PARA QUE LOS DEMÁS TE QUIERAN.
• Vanessa Carreño Andrés
Las personas necesitamos sentirnos aceptadas y queridas tal y como somos.
Aceptadas con nuestras heridas, con nuestra vulnerabilidad, con nuestros defectos cotidianos… Aceptadas cuando nos sentimos solas, dolidas, imperfectas, heridas, cuando se nos parte el corazón y cuando no tenemos ganas de nada.
Y queridas tal y como somos, también cuando asoman nuestras sombras, cuando no somos la mejor compañía y cuando no estamos sabiendo hacerlo mejor… Sin que nadie nos haga sentir que no está bien ser así, que deberíamos ser de otra forma o que eso tendríamos que cambiarlo.
Sí, las personas necesitamos la aceptación y el amor de los demás.
No de todos, ojo, pero sí sentirnos aceptadas y queridas, vistas y reconocidas, por las personas que para nosotras son importantes.
Tú lo necesitas. Yo lo necesito. Todos lo necesitamos.
Pero ese amor y esa aceptación de los demás, SIEMPRE, SIEMPRE, SIEMPRE, empieza por ti.
No puede venir de ellos si no nace de ti. Porque no puede llegar a donde no está ocurriendo….
Y si te dices que no está bien ser como eres, que está mal ser así, y te juzgas por tus defectos y tus debilidades, no te estás aceptando a ti misma.
Y si te tratas peor de lo que tratarías a la persona a la que más quieres en el mundo, si te dices cosas que no le dirías a nadie, si te castigas o te culpas por lo que ha pasado, tampoco te estás queriendo a ti misma.
Y resulta que cuando tú no te aceptas, no te sirve de nada que el otro te acepte.
Y resulta que cuando tú no te quieres, no te sirve de nada que el otro te quiera.
Además de que los demás siempre nos hacen de espejo, y nos enseñan lo que nos estamos haciendo a nosotras mismas.
Por eso, cuando vives esperando a que otro te acepte, es porque tú no te estás aceptando.
Y por eso, cuando vives esperando que otro te quiera, es porque tú no te estás queriendo.
UNOS CUANTOS EJEMPLOS Y CASOS REALES
Por ejemplo, si tienes miedo a expresar tu opinión y a decir lo que piensas, si tienes miedo a lo que los demás puedan pensar de ti, a no encajar, y te avergüenzas y lo escondes, la primera que no se está aceptando eres tú.
Si deseas algo, pero crees que eres egoísta por querer eso, o que eres caprichosa, o que no puedes permitírtelo, o que no te lo mereces, o que qué van a pensar los demás, la primera que no se está aceptando eres tú.
Si dices que sí cuando querrías decir que no, si te olvidas de tus prioridades o de lo que de verdad te apetece en ese momento, y haces lo que tú crees que otro espera de ti, lo que se supone que es lo correcto, en busca de su aceptación y de su amor, la primera que no se está aceptando eres tú.
Si te dices que te encantaría tener una pareja que fuera así y asá, pero que es imposible que alguien así se fije en ti, la primera que no se está queriendo eres tú.
Si alguien te hace una crítica y tú saltas, y te pones a la defensiva, y respondes desde la herida y atacas al otro, y después te juzgas y te criticas por haber respondido así, la primera que no se está aceptando eres tú. Porque no pasa nada, eres humana, tienes heridas y a veces los demás meten el dedo en ellas. Pero si tú te aceptas y te quieres completa e incondicionalmente, tus heridas dejarán de ser algo que rechazar y pasarán a ser algo que abrazar… Y desde ahí, ahora sí, podrán curarse.
Por ejemplo, este verano una amiga organizó una barbacoa y se olvidó de invitarme. Avisó a todos los papás con niños y a mí no me dijo nada, así que me enteré por otra persona. ¿Qué habría hecho mi Yo antiguo, que ni se quería ni se aceptaba? Pues habría confirmado eso que yo ya pensaba de mí misma, diciéndome que esta amiga no me quiere ni me acepta, ¿cómo lo va a hacer siendo como soy? Y me habría encerrado en mi burbuja de dolor y rechazo, en la que la primera que ni se quería ni se aceptaba era yo.
En cambio, ahora mi manera de responder fue totalmente distinta: le escribí, le dije que X me había comentado lo de la barbacoa, y que me gustaría ir si le parecía bien. Me respondió que por supuesto, que había avisado pensando en los niños (ella también es madre) y se había olvidado de mí (comprensible porque no tengo hijos, porque de normal no me encajan los horarios infantiles y porque suelo ir bastante a mi bola).
Así que fui y estuve muy a gusto. Gracias a que lo hice desde la aceptación y el amor a mí misma, pude recibir lo mismo de los demás.
Es decir, si tú no te quieres ni te aceptas, interpretarás lo que hagan los demás como la señal de que ellos tampoco te quieren ni te aceptan. Pero no tendrá tanto que ver con ellos, como contigo.
LA CLAVE: ACEPTAR TUS EMOCIONES
Si te molesta algo pero te lo callas, y reprimes esa rabia y ese enfado, para que al otro no le parezca mal, para no discutir, para que no deje de quererte o para lo que sea, la que no se está aceptando ni queriendo eres tú.
Si te sientes triste pero lo ocultas, porque no tendrías que sentirte así, porque no tienes motivos, porque lo tienes todo, porque no quieres que se preocupen, porque tú no tienes tiempo para tristezas, porque no te gusta sentirte así o por lo que sea, la que no se está aceptando ni queriendo eres tú.
Si tienes miedo pero no lo reconoces, y haces como que no, como que tú no eres esa, como que no deberías sentir eso, que eres una débil y una insegura, que a los demás no les pasa, que así te va, que te vas a quedar siempre como estás, o que total no estás tan mal, y que tampoco es el momento, o lo que sea que te estés contando, la primera que no se está aceptando ni queriendo eres tú.
Y resulta que los demás no pueden entender cómo te sientes si tú no te das permiso para sentirlo, si no te dejas sentir lo que sientes, si no te aceptas y te quieres con eso que estás sintiendo y que en este momento forma parte de ti.
Por ejemplo, recuerdo que en los últimos momentos de vida de mi madre, cuando ya estaba muy enferma y yo no sabía si las decisiones médicas que yo estaba tomando eran las correctas, me sentía muy triste y preocupada. Y quien entonces era mi pareja me decía que no quería verme así, que estaba mucho más guapa cuando sonreía. Y yo me esforzaba por sonreír delante de él y que no me viera triste. Pero haciendo eso no sólo no aceptaba lo que estaba sintiendo, sino que además me cargaba a mí misma con la responsabilidad de cómo se sentía él, de que no podía estar triste para no hacerle sentir mal a él.
Cuando la realidad es que nadie es responsable de cómo se siente otro. Cuando sólo si dejo de juzgar lo que yo siento dejaré de juzgar lo que tú sientes. Y cuando sólo aceptando lo que siento puedo aceptar lo que siente la persona que está a mi lado.
DEJA DE PEDIR LO QUE TÚ NO TE DAS
Lo mismo que los demás no pueden reconocer tus necesidades si tú no las aceptas y las validas antes. Lo mismo que si tú no te escuchas, ellos tampoco pueden oírte.
De ahí que tantas personas culpen a los demás de no recibir lo que necesitan, de darlo todo y no recibir lo mismo, de desvivirse por los demás y que ellos no hagan lo mismo por ellas.
Pero es que la primera responsable de darte lo que necesitas eres tú. Y cuando tu prioridad es dárselo a los demás, eres tú quien no se está queriendo ni aceptando. ¿Cómo esperas entonces que ellos te den algo que tú no te estás dando?
Si pones por delante los sueños de los demás, los deseos de los demás, las necesidades de los demás, lo que los demás esperan de ti… Si te esfuerzas por no decepcionarles y por que no te rechacen, estás dejando de lado a la única persona a la que tienes la obligación de cuidar toda tu vida. La única, sí.
Y ese cuidado empieza por quererte y aceptarte, por dejarte ser tú misma y amarte tal y como eres.
Si para ser aceptada necesitas ser falsa, la responsable de tu falsedad estás siendo tú.
Si para ser querida tienes que dejar de ser real, la responsable de esa traición eres tú.
El arte de ser tú misma consiste en aceptarte tal cual eres, en observarte sin juzgarte, en experiementar lo que sientes, en reconocer y validar tus emociones, tus deseos, tus necesidades y tus comportamientos, en respetar tus valores, en tomar tus propias decisiones y en ser integra y coherente con lo que eres.
Si tú no te concedes ese permiso, los demás tan sólo serán el espejo en el que te veas reflejada.
Si tú te juzgas, los demás también te juzgaran. Si tú te rechazas, los demás te rechazarán.
Cuando tu prioridad es que los demás te acepten y te quieran, es porque tú no lo estás haciendo. Porque tú no te aceptas y te quieres como eres. Y entonces no estás siendo tú.
En cambio, si tú te aceptas y te quieres, los demás también lo harán. Y si alguien no lo hace, eso será suyo, y ya no te afectará ni te hará sufrir. Porque por encima de eso tú te sigues queriendo y aceptando.
Y así es como, cuando tú eres tú, cuando te aceptas y te quieres completa, resulta que la magia de la vida hace que te rodees de personas que también te aceptan y te quieren así.
Y entonces todo funciona. Y entonces todo fluye. En armonía. En paz. En amor y aceptación incondicional, contigo misma y con la vida.
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