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 LAS SECUELAS DE UN ABUSO SEXUAL INFANTIL.



Septiembre 02, 2022, 06:02:26 am
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Desconectado Irene Zambrano

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LAS SECUELAS DE UN ABUSO SEXUAL INFANTIL.
« en: Septiembre 02, 2022, 06:02:26 am »
LAS SECUELAS DE UN ABUSO SEXUAL INFANTIL.


Hola, ¿has pensado alguna vez que existe una relación entre el daño emocional y físico que sufres y el trauma que viviste cuando eras un menor? A lo mejor tienes fobias o algún trastorno depresivo. Puede que seas bipolar, tengas alexitimia o seas incapaz de expresar y detectar las propias emociones. Quizás te autolesionas o padeces de crisis convulsivas no epilépticas. Tal vez vives un trastorno disociativo o alimenticio.

En mi caso, cuando empezaron los abusos yo ni siquiera era consciente de lo que sucedía a mi alrededor. Ahora que lo veo con perspectiva me doy cuenta que sufro diversas secuelas del trauma y te contaré cuáles son.

Al principio el victimario me proponía pasatiempos que me hacían gracia y, además, solía beneficiarme si participaba: o bien me regalaba algo que quería comprarme o me daba dinero para ayudar a mi madre con la compra de la semana.

Con el tiempo, los juegos que me sugería eran más intensos y a menudo me incomodaban, pero como mi abusador y yo manteníamos una relación afectiva y un pacto de silencio; aceptaba sus propuestas y me conformaba con sus regalos. Además, desconocía el vocabulario para poner nombre a aquellas prácticas y tampoco las interpretaba como algo malo. Puesto que ya se habían convertido en parte de mi rutina.

A mis 18 años, se descubrieron los abusos gracias a una tercera persona que se vio implicada. En ese momento, mi madre y el testigo accidental me interrogaron (o al menos así lo sentí yo). No pude hablar, no dije nada, porque quería a mi abusador como a un padre y, lo que escandalizaba a las personas que me querían proteger, para mí resultaba normal en ese momento. Así que seguí callando y, aunque hubiese querido contar algo, tampoco hubiese sabido que contar.

Si me retraigo y retrocedo en la mente a ese momento, recuerdo que lo viví como un shock emocional. No comprendía qué estaba pasando ni el porqué. Me sentía culpable, tenía mucha vergüenza y sentía miedo, porque no quería contar lo que el abusador y yo solíamos hacer cuando pasábamos rato a solas. Pasé unos meses horribles, con ansiedad y muy nerviosa. Como no hablaba, mi madre no supo cómo reaccionar, aunque veía que algo no iba bien.

Pasó el tiempo y, descubierto el abuso, necesité tres años para asimilar que había sido víctima de ASI y poder contárselo a la familia.

Las secuelas que el trauma tuvo en mi infancia son difíciles de definir sin un diagnóstico, pero sí puedo contaros cómo recuerdo los momentos más duros de mi niñez y de mi  adolescencia.

Tenía constantes pesadillas, tuve problemas de concentración en el colegio, me costaba leer, me encerraba en casa y veía la televisión hasta que me dormía (ahora sé que desarrollé una adicción temprana a la televisión), me apartaba y no participaba activamente en clase, utilizaba un lenguaje sexualizado, tenía ataques de ira y de rabia, caminaba encorvada, me mordía las uñas (puede ser que tuviese onicofagia) y, a veces, me golpeaba contra la pared.
 
Antes de sufrir el trauma, recuerdo que era una niña muy alegre, organizaba juegos y se me daba bien estudiar. Probablemente, el ASI me ocasionó efectos a nivel psicológico, que mermaron mis capacidades cognitivas, y a nivel físico, que me ocasionaron problemas de salud. De estas secuelas, hay algunas que todavía siguen en activo y otras que he desarrollado en mi edad adulta y relato a continuación.

Las consecuencias a largo plazo que el ASI me ha podido causar, tampoco las puedo identificar de manera científica, pero puedo contaros cómo he vivido el dolor que sí me ha causado y de qué forma estas me han afectado fisiológica y emocionalmente.

Más arriba te decía que necesité tres años para asimilar el hecho de haber sufrido abusos y para reunir el coraje para transmitírselo a mi familia. Este momento fue crucial en mi vida. Opté por romper el silencio y quebrar el pacto que me unía a mi abusador. Fue duro, pero estaba convencida de que iba a recibir el apoyo de todos mis seres queridos. Pero no fue así y empezó el DOLOR.

Cuando abrí la boca tuvo lugar una catarsis familiar. Ese estado duró poco: me tacharon de loca, negaron lo ocurrido y me llevaron a un psicólogo amigo de la familia. Cuatro sesiones bastaron para zanjar el tema rápidamente y de la manera menos dolorosa para el abusador y su círculo de confianza.

Durante los seis primeros meses, tras revelar el ASI, viví en un estado de ansiedad continuo, tenía pesadillas, desarrollé bruxismo y migrañas, bajé la concentración en el trabajo, viví absorta en un estado de rabia, tuve problemas de conducta a la hora de relacionarme con conocidos y familiares y acabé con problemas de insomnio.

A partir del séptimo mes, superada la crisis familiar de la que me hacían responsable, muchos de los problemas que relato arriba se enquistaron y hoy todavía me acompañan como el bruxismo o el tema de morderme las uñas. Otros problemas, poco a poco, fueron diagnosticados. Es el caso de la dislexia, la migraña crónica (sufro dolores más de 20 días al mes) o la escoliosis. Probablemente, desarrollase esta patología al adoptar un vicio postural. A medida que entraba en la adolescencia mi abusador insistía en que debía marcar pecho extendiendo los hombros hacia atrás y, como reacción a su insistencia, poco a poco fui encorvando mi postura hasta que me acostumbré a caminar con los hombros hacia abajo y ocultando el pecho.

En esta etapa en la que toda la familia sabía lo que había pasado, a nivel emocional, se agravó mi adicción por las series de televisión. Lo combinaba con el consumo de hachís y, ambas, me permitían anestesiarme y vivir a través de los personajes de ficción. Esto puede parecer poco trascendental, pero tuvo un gran impacto sobre mí. Perdí años delante de una pantalla y rehusé participar en viajes, planes y celebraciones con amigos. Hoy soy consciente porque, cuando nos reunimos y cuentan anécdotas, yo no estaba ahí. Renuncié a esos momentos para aislarme y pasar más de 8 horas al día frente a una pantalla.

Como ves, en el texto no menciono las consecuencias ocasionadas en mi sexualidad, pero no es porque no existan sino porque estas merecen un tema aparte.
Para la profesora de Victimología de la Facultad de Psicología de la Universidad  de Barcelona, Noemi Pereda, no hay trabajos publicados que respalden la existencia de un patrón único de síntomas e, incluso apunta, que hay casos en los que se da la ausencia total de síntomas.

Hasta el momento te he contado cuáles son las secuelas que atribuyo a mi ASI, pero en tu caso las consecuencias pueden ser distintas. Los efectos que cada uno de nosotros desarrolla tras el trauma son diferentes y dependen del grado de culpabilidad y vergüenza que se siente, de la duración de los abusos, del tipo de vinculación tóxica que se mantiene con el abusador, de si ha habido reparación del daño o, en su defecto, se ha producido una segunda revictimización, etc.

A mí me ha ayudado escribir esto para reconocer qué causas y qué consecuencias ha tenido el trauma en mi desarrollo emocional y fisiológico. Ahora puedo empezar a trabajar sobre ello.

Estoy contigo. Piensa que pedir ayuda es de valientes y hay buenos profesionales a los que se puede recurrir. Los puedes encontrar en asociaciones y fundaciones dedicadas al tema del ASI. Si tienes la necesidad de hablar sobre estos textos o quieres compartir algo conmigo siéntete libre para escribirme a info@lalaokambur.com.


Kamila de Lalao Kambur


 

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