NO EXISTE LA VERDAD ÚNICA, EXISTEN LAS VERDADES MÚLTIPLES.
En mi opinión, el título –que parece un poco rebuscado- tiene razón. Dice el diccionario que la verdad, en una de sus muchas definiciones, es la “conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente”. Esto parece decir que cada uno tiene su propia verdad, que es el concepto que habita en su mente.
También dice que es “la conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa”. O sea, se reafirma en que si uno está de acuerdo con lo que siente o piensa –aunque el resto del mundo opine otra cosa distinta- es verdad. Su verdad. Tantas verdades como personas en el mundo.
Se añade en las definiciones que es la “propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna”. Y esto es lo que hace cualquier obstinado tozudo y fanático con sus propias ideas/verdades.
¿Uno debe vivir de acuerdo con las verdades que aceptan la mayoría o con las suyas propias? Yo estoy a favor de que cada uno debe crear y mantener actualizadas sus propias verdades, y que éstas han de ser objetivas y no fruto de una intransigencia con no querer valorar otras que no sean la suya propia o que impida el desarrollo lógico evolutivo de las cosas. Uno no es el mismo que cuando tenía ocho o veinte años y no tiene porqué seguir rigiéndose obligatoriamente por las mismas verdades.
Las verdades propias son el fruto de la evolución personal, son las leyes por las que uno se rige y la carta de presentación ante el mundo.
No tenemos la obligación de ser como el resto de personas, ni tenemos que creer lo mismo, ni seguir idénticos patrones. La verdad es el resultado de haber superado las dudas. No hay verdad si previamente no hay un planteamiento personal sobre la creencia u opinión actualizada que cada uno tiene sobre un tema. Si no hay elaboración personal, si uno no hace su aportación propia y no obtiene la conformidad de todas sus partes, no será SU VERDAD sino que será la que ha copiado literalmente de otro.
Yo soy mi verdad: soy la suma de mis verdades. Son frases hermosas y ciertas. ¿Quién soy yo sin mis verdades?, ¿en qué me quedo sin ellas?, ¿quién soy si no soy yo y si no soy fiel a mis verdades?
¿Qué pienso exactamente?, ¿qué siento realmente?, ¿soy capaz de ser yo mismo?, ¿me atrevo?
Construyendo mis verdades me construyo a mí mismo. Destruyendo mis mentiras me construyo a mí mismo. Observarse y preguntarse son los pasos imprescindibles necesarios para el auto-conocimiento. ¿Y qué impide hacerlo? Cada uno encontrará sus respuestas, pero casi todas están relacionadas con la falta de Amor Propio, con el miedo a que no sea agradable todo lo que se encuentre –y es casi seguro que no todo va a ser agradable-, con un previo resentimiento instaurado porque se sabe que estas introspecciones a veces no acaban bien: uno se queda estancado en el auto-reproche y no llega hasta el fondo. No da, libre de prejuicios, el pasito que falta para llegar a la comprensión y la sabiduría.
Uno no es nada sin unas verdades sólidas sobre las que crecer, aunque sean pocas. “Este soy yo” o “esto soy yo” es lo que hay que decir ante cualquier descubrimiento. Y acogerse con los brazos comprensivos abiertos a pesar de los que se descubra, sea lo que sea. Y después, deshacerse de lo que se haya encontrado que no sea válido porque no están acorde con la persona que uno está descubriendo que es. Lo he escrito muchas veces: autoengañarse es un pecado imperdonable. No está permitido.
No somos nada sin unas verdades sobre las que sustentarnos.
Seguro que te suena esto: “Yo soy la Verdad y la Vida”. Tú también eres tu verdad y tu vida.
Te dejo con tus reflexiones…