UN AMOR LIBRE DE NECESIDAD
UNO QUE ELIGES CADA MAÑANA.
Abres los ojos y aparecen frente a ti, como dos serpientes mágicas, tus dos posibles opciones; irte o quedarte.
LUCHAR O ABANDONARSE.
Un amor liberado de la dependencia se escoge voluntariamente cada segundo de cada minuto.
Se lucha por él porque merece la pena, porque se cultiva como un árbol de frutos y se construye como los cimientos de una casa.
Ese amor llena, ese amor es el único alquimista que conoce la receta de la felicidad.
AHORA BIEN;
¿Qué pasa con el resto de amores?
¿Qué hay de los que no se eligen?
¿Un amor tan altruista de verdad existe?
¿Cómo podemos amar sin utilizar, sin un quid pro quo, sin una vela mayor de apasionamiento, lujuria, admiración o egoísmo?
Erich Fromm se hace esa misma pregunta en El arte de amar.
Su punto de partida es la gran preocupación del ser humano, la angustia fundamental. El padre de todas las crisis: el aislamiento existencial.
Todos dedicamos nuestras vidas a intentar superar esto, haciendo uso de un arsenal de lo más variopinto; desde la obsesión y el fanatismo religioso al abandono hedonista, pasando por la actividad creativa o el intento de fusión con el grupo.
¿SU CONCLUSIÓN?
Que nada de esto termina de servirnos.
Lo único que encaja es la unión interpersonal; la fusión con el otro, el amor.
Pero Fromm no se detiene aquí.
Distingue entre “unión simbiótica”, a la que llama “amor caído”, y amor maduro.
El amor caído es co-dependiente, ninguna de sus partes íntegra o libre.
El amor maduro es la unión en la que se preserva la individualidad, en la que, paradójicamente, dos seres se convierten en uno y, sin embargo, siguen siendo dos.
El amor inmaduro dice “te amo porque te necesito”; el amor maduro elige seguir a tu lado hoy y mañana porque te ama.
COMO TODA DECISIÓN, EL AMOR SE TOMA, SE ACTÚA.
Es fácil quejarse de soledad y esgrimir como una espada el argumento de que “nadie me quiere” sin darse cuenta de la propia incapacidad para amar. Nos guste o no, tenemos la responsabilidad de salir ahí fuera y querer a quienes queramos. El amor es un acto positivo, no un afecto pasivo; los ingleses dicen “fall in love” como si fuera así de simple, cayéndose sobre un mullido colchón de plumas; quienes han experimentado de verdad el amor siguen, hoy en día, riéndose cada vez que escuchan la frase.
Se lo dejo a Erich: “Cuando alguien da, crea algo en la vida de otra persona, y esa creación se refleja de nuevo en él. Al dar verdaderamente, no se puede evitar el recibir lo que se le devuelve. Dar hace que el otro dé también, y ambos compartís la dicha de lo que habéis creado.”
Pero el miedo está ahí, siempre. El miedo y el trauma, el abuso, el ruido y la furia.
Aquí un extracto del diálogo entre alumno y profesor en “Las ventajas de ser un marginado”:
– Por qué la gente buena… sale con la gente equivocada?
– Aceptamos el amor que creemos merecer.
– ¿Podemos hacerles ver que se merecen más?
– Podemos intentarlo.
EL EJE DE TODAS NUESTRAS RELACIONES, EL OJO DEL HURACÁN.
El propio hecho de existir en este mundo es algo muy difícil. Todo es muy contradictorio, y la vida es un absoluto caos. Las infancias son complicadas, los mandatos y los aprendizajes se graban a fuego; todos acabamos llenos de cicatrices y de pequeños “post-its” que nos sirven de guía para encontrar nuestra media naranja.
Si tu experiencia ha sido que el amor se “demuestra” mediante violencia y denigración, tu mapa del laberinto va a llevarte… directo al minotauro.
¿PODEMOS HACERTE VER QUE MERECES MÁS?
Para eso, entre otras cosas, existimos los psicoterapeutas.
Pero la responsabilidad última es tuya; tuyo es tu cuerpo, tuyo tu alma y tuyas tus decisiones. Para Viktor Frankl jamás podrán quitarte la última de tus libertades; la de tomarte las cosas como a ti te dé la gana.
Puedes enfrentarte al problema de la soledad y la angustia existencial de forma pasiva, una permanente víctima hundida en arenas movedizas, o puedes declarar el amor como arte, como proceso activo del cual eres el máximo responsable, y salir ahí a pedir ayuda, a empatizar con los demás, a apuntarte a terapia (siempre que no se pueda solo) y a aprender a querer antes de encerrarte en el deseo de que otros te amen.
Mereces el mayor de los amores; el libre de necesidad.
Está, literalmente, en tus manos.
El amor es una virtud individual, una manera de relacionarse con el mundo.
¡Disfrútalo!
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