REFLEXIONAR TE PONE EN CONTACTO CONTIGO.
En mi opinión, reflexionar es un acto íntimo y personal en el que uno se pone al mando de su mente y de su vida, y contacta consigo mismo de un modo en el que no lo hace habitualmente.
Se puede reflexionar en un grupo o en una conversación con otra persona, pero en este artículo me voy a referir exclusivamente al acto de recogimiento en el que uno se queda a solas consigo, preferiblemente con los ojos cerrados y la mente sosegada, con la intención primordial de afrontar algún asunto que le preocupa o en el que quiere indagar profundizando hasta llegar a la respuesta que está buscando.
Reflexionar, más allá de la brevedad de la definición que dice que es “pensar atenta y detenidamente sobre algo”, implica muchas cosas más. Si se hace bien, hay recogimiento, intimidad, soledad, atención exclusiva a lo que se está haciendo; hay meditación, madurez y maduración, consideración y reconsideración, voluntad y cuidado.
La reflexión bien hecha le aísla a uno del exterior y le concentra en el interior con una particularidad: en ese momento uno toma el mando de la mente y organizar los pensamientos para que lleven el camino que él marca y no se deja arrastrar por los pensamientos irrespetuosos e inconscientes que irrumpen continuamente en nuestra mente. En este caso el control es propio. La mente es un instrumento a nuestro servicio y los pensamientos deben surgir del camino que nosotros vamos marcando. No ha de haber una irrupción intempestiva de ideas relacionadas con otros asuntos distintos del que se está tratando.
Los “errores” que provienen de una reflexión atenta no son tan errores ni tan graves como los que se producen por la irreflexión.
Cuando es uno mismo, consciente, reflexivo, quien toma las decisiones, no existe culpa. Uno tiene derecho a equivocarse, pero no tiene derecho a la inacción, a la falta de decisión para afrontar lo que sea necesario afrontar, y menos aún a añadir después una retahíla de reproches o de quejas a alguien o algo que no sea él mismo.
“Oír o leer sin reflexionar es tarea inútil”, decía Confucio. El autoconocimiento requiere reflexionar acerca de lo que uno oye, lee, piensa, siente, vive… las cosas que nos suceden y que no pasan por este proceso corren el riesgo de quedarse como ajenas o quedarse en palabrería improductiva. Reflexionar es autoconocimiento, porque así es como uno se conoce en los sentimientos o reacciones que realmente le provocan lo que le sucede.
Si quieres saber lo que realmente piensas o sientes… pregúntatelo. No te conformes con creer que ya lo sabes. Mejor hacerlo en silencio y sin distracciones externas, para poder escucharte mejor. Y cuando te des la respuesta hazte otra pregunta, aprovecha ese canal que has abierto en la comunicación contigo, con el Uno Mismo. Y no te auto-engañes: lo que hables es un secreto nada más que contigo, así que sé sincero y reconoce en esa privacidad lo que tal vez no te atreverías a reconocer en público.
La reflexión, cuando se trata de asuntos personales, ha de ser una confesión que puede llevar a un acto de arrepentimiento, si es necesario, y al correspondiente perdón posterior. Es un acto de valentía y honestidad y no ha de ser el modo de encontrar motivos de reproches y desprecios.
Te invito y te animo a que lo practiques a menudo. Y que disfrutes de ese encuentro que te pone en contacto contigo mismo.
Te dejo con tus reflexiones…
