¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE LAS DECEPCIONES EN LA VIDA?
Puesto que no podemos evitar las decepciones que nos deparan diferentes situaciones que escapan a nuestro control es importante saber ver el lado positivo de cada una de ellas
Todo cuanto ocurre a las personas en la vida deja un aprendizaje, tanto las vivencias positivas como las negativas. Por lo general, las experiencias negativas suelen dejar mayores aprendizajes. ¿Qué podemos aprender de las decepciones?
En este artículo veremos algunas de las actitudes positivas que podemos aprender de las decepciones en la vida. Sigue leyendo para conocerlas.
RESILIENCIA
Existen personas que salen fortalecidas de grandes decepciones. Hay un nombre para esa condición, y es la resiliencia. El origen del término proviene de la física: se califica así a los materiales que vuelven a su estado normal después de ser doblados al extremo.
Ante la pregunta de por qué las personas se decepcionan en la vida, debe recordarse que la existencia es problema y conflicto. No existe un mundo de color de rosa, sino seres que, día a día, se implican en su vida para salir airosos de las situaciones negativas.
Lo importante de pasar por estos malos momentos consiste en evitar la actitud derrotista. Y, además, obtener el saldo más positivo posible para el crecimiento personal.
VIVENCIAS QUE PRODUCEN DECEPCIONES
Son muchas las decepciones que podemos enfrentar a lo largo de la vida: rupturas amorosas, de amistad o laborales, traiciones y mentiras, falta de generosidad o de gratitud de seres queridos… Son diferentes las circunstancias del entorno social, político, religioso, etc.
Entre las cuestiones que más profundamente nos afectan, están:
• Muerte de parientes y amigos.
• Dificultades económicas.
• Despido.
• Emigración forzada.
• Situaciones de violencia.
LO QUE PODEMOS APRENDER DE LAS DECEPCIONES EN LA VIDA
En la vida no se puede controlar todo
Por desgracia, este aprendizaje llega después de que se han sufrido grandes decepciones. Es importante saber de que lo único que es posible controlar son las propias actitudes, decisiones, sentimientos y actos.
Sin lugar a dudas, es una pérdida de energía y un comportamiento inútil enfocarse en lo que no se puede controlar. Debemos ser capaces de tener esto siempre presente.
Debemos tener paciencia
Aunque todos queremos evitar futuras decepciones, es preciso tener paciencia. El tiempo no lo cura todo, pero nos da la oportunidad de sacar la fuerza para sobrellevarlo.
Y ya hemos visto que no se puede controlar todo en la vida, sobre todo aquellos aspectos que son potestad de otras personas. Además, el ansia de control nos puede hacer enfermar.
Cuestión de actitud
Lo que sí se puede controlar es la actitud que se tiene ante las cosas para alejarse a tiempo de lo que es dañino. En algunos casos, pueden ser incluso personas tóxicas que nos perjudican.
Es preciso tomar distancia con respecto a lo que no hace bien. Saber decir NO de manera oportuna, exigir respeto, claridad y sinceridad en nuestras relaciones, entre otras actitudes positivas.
Mirar los problemas con perspectiva
Es importante analizar todas las facetas de un problema. De esta forma podremos verlo desde una perspectiva diferente y tomar mejores decisiones en el futuro.
No obstante, no deberíamos llegar a saturar nuestra mente. De hecho, la clave no es nueva: si el problema no tiene solución, ¿por qué preocuparse? Y si la tiene, ¿por qué preocuparse?
Aceptar
Debemos aprender a aceptar lo que ya pasó y lo que no se puede cambiar. Lo más conveniente ante una decepción ya ocurrida es retirarse con dignidad.
Insistir en cambiar una situación degeneraría en un conflicto peor, en el agotamiento y la frustración. Además, termina por afectar a la salud y a las personas que nos rodean.
Valorar lo bueno
Hay personas que se resignan en el dolor o en las sensaciones negativas que producen los reveses y sinsabores. Como si no hubiera nada que rescatar.
Antes que tener esta actitud poco sana para el bienestar personal, debe rescatarse aquello que sí tiene valor positivo para las diferentes etapas de la vida. Debemos reconocerlo, darle su justo valor, desarrollarlo y reproducirlo. Hay que poner en la balanza las cosas buenas y las malas: hallar lo bueno y darle su justo peso contrarrestará lo malo.
El paso del tiempo
El tiempo pasa y nos ayuda a aprender a sobrellevar las decepciones. En definitiva, es así y de nada sirve darle tanta importancia a los problemas.
Incluso, antes de decir o hacer cosas que generen arrepentimiento, dejar pasar un tiempo dará una mejor perspectiva de lo ocurrido. No hay que perder de vista que quizá lo que depara el futuro es mejor.
Buscar ayuda
Es bueno y necesario buscar ayuda. No debemos sentir culpa por ello. Puede pasar que, por diversos motivos, se sufra en soledad y el malestar dure más de lo debido.
Tampoco hay que temer buscar apoyo de personas o profesionales. Debemos tener siempre en cuenta que lo que está en juego es la propia salud psicológica.
Pensar en uno mismo
Por último, debemos pensar en uno mismo. Ya que los tropiezos son inevitables, no se debe perder el objetivo principal de la vida. Muchas veces las decepciones no tienen nada que ver con lo que mueve a la persona, su misión.
La misión debe ser la consecución del bienestar de uno mismo. Este sería el paso previo y necesario para poder ayudar a otros.
Es mucho lo que se puede aprender de las decepciones en la vida, para recuperar esperanza y el horizonte trazado. La paciencia, la ilusión y la constancia son actitudes imprescindibles para lograrlo.
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