LAS DOS CARAS DE LA AUTOCOMPASIÓN.
En mi opinión, es más común de lo que parece esa mala costumbre de darle protagonismo a la autocompasión, ese dejar que el masoquista que llevamos incorporado se explaye y se regodee en su propia lástima, en su victimismo lamentable e innecesario, y de ese modo, y sin que hagamos nada por evitarlo, en realidad lo que hacemos es hundirnos un poquito más, dejar nuestra autoestima maltrecha y revestirnos de una pena perjudicial que no siempre coincide con la auténtica realidad.
Estaría bien si fuésemos capaces de manejarla con sabiduría, porque tiene una parte positiva y es el hecho de que nos conecta directamente con ese yo interno más desatendido. El error está en el modo que se hace, desde esa postura pesimista y sufriente. Estaría bien que ese contacto se hiciese con empatía, con respeto y sin juicio. O, por lo menos, con un juicio justo. Al aceptar lo que nos está pasando podemos manejar con mejor criterio el asunto.
La compasión es “sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien”. Cuando uno lo hace consigo mismo es imprescindible la empatía al mismo tiempo que la objetividad, que no ha de nublarse por ningún motivo. Requiere de la visión desapasionada de lo que esté sucediendo sin necesidad de que se convierta en un juicio.
Autocompasión, desde otro punto de vista, es el reconocimiento de la humanidad de uno mismo con los inconvenientes y frustraciones que ello conlleva, el reconocimiento de lo pequeño y débil que es uno a veces, el abrazo al ser perdido que llevamos dentro; es el modo de demostrarse solidaridad a pesar de todo, aceptación incondicional, de dejar claro que uno no se va a abandonar pase lo que pase. Pero… lo que NO se ha de admitir es que se convierta en nuestra enemiga, que no sea un permiso para estar mal o fracasar sin lucha, que no se quede uno en la lástima, acurrucado y apaleado, y sin ganas de comenzar a solucionar cosas para seguir adelante y bien. Hay que ser consciente de cómo se habla y se trata uno: no es necesario caer en la lástima apenada y menos aún en el desprecio. En la autocompasión ha de haber respeto y amor, aceptación y cuidado, acogimiento y abrazos. Ha de ser, siempre, un acto de Amor hacia Uno Mismo. Es tratarnos con la misma bondad con la que somos capaces de tratar a los demás. “Lo que serías capaz de hacer por la persona que más amas en el mundo… hazlo contigo”.
Ser autocompasivo no equivale a sentir lástima por uno mismo, pero tampoco da licencia para ser autoindulgente y aceptar todo sin que detrás haya un deseo de mejoramiento. Sentir autocompasión no nos libera de la responsabilidad de lo que hayamos hecho: nos libera de odiarnos por lo que hayamos hecho.
El objetivo final es sanarnos, reconciliarnos con la misma persona que nos ha decepcionado: nosotros mismos. Por tanto, lo que se ha de perseguir es la reconciliación sin condiciones y sin rencores. Abrazo y vuelta a empezar y esta vez mejor.
“La frustración de no conseguir que las cosas se den exactamente como queremos a menudo va acompañada de una sensación irracional pero muy persuasiva de aislamiento, como si Yo fuese la única persona que sufre y comete errores. Todos los humanos sufren, la definición de ser humano encierra que uno es mortal, vulnerable e imperfecto. La autocompasión implica, entonces, el reconocimiento del sufrimiento y la equivocación como parte de una experiencia humana compartida… algo que todos atravesamos en lugar de ser algo que solo me ocurre a mí”. (Kristin Neff).
Te dejo con tus reflexiones…
