¿POR QUÉ ME DECEPCIONAN LAS PERSONAS?
¿Por qué razón nos acaban decepcionando muchas de las personas que conocemos? ¿Es responsabilidad nuestra, quizá? ¿Ponemos unas expectativas demasiado altas en la gente? Estas son algunas respuestas al respecto.
¿Por qué me decepcionan las personas? ¿Por qué si siempre doy todo por los demás me acaban fallando? Son muchos los que se plantean estas cuestiones suspendidos en la tristeza, en el laberinto de esa frustración constante que no encuentra salida ni solución. Son estados psicológicos muy dolorosos en los que uno puede llegar incluso a dejar de relacionarse por temor a vivir la misma experiencia.
A pesar de que sea muy común escuchar en estas situaciones la recurrida frase de que «a cada decepción le llega su olvido», en realidad, esta premisa es completamente falsa. Las decepciones no se olvidan, dejan poso y arañazos en el corazón. Bien es cierto que hay quien gestiona mucho mejor estas vivencias y pasa página rápido. Sin embargo, abundan los que quedan encallados. Oxidándose durante años por esas emociones que carcomen.
¿Cuál es el origen de estas situaciones? ¿Es la raza humana la que, en general, no sabe cuidar de las relaciones y se excede en el egoísmo? ¿O es quizá responsabilidad nuestra por ser excesivamente confiados?
Lo analizamos a continuación.
¿POR QUÉ ME DECEPCIONAN LAS PERSONAS? RAZONES QUE DEBES CONOCER
Cada uno de nosotros tenemos unos valores, unos pilares sobre los que construimos nuestra percepción del mundo, de lo que es el amor, el respeto, la amistad e incluso el sentido común. Asumimos, a su vez, que no todos van a sintonizar con cada punto de ese repertorio interno. Aceptamos que es imposible estar de acuerdo al 100 % con todo aquel que conocemos o forma parte de nuestra vida.
Sin embargo, exigimos respeto. Esperamos, al menos, confianza y autenticidad. Y en muchos casos, este principio de convivencia no se cumple. Así, quien más y quien menos cuenta en su repertorio de experiencias con alguna decepción. Es ley de vida. Sin embargo, están quienes las sufren de manera periódica, quienes no dejan de tropezar una y otra vez con esa dolorosa piedra en el camino.
¿A qué puede deberse?
Exceso de confianza: la hipocresía es el estado natural de la mente humana
Podríamos decir que para navegar un poco mejor entre nuestras relaciones, no deberíamos depositar de inmediato toda nuestra confianza en quien acabamos de conocer. El psicólogo evolutivo Robert Kurzban nos explica algo muy interesante en su libro Why Everyone (Else) Is a Hypocrite: Evolution and the Modular Mind.
• Hay una parte de la mente que tiene sus valores, sus opiniones ideológicas. Sin embargo, también hay otra orientada en exclusiva a seducir a las personas. Queremos caer bien, integrarnos, lograr amigos y conquistar a quien nos atrae. Y, para ello, no dudamos en dejar caer pequeñas mentiras o en recurrir a la hipocresía.
• A medida que avanza la relación, se desvela el auténtico carácter y, de pronto, podemos descubrir que esa persona que hemos conocido no comparte ni uno solo de nuestros valores.
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Lo más adecuado en todos los casos es ser prudente. No hay que dejar en corazones ajenos toda nuestra confianza casi al segundo. Debemos observar a las personas en las pequeñas cosas, en los pequeños actos.
La raíz de todo sufrimiento: las altas expectativas
Ya lo decía William Shakespeare, la raíz de todo sufrimiento son nuestras elevadas expectativas. Por tanto, todo aquel que se pregunte “¿por qué me decepcionan las personas?” debe indagar en sí mismo y detectar cuán altas son sus expectativas sobre los demás.
En muchos casos, reducir el calibre de su altura nos permitirá vivir un poco mejor, sin esperar de manera constante a que el resto de personas sean como uno quiere, como uno ansía y necesita.
El sesgo hacia las relaciones dolorosas
A veces sucede. Hay personas con tendencia a iniciar relaciones de pareja o amistad con el mismo perfil de personalidad. Uno excesivamente nocivo. Por ejemplo, los hombres y mujeres con elevada empatía y con el clásico síndrome de Wendy (necesidad de cuidar y ser útil a los demás) derivan en muchos casos en vínculos con narcisistas.
Esto es algo que se da con excesiva frecuencia: nuestro tipo de personalidad puede encajar con quien menos nos conviene. Todo ello se debe a carencias no atendidas, a esa baja autoestima que nos empuja a sentirnos atraídos por personas con quien nos sentimos visibilizados. Hasta que llega un momento en el que nos damos cuenta de la realidad, de la manipulación, del engaño, del desgaste sufrido.
¿POR QUÉ ME DECEPCIONAN LAS PERSONAS? NO SIEMPRE VAMOS A PODER RECIBIR LO MISMO QUE DAMOS
Todos conocemos lo que significa el término reciprocidad: correspondencia mutua, recibir lo mismo que aquello que uno ofrece. Bien, asumir esto al pie de la letra puede ocasionarnos elevados sufrimientos. La mayoría esperamos de los demás, como mínimo, una equivalencia absoluta entre lo invertido y lo correspondido.
Sin embargo, debemos tener claro que las relaciones no son transacciones comerciales. Si a lo largo de nuestra vida nos preguntamos de manera constante “¿por qué me decepcionan las personas?”, tal vez debamos reformular el auténtico significado de lo que es la reciprocidad:
• La reciprocidad es, por encima de todo, permitirme recibir lo que otros quieran darme, disfrutando de ello.
• Es un acto de libertad en el que cada uno decide cuándo dar, cómo y en qué cantidad.
• Es decir, puede que estés cada día preocupándote por ese amigo y, sin embargo, él no te responda a tus mensajes o quizás sea de los que no les guste quedar con tanta frecuencia como deseas y esperas. Sin embargo, en los momentos difíciles, ese amigo acude al instante y sin dudarlo.
• Es necesario, por tanto, asumir un enfoque más relajado. No midamos de manera milimétrica todo lo que ofrecemos esperando exactamente lo mismo. Hacerlo nos abocará a sufrir decepciones constantes.
Para concluir, aceptar que las decepciones forman parte del viaje de la vida es algo esencial. Sin embargo, es más saludable para nosotros aprender a reducir las expectativas y ser un poco más cautos a la hora de regalar nuestra confianza. La prudencia es siempre buena compañera. Tengámoslo presente.
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