Que nos marcan los sentimientos es innegable.
O las emociones, si así te va mejor, que el resultado es el mismo.
Todos tenemos acumulados momentos imborrables de esos que recordaremos siempre por lo que nos enseñó o emocionó; de esos que decimos que han marcado nuestra vida; que hay un antes y un después a partir de aquello.
Todos los momentos importantes van acompañados de un sentimiento (Estado afectivo del ánimo producido por causas que lo impresionan vivamente) o de una emoción (Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática) y, de hecho, nuestra memoria archiva junto al recuerdo de la cosa que pasó la emoción que produjo, y, junto con el recuerdo, nos llega un escalofrío, una lágrima o una sonrisa.
Somos la suma de todo lo que hemos sentido.
O somos el resultado de todo lo que hemos sentido.
O somos las víctimas de todo lo que hemos sentido.
Cada uno que escoja la frase con la que se sienta más identificado.
Los momentos duros, difíciles, desagradables, en el Proceso de Realización, aunque cuesten, nos dejan una huella de amor propio y honradez para con uno mismo.
Hay que pasar por lo que sea necesario pasar para crecer.
Sabemos que lo hacemos por nuestro bien, sabemos que no importa volver a remover aquello que nos desagrada de nuestro pasado porque esta vez no es para reprocharnos nada, sino para aceptar que sucedió, y para resolverlo.
Dependemos de los sentimientos, y negarlo es negar la realidad.
Una vida sin sentimientos, es una vida vacía o muerta.
Es bueno relacionarse bien con los sentimientos, conocerlos, comprenderlos, dejarles que se manifiesten, no negarlos.
Dejar las lágrimas correr, que sean sonoras las carcajadas, que la emoción nos haga temblar, que los escalofríos nos recorran, enojarnos aunque sea con moderación, estar triste sin estancarse en ello, ser nostálgico o melancólico a veces…
Y darse cuenta de ello.
Sobre todo, darse cuenta de ello.
Vivirlo con toda la intensidad.
Dejar que el escalofrío nos deje agradablemente marcados, que el eco de las carcajadas nos acompañe toda la vida, darse cuenta del tímido amor propio que nos surge prudentemente cuando nos vemos enojados…
Lo que propongo es disfrutar de los sentimientos, regalo del Creador, y conocernos aún más a través de ellos.