LUCHAR Y VIVIR
Vivo…entonces aspiro, entonces espero, entonces lucho, y si no lo logro, lo vuelvo a intentar.
Venimos al mundo para inventarnos la vida.
Cada día, cada amanecer, es nuevo, es un estreno; si lo veo así, resulta una experiencia enriquecedora e inolvidable.
No importa cómo sea mi cotidiano, es vida… cuanto más sencilla mejor.
Lo que más ha marcado mi camino ha sido lo casi inadvertido, lo que parece igual a lo que cualquier otro ser humano ha experimentado.
Sin embargo, es distinto, es especial, es único, porque lo que yo he vivido es lo que he aportado a mi propio crecimiento, es lo que me ha hecho ser, es lo que soy-ínfima, minúscula-, y aun así, parte de un Todo Universal.
Pequeño, pero importante eslabón de una cadena, hilo imperceptible y vibrante del gran entramado de una red donde todos somos uno.
Lo que me ha tocado hacer, en su mayor parte hecho está.
Con aciertos, con errores, obra humana, que no por ser imperfecta deja de ser valiosa. ¿Quién va a juzgarlo?
Sólo la misma vida, que me demanda seguir viviendo, seguir luchando. Hasta el final del resto de mi existencia que quizás empieza hoy.
Luchar equivale a vivir.
Con cada aurora surgen anhelos y propósitos que animan la vida e invitan a luchar.
Arriesgarse en nuevas experiencias es aceptar el reto.
No importa cuál sea el motivo o cuál sea la inspiración. Lo importante es que venga a llenar mis horas de entusiasmo, del que construye, del que aporta, del que siente que hay una tarea, por humilde que parezca, que a mí me toca realizar.
Las cosas simples de todos los días, como el orden y el cuidado de la casa, y sobre todo de los seres que han sido puestos a mi cuidado.
Lo positivamente humano, lo auténtico y maravilloso, es hacer lo que te ha tocado en la vida y hacerlo bien.
En la constancia está el aprendizaje; en el convencimiento se encuentra la fortaleza.
El verdadero secreto de los triunfos definitivos está en los éxitos pequeños, pero muchas veces repetidos, está en la costumbre de la lucha, lograda en el cotidiano bregar, en esas batallas de cada minuto que garantizan el vigor, la seguridad y la firmeza de los esfuerzos más trascendentes de la vida.
Por qué no encontrar la dicha en lo logrado y la felicidad en ese esfuerzo de la voluntad que ha redundado en la superación y temple del espíritu.
Por qué minimizar el hecho de haber permanecido en tu puesto en las horas de prueba y de seguir ahí porque sabes que es tu lugar.
Por qué no reconocer que has practicado, quizás sin proponértelo, las virtudes de la paciencia, de la tolerancia, de la fortaleza y de la humildad… que no va reñida con el reconocimiento del esfuerzo y del copioso rendimiento de tu entrega.
Sentirse bien y reconocer el triunfo y el merito propio equivale a ser consciente.
Equivale a darse cuenta que la lucha tiene un sentido.
Y que luchar equivale a vivir.