DI ADIÓS A LO QUE NUNCA SERÁS.
En mi opinión, antes o después, pocas veces o muchas, todos tendremos que atravesar el trance de tener que renunciar definitivamente a un sueño, una ilusión, una utopía, algo amado, o algo que creíamos que nos aportaría felicidad.
Hay cosas que nunca seremos, que nunca tendremos, que nunca conoceremos.
Hay que aceptar que no todo está a nuestro alcance y no todo nos pertenece.
Vivir implica renunciar.
Perder, o no lograr algo, forma parte indisoluble de la vida.
No todo es posible de alcanzar y hay que aceptarlo así, y es mejor y más sano hacerlo sin frustración, entendiendo que es algo habitual y que es mejor desprenderse de los deseos imposibles sin montar un drama por ello.
Hay que saber decir adiós con una leve sonrisa, o por lo menos sin rabia y sin rencor y con paciencia, con entereza, con honestidad y dignidad. Adiós a lo que no pudo ser, a lo que se tiene que quedar solamente en el pensamiento.
Nos conviene no poner más energía y tiempo –porque se va a convertir en frustración- en aquello que sabemos claramente que es imposible. Lo que sí es posible, aunque sea difícil y requiera esfuerzo y dedicación, sí merece el esfuerzo y la dedicación. Lo imposible no… porque es imposible.
Hay que ser consciente de las limitaciones y de las circunstancias personales, de las incapacidades reales, de aquello que es irrealizable por mucho que se desee, y hay que saber cuándo hay que parar, cuándo hay que sacar algo de la lista de los deseos y dejarlo quedarse como un sueño que no se pudo realizar, porque hay miles de sueños en el mundo que no se podrán realizar. La mente fantasiosa no es consciente de los límites que impone la realidad.
La mejor recomendación es que te centres en aquello que sí puede ser o en lo que sí puedes ser. Así tu trabajo tendrá recompensa.
“Sueña al soñar; pero al obrar, afirma los pies en el suelo”. El hecho de desear una cosa no significa que esa cosa sea accesible. No pretendo decir que hay que renunciar a TODOS los sueños, sino que hay que ser consciente de aquellas limitaciones impuestas que son infranqueables y contra las que conviene no estrellarse y romperse. Renunciar a un deseo conlleva tristeza, por eso antes de darles fuerza y esperanza a algunos deseos conviene analizar objetivamente si realmente va a ser posible realizarlos.
Hay cosas que uno nunca tendrá, que nunca será, y esto es lo normal. Dejar de luchar por lo que no puede llegar a ser realidad es un alivio. Es un acto de humildad y de realidad. Es darse cuenta y aceptar nuestros límites y comprender sin dolor que es así, que así seguirá siendo, que podremos alcanzar algunas de nuestras pretensiones pero otras no. Que no hay que ser descabellados a la hora de imaginar y desear.
Esas frases tan optimistas como irreales del estilo de “todo lo que desees lo podrás conseguir si te empeñas”, o “no hay nada que sea irrealizable”, no siempre son ciertas. ¿Mi visión es pesimista? No, es realista. Rafael Guerra decía que “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”.
Mientras antes asumamos que algunas de esas cosas que tenemos pendientes de realizar, o que esperamos, no van a ser posibles, antes nos desharemos de unos sentimientos de frustración que no sólo no nos motivan sino que son perjudiciales. La realidad no miente. Hagámosle caso.
Te dejo con tus reflexiones…
