Nos pasamos mucho tiempo, y gastamos mucha energía, deseando que las cosas sean de otro modo: que la cola en la caja del supermercado vaya más rápida, que termine la jornada de trabajo, que llegue el fin de semana, que cambie la relación con algunas personas…
La vida es como es, aunque no lo queramos ver así, y no va a cambiar ella sola porque no nos gusta.
Las circunstancias son las que son.
Si te acostumbras a ver que las cosas son como son, sin engañarte, sin magnificarlas ni dramatizarlas, comienza a instalarse en ti la capacidad de aceptación, sin resignación, sin frustración, sino desde una “iluminación” que te permite comprender y aceptar sin oponerte, sin alterarte.
El observador se da cuenta; no juzga, no se opone, no sufre. Sólo se da cuenta.
Cuando te haces cargo de ello, comienzas a reconocer tus sentimientos, tus interpretaciones y tus actos, y a responsabilizarte de ellos.
Lo que te pasa, te pasa a ti; es tuyo, no es de la situación o de los otros.
El siguiente paso, tras ver al otro o a lo otro tal como es, es asumir las proyecciones o expectativas que tenías puestas.
La culpa no es del otro, o de lo otro, sino de algo con tan poca base como ser simplemente tu deseo o una ilusión que no depende del pensador.
En esta aceptación no es imprescindible la resignación.
Aceptar es conocer, y reconocer, la realidad, los pensamientos, los sentimientos, las creencias, los límites, y el modo de interpretar las cosas. En la aceptación se incluye que no se va a quedar sólo en el reconocimiento, sino que implica que después se va a hacer algo por resolverlo.
Resignarse es hacer uso del conformismo, es renunciar a resolver, es rendirse.
La resignación y el conformismo nacen del miedo, o de la resistencia de contactar con la realidad; evitan afrontar las situaciones pendientes de resolución y eliminar las insatisfacciones que tenemos; surgen del temor a perder el lugar que uno ocupa; suelen acarrear una actitud de abandono y falta de ilusión o compromiso, y quitan las ganas de solucionar el asunto, y se acaba pensando: que venga algo o alguien de fuera y me lo resuelva.
Encontramos unas cuantas justificaciones para seguir en esa actitud y nos las repetimos continuamente, evitando de ese modo comprender la realidad y hacer cualquier cosa para modificarla.
Sabemos que algo no va bien, pero preferimos considerarnos víctimas.
Pero seguir en esta actitud no resuelve nada, así que hay que ponerse en acción, por dignidad y por respeto a uno mismo, y porque seguir quietos y a disgusto no ayuda.
No podemos dejar nuestros asuntos en manos de los otros o del destino. Pero tampoco podemos resolver lo que no depende de nosotros y no podemos controlar. Hay que saber distinguir una y otra cosa.
Si quieres relajarte tienes que aceptar que la vida es un conjunto de cosas que son, o aparentan ser, unas buenas y otras malas.
Otras cosas que puedes hacer:
. Observar tus pensamientos pero date cuenta que sólo son pensamientos. Fíate más de la realidad.
. Date descanso. No estés en tensión continuamente. La paz te ayudará a hacer mejor las cosas.
. Aclara qué asuntos puedes controlar y cuáles no puedes controlar.
. Cuando te encuentres dentro de un problema, mira a ver cómo podrías verlo y vivirlo de otro modo distinto.
. Averigua las emociones que sientes, reconócelas, acéptalas y luego gestiónalas bien.
. Responsabilízate de lo que sientes.
. Mantén la mente equilibrada y que te obedezca, permanece sereno, contento, pacífico, equilibrado y ten valor para enfrentarte a lo que es.
(Basado en ideas de Constanza González)