, no con ilusiones. El propósito es aprender y transformar, realizar cambios interiores profundos, abrirse a la posibilidad de que nuestra relación con la vida sea una asociación, un pacto entre uno y la vida, un contrato con el que ambos se comprometen a respetar al otro. Y, efectivamente, la vida es una estrecha asociación entre ella y uno (su manifestación). A cada uno le toca una parte del contrato. Hay la parte de la vida y la parte que le corresponde a uno. Desafortunadamente, la desconfianza hace que uno sistemáticamente quiera controlar la vida, y esto es no solamente agotador, sino que también extingue la asociación, y trunca el pacto.
P.: ¿Por qué desconfiamos de la vida?
G.B.: Desconfiamos de ella simplemente porque desconfiamos de nosotros mismos. No sabemos quiénes somos, sólo sabemos lo que somos o no somos, por comparación con los demás, pero no se nos ha educado para ser conscientes de lo que realmente somos y representamos. Sin embargo, todos queremos ‘ser’, y la vía fácil es ‘ser’ en relación para con el entorno. Esto nos cierra a nosotros mismos, y nuestra verdadera identidad se pierde en el laberinto de nuestras añoranzas. Lo difícil es entender que las prepotencias (artefactos de nuestras inseguridades) nos proporcionan la seguridad que no tenemos. Así, construimos modelos basados en el desconocimiento de nosotros mismos que nos dan la impresión de ser…, pero que poco tienen que ver con lo que realmente somos.
P.: ¿Podemos realmente recuperar nuestro potencial real con La Materia Habori?
G.B.: Sí, es una reeducación y reestructuración mental, que no resta nada a lo ya aprendido, sino que aporta. Si le añadimos la imprescindible práctica, la satisfacción es total.
P.: ¿Qué entiende Guy por ‘imprescindible práctica’?
G.B.: Pues la práctica contenida en La Materia Habori es la recuperación de todos los aspectos de nuestra esencia, a través de la elaboración de nuevos automatismos viables en lo cotidiano. Si la
Materia Habori fuera meramente mental, el resultado sería insuficiente. Tratamos con una agradable dedicación que empieza con la consciencia. Es imposible practicar cosas de las que no tenemos consciencia, y con esto, completamos la relación entre el ‘pensar’ y el ‘sentir’. El equilibrio psico emocional depende de esta relación.
Esta es la razón por la que La Materia Habori está siendo objeto de atención de los Centros de Profesores y Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos. Con esto llenamos un vacío educativo que no figura actualmente en los recorridos normalizados de la Educación.
P.: ¿Tiene Habori beneficios para la salud?
G.B.: Sí. El equilibrio psicoemocional tiene repercusiones en el cuerpo fisiológico y su funcionamiento. El psicosomatismo es la manera con la que el cuerpo somatiza traumas, trastornos, desarmonías, provocando malestares que afectan a la salud. Angustias, estrés y ansiedades generan patologías difíciles de controlar
y, ciertamente, una mente en paz y un mundo emocional y afectivo equilibrado, son las bases de una vida saludable.
P.: ¿Quién acude a las distintas propuestas de La Escuela Habori y a los ciclos de estudios?
G.B.: Acuden a La Materia Habori profesionales, profesores, jueces, psicólogos, abogados, amas de casa, médicos, enfermeras, y todos aquellos que desean formarse como individuos. Diría que esta enseñanza es para todos, y cada uno acude cuando las circunstancias lo permiten o cuando uno necesita encontrar respuestas que facilitan el entendimiento, la sensatez, la madurez, con los consiguientes resultados: paz, tranquilidad y plenitud. Muchos son los valores y las virtudes que pretendemos descubrir o recuperar. La paciencia, el sosiego, la gratitud, el respeto, la entrega, la nobleza, son movimientos que no admiten apariencias ni superficialidades, sino una total y gustosa participación del ‘pensar’, del ‘sentir’ y de la voluntad de cada uno para aprender y mejorar. Es el esfuerzo requerido para ‘ser’.
Ser es aquella belleza que desprendemos cuando, con el esfuerzo, aprendemos a unir el cielo y la tierra en nuestro interior. Considero que La Materia Habori es la respuesta idónea. Es la base necesaria para un entendimiento amplio y profundo de los mecanismos de la vida y de nosotros mismos. A partir de allí, todo es posible.
P.: ¿Cómo distinguimos un valor de una virtud?
G.B.: Un valor es algo adquirido como resultado de un esfuerzo personal, socialmente constructivo, y una virtud es la manifestación de un conjunto de valores asociados. Para practicar virtudes sin frustraciones, se necesita la adquisición previa de varios valores. La gratitud, por ejemplo, es una virtud que implica valores tales como: la humildad, la rendición, la claridad y el respeto. Es así como el ser humano manifiesta su gratitud, respetando al otro, pero con esto volvemos al principio de todo: no puedes respetar al otro tal y como es, mientras no te respetas a ti tal y como eres; y mientras no te respetas a ti mismo tal y como eres, no puedes mostrar agradecimiento hacia ti mismo. Y ser ingrato consigo mismo es una muy equivocada manera de agradecer a la vida. Invito con todo esto a cualquier persona, para que aprenda a estar en su sitio, en su lugar, en su centro, de manera inocua y cuales sean sus circunstancias. En breve, crear una vida agradable y atravesarla sin hacer daño a nadie, y sin que nadie te haga daño.
(Revista El Despertador)
