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 ¿VIVES CON MIEDO A QUE LOS DEMÁS TE RECHACEN?



Diciembre 23, 2022, 06:01:33 am
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Desconectado Irene Zambrano

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¿VIVES CON MIEDO A QUE LOS DEMÁS TE RECHACEN?
« en: Diciembre 23, 2022, 06:01:33 am »
¿VIVES CON MIEDO A QUE LOS DEMÁS TE RECHACEN?
•   Vanessa Carreño Andrés


Imagínate que te encuentras a alguien en la calle y está serio, como distante. Habláis diez segundos, te dice que tiene prisa y se va.
Ahora imagínate que escribes a alguien y ves que ha leído el mensaje, pero no te responde.
Y una cosa más: imagínate que en medio de una charla entre amigas dices algo y una de ellas te dice que eres “demasiado intensa”.
¿Cómo reaccionas en estas situaciones? ¿Crees que lo que hacen esas personas, en cualquiera de estos ejemplos, es por ti? ¿Te lo tomas como algo personal y te sientes rechazada?

Entonces es posible que tengas la herida de rechazo. Que “tu tema”, lo que a ti te remueve, sea el miedo a que los demás te rechacen.
Cuando es así, cuando tienes esta herida, crees que todo lo que hacen los demás es por ti. Cada gesto, cada palabra, cada comportamiento que no te gusta, es por ti.
Y te duele. Te duele porque te están tocando tu herida, tu tema.
En general, cuando algo te afecta demasiado y te alteras y te sientes muy mal, es porque esa persona está tocando una de tus heridas, la que sea.
Es decir, lo que está pasando en realidad no tiene nada que ver con ella, con lo que ella está haciendo, sino contigo, y con tu herida.
Para que lo entiendas mejor te voy a poner un símil… Supongamos que yo tengo una herida en el pecho y viene alguien y me abraza. ¿Qué pasará? Pues que me va a doler mi herida. Pero ese dolor no tiene nada que ver con el otro, sino conmigo. Soy yo quien tiene ahí una herida, y por eso cuando el otro me abraza, me duele.
Bueno, pues con las heridas emocionales es lo mismo. El otro hace algo que te conecta con tu herida, y entonces te duele.
Y en el caso de la herida de rechazo, es como que tienes un botón que se activa cuando te sientes rechazada por alguien.
Como tú te rechazas, como no te gustas a ti misma, como no te sientes suficiente, cualquier cosa que hace el otro activa tu herida.
Cualquier comentario o cualquier gesto te lo tomas a mal, lo vives como algo personal y, aunque no digas nada, después te quedas dándole vueltas.
Por ejemplo, le preguntas algo a alguien y esa persona te responde de una manera que tú interpretas como demasiado seca, y piensas que es por ti, porque has hecho o has dicho algo que le ha sentado mal.
O te cruzas a dos personas del trabajo al salir del edificio y no te miran y piensas que es culpa tuya. Claro, no les gusto. Si fuera más abierta con la gente no me pasaría esto…
O estás tomando algo con unos amigos y te quieres ir para casa porque estás cansada. Y cuando lo dices te dicen que “qué sosa”. Y te sientes mal, te sientes atacada, te lo tomas como una ofensa…
Es decir, tu herida hace que interpretes lo que hacen los demás como algo personal.
Te sientes rechazada por ellos, pero el problema no son ellos, sino que tú te rechazas a ti misma.
Cuando tu tema es el rechazo, éste aparece por todas partes. Es como la historia que se te repite una y otra vez…
Te puedes sentir rechazada en todo, en tu físico, en tu forma de comportarte, en tus opiniones, en tus decisiones…, pero, sobre todo, te sientes rechazada por ti misma, por la persona que eres.
Es como si sintieras que no eres suficiente como persona.
Y por eso, porque tú no te sientes suficiente, necesitas que los demás te demuestren todo el rato que te quieren y que te aprueban.
Y tienes muchísimo miedo a que los demás te rechacen…
Sin darte cuenta de que eres tú la primera que se está rechazando.

EJEMPLOS PARA QUE VEAS SI TE RECHAZAS A TI MISMA

Como te decía, cuando algo te duele mucho, cuando algo te hace mucho daño, cuando te deja enganchada y te genera mucho malestar, es porque está tocando una de tus heridas.
Y cuando tu herida es el rechazo, ves señales de rechazo por todas partes: lees la mente de los demás, adivinas lo que están pensando de ti, interpretas cualquier comportamiento extraño como una señal de rechazo, empiezas a darle vueltas a todo lo que le puede haber molestado a esa persona y crees que todo lo que hacen los demás tiene algo que ver contigo.
Para otra persona que no tenga esa herida, la misma situación ni le va ni le viene. No conecta con ese malestar, porque no tiene esa herida.
Por eso siempre te digo que lo que te pasa con los demás te habla de ti.
Igual que todos aquellos años en que yo viví obsesionada con que todos me rechazaban, eso me hablaba de mí, de que la primera que se estaba rechazando era yo.
Te voy a poner algunos ejemplos de cómo responde alguien con herida de rechazo y cómo lo haría alguien que no la tiene, para que lo entiendas mejor.
Primer ejemplo: Supongamos que no tienes pareja y que en tu entorno parece que todos la tienen. De tus hermanos, eres la única sin pareja. Y entonces alguien de la familia hace un comentario sobre no tener pareja, ni familia, ni hijos a determinada edad. ¿Cómo te vas a sentir tú?
Pues si tienes la herida de rechazo te sentirás rechazada, fracasada, inferior, poco valiosa… Como tú eres la primera que se rechaza por no tener pareja, lo que ha dicho esa persona mete el dedo en tu herida.
En cambio, si no tienes la herida de rechazo y tú te aceptas y te valoras a ti misma, lo que haya dicho esa persona te entrará por un oído y te saldrá por el otro. No sentirás que tiene nada que ver contigo.
Segundo ejemplo: Supongamos que coincides con tu hermano y su nueva pareja en casa de tus padres. Hablas con ella, pero notas que no te da conversación, como que está rara. ¿Qué pasará por tu mente?
Pues si tienes la herida de rechazo pensarás que no le caes bien. ¿Será que no le gusto? ¿Le habrá molestado algo de mí? ¿Igual no le sentó bien que le hiciera esa pregunta?.
En cambio, si no tienes la herida de rechazo pensarás que la pareja de tu hermano tiene un mal día, que es un poco cerrada o que no te cae bien. Y punto. Sin dar por hecho que su comportamiento tiene algo que ver contigo.
Tercer ejemplo: Pones algo gracioso en un grupo de whatsapp, pero nadie responde.
Si tienes la herida de rechazo, empezarás a dudar de si lo que has puesto tenía gracia. Te pondrás a darle vueltas y cada vez te sentirás más insegura. Que si no tenía gracia, que vaya tontería que he puesto, que cómo pude poner eso, que parezco tonta, que qué vergüenza… Y te sentirás abochornada, frustrada y culpable… Si al final alguien responde, te sentirás aliviada. Como que vale, que entonces no estuvo tan mal lo que puse, entonces sí tuvo algo de gracia…
¿Lo ves? ¿Ves como alguien con la herida de rechazo se rechaza primero a sí misma?
¿Ves cómo depende de la aprobación de los demás porque ella se desaprueba a sí misma?
En cambio, alguien que no tenga esa herida no le dará mayor importancia a que nadie responda. Para ella lo que puso está bien, es gracioso y no es una tontería. Y por eso no necesita que los demás se lo validen respondiendo, porque ya se valida ella.
Cuarto ejemplo: Supongamos que tienes un empleado, alguien a tu cargo. Te pide algo y tú no quieres darle eso que te ha pedido. Te sientes incómoda con la situación, pero acabas diciéndole que no. Y después te quedas dándole vueltas, que si le habrá parecido mal, que si después estaba más serio… Y al día siguiente estás súper amable con él, sobrevalorando todo lo que hace para, una vez más, evitar su rechazo.
En cambio, alguien que no tuviera esa herida se sentiría cómoda para decir que no, porque no está pendiente de la aprobación de los demás, porque se valora y porque desde ahí hacer valer sus derechos (entre los cuales está el derecho a decir que no).

CONSECUENCIAS DE VIVIR CON MIEDO AL RECHAZO

¿Qué consecuencias crees que tiene la herida de rechazo en tu vida?
1. Lo primero es que, como no te quieres a ti misma, dependes mucho de la aprobación de los demás. Y cuando no recibes esa aprobación te sientes culpable, porque crees que se debe a cómo tú eres, crees que el problema está en ti, que lo que hace el otro tiene que ver contigo.
2. La segunda consecuencia es que vives analizándolo todo, hiperanalítica con todo lo que hacen los demás… Que si me miraba mucho o me miraba poco mientras hablaba, que si sonreía menos que otros días, que si me contestó muy rápido o no me dijo nada del otro tema…
Hiperanalítica también con lo que tú haces, con lo que tú dices, con cómo lo dices… Siempre intentando controlar cómo se lo habrá tomado el otro y si le habrá parecido bien o no.
Y claro, con tanto análisis constante, percibes rechazos en todas partes, en situaciones que no lo son, pero que tu herida no te deja ver con claridad.
Te dicen cualquier cosa, aunque sea una broma o una tontería, y enseguida saltas. Te afecta un montón y te pones a la defensiva, para protegerte de lo que tú estás interpretando como un rechazo. Es como que te tocan tu botoncito y te desconectas por completo de ti misma.
Precisamente es tu herida la que lo condiciona todo. Porque, aunque tú no te das cuenta, lo que te pasa no tiene nada que ver con los demás, sino contigo.
3. La tercera consecuencia, un poco de cajón con lo anterior, es que no puedes ser tú misma en tus relaciones.
Como la primera que se rechaza eres tú, no te dejas ser auténtica, no fluyes, no te das permiso para existir y ser tal y como eres, porque no te sientes suficiente.
Y desde ese no sentirte suficiente y querer evitar el rechazo a toda costa, estás todo el rato como actuando, muy tensa, sin soltarte, ni relajarte, ni dejarte llevar.
Por ejemplo, si estás conociendo a alguien, a una posible pareja, y un día te dice que no puede quedar, te sientes fatal. Te preguntas qué has hecho mal, qué le habrá molestado… Y puede ser que respondas huyendo, desapareciendo, o puede ser que, como das por hecho que si no puede quedar es por ti, le preguntes si has hecho algo que le haya molestado.
¿Lo ves? ¿Ves como una vez más lo que hace el otro toca tu herida y a partir de ahí la primera que se rechaza a sí misma eres tú?
Si no tuvieras ese miedo al rechazo, que el otro no pueda quedar es cosa suya, no asumirías que es por ti ni que tiene nada que ver contigo. “Algo tendrá que hacer”, y punto.
Si le preguntaras si está bien, le preguntarías eso, si está bien (no si tú has hecho algo que le molestara). Y si es que no quiere quedar, como tú te valoras, pensarás “muy bien, peor para él”.

CUANDO TE SIENTES RECHAZADA, SALES HUYENDO

La huída es la cuarta consecuencia de la herida de rechazo. Y la he puesto a parte porque es la más importante, la que marca la diferencia entre una herida de rechazo y otro tipo de herida emocional.
Cuando alguien te toca una herida, la que sea, tu ego necesita protegerse, y por eso se pone una máscara.
Cada una de las heridas emocionales está asociada a una máscara. Y la máscara del rechazo es la huída.
Es decir, cuando te sientes rechazada, huyes.
Así que, para saber si tienes o no tienes la herida de rechazo, necesitas fijarte en lo que haces, en la manera que tiene tu ego de responder a ese miedo con el que conectas en ese momento.
Si respondes huyendo, es que tu herida es el rechazo.
De hecho, cuanto más se active la máscara de la huida, más grande es tu herida de rechazo.
(Lo sé bien, me pasé años huyendo…).
¿Qué es esto de huir? Pues esconderte, desaparecer, no exponerte, silenciarte a ti misma, tomar distancia, callarte, no decir nada, no dar la cara… Cualquier tipo de huida que en ese momento te sirva para evitar el rechazo (aunque tú ni te des cuenta de que lo haces por eso).
Te culpas, te machacas y te rechazas a ti misma para no tener que exponerte ante los demás y evitar que ellos te rechacen. Sin darte cuenta de que, cuando huyes, la primera que se está rechazando eres tú.
Volviendo al ejemplo de ese hombre con el que has empezado a salir y que te dice que no puede quedar hoy, ahí huir sería desaparecer por completo, que esa persona no vuelva a saber más de ti. Y tú tal vez te quedes pensando que siempre te pasa igual, que siempre te tocan los mismos tipos, sin comprender que esto no tiene nada que ver con el otro, sino contigo… El otro lo único que ha hecho es activar tu herida, tocar tu botón, ese botón que ya te resulta familiar porque no es la primera vez que se te activa…
Otro ejemplo: mi jefa envía un email para felicitar a alguien por el buen trabajo que ha hecho e invita a toda la oficina a un brindis. Y yo, que sé que también participé en ese trabajo, me siento mal. ¿Cómo sé que he conectado con mi herida de rechazo? Pues porque huiré, porque pondré cualquier excusa y no iré al brindis.
Si no tuviera la herida de rechazo interpretaría esa situación de otra forma o le comentaría a mi jefa cómo me he sentido cuando no me ha nombrado en el email. Es decir, daría la cara en vez de huir.
Y un ejemplo más de cómo se manifiesta la máscara de la huída: supongamos que estás en una cena con más gente, pensando en lo naturales y lo espontáneos que son todos y en que tú no eres así. En que a ti nadie te mira ni te presta atención. En que tú no tienes nada interesante que decir. Y cuanto más lo piensas, más te callas y más pequeña te haces.
Cuanto más lo piensas, más huyes.
A más grande sea tu herida, más huirás. En este ejemplo de la cena, huirás yéndote lo antes posible a casa o incluso no volviendo a asistir nunca a ese tipo de cenas.
¿Ves como tú misma te rechazas la primera, antes de que lo haya hecho nadie?
¿Ves que huyendo no vas a sanar tu herida? Las heridas no se sanan mirando hacia otro lado… Las heridas se sanan mirándolas a ellas y curándolas con mucho amor.
Ya te hablaré de eso otro día… Pero, al menos, que sepas que las heridas se pueden curar, para que dejen de doler. La cicatriz sigue estando ahí, pero la herida ya no duele. De hecho la miras, sonríes, y te sientes orgullosa de que sea parte de ti. Porque te quieres a ti misma completa, incluyendo tus heridas. Y, ese día puede llegar, te lo aseguro.

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