YO TAMBIÉN HE HECHO MIL COSAS MAL.
En mi opinión, a menudo tenemos la mala costumbre de magnificar las cosas que hacemos mal mientras que las buenas las minimizamos, y les restamos valor e importancia, porque creemos que lo bueno es lo normal y no tiene mérito.
Cuando se mezcla el ego con el deseo de acercarnos a la perfección no es una buena combinación. El deseo de mejoramiento es sano pero el ego mezquino, no lo es. La actitud en uno y otro caso es distinta.
“Si las cosas te van mal, no te vayas con ellas”. Es humor, es ironía, es una gran verdad. Cuando las cosas van mal, son “ellas”, o sea algo ajeno a nosotros en lo que no tenemos que involucrarnos porque acabarán engulléndonos, desquiciándonos, sacándonos del centro objetivo donde uno se tiene que situar para poder evaluar con buen criterio.
Que las cosas vayan mal no tiene que significar obligatoriamente que nosotros estemos mal o que tengamos que estar mal. Una cosa somos nosotros y otra, muy distinta y separada, lo que nos pasa. Si somos capaces de comprender esto sin fisuras, integrándolo dentro de nosotros de modo que pase a formar parte de nosotros mismos, que seamos nosotros mismos, cambiaría, mucho y para bien, nuestro modo de vivir la vida.
“Se necesita poco para hacer las cosas bien, pero menos aún para hacerlas mal”. La frase es de Paul Bocuse. Solo hay una manera de hacer las cosas bien y hay millones de maneras de hacerlas mal. Estadísticamente, lo extraño es que hagamos algo bien.
A veces las cosas salen mal y no es culpa de nadie. A veces son los otros los culpables y no tenemos que hacernos cargo de esa culpabilidad. A veces nos equivocamos, casi siempre porque no nos han preparado bien y cuando es así no somos responsables del todo. A veces no nos hemos preparado lo suficiente, o no hemos hecho un proyecto claro, o no hemos puesto el empeño suficiente y las cosas salen mal. A ti, a mí, al vecino, al listo, al jefe, a todo el que respira. Y hay que aprender a vivir con ello y sin frustración, como una parte inevitable de la vida, porque ya dicen por ahí que la perfección solo está reservada a los Dioses.
Yo también he hecho mil cosas mal. Y las que me quedan por hacer… Hay que ponerle mucho Amor Propio a la vida para que cada error no se convierta en una tragedia. Lo bueno es que se puede conseguir. No se pueden evitar todos los errores que nos llevan a hacer las cosas mal, ya que no somos infalibles, pero podemos alcanzar un grado de Amor Propio suficiente como para no machacarnos en cada ocasión, no culpabilizarnos ni regodearnos insanamente después, para no convertir cada cosa mala en un nuevo desencuentro en el que vuelan los cuchillos
Yo también me he callado cuando no tenía que callar, he hecho daño sin pretenderlo, he pecado de falta de amor, he reprimido abrazos, no he estado al lado de quien me necesitaba, dejé que el ego ocupara mi lugar, aplacé lo que tenía que ser inaplazable, ofendí, me equivoqué, confundí una cosa con otra, me extravié en mi Camino, engañé sin querer o queriendo, mentí, descuidé a quien no se merecía ese descuido, dije algo que me tenía que haber callado, y así he sumado y sumado y sumado hasta completar las mil cosas que he hecho mal.
“Errar es de Humanos”. Suena a excusa, pero es que realmente es así. Forma parte de nuestra naturaleza que no es tan sabia, o no la sabemos controlar bien, como para no equivocarse nunca.
Lo mejor es partir de esta realidad inevitable de que aún nos vamos a equivocar más veces, pero tomando al mismo tiempo la decisión de prepararnos mejor a partir de ahora, de ser más reflexivos y más objetivos, de poner la atención que las cosas requieren, y de persistir en un Proceso de Mejoramiento que nos lleve a hacer menos cosas mal a partir de ahora. Y a saber perdonarnos si las hacemos.
Te dejo con tus reflexiones…