Uno de los mayores desgastes energéticos que padecen los Seres Humanos proviene de la no aceptación de la realidad, y de la obstinación en pretender cambiar lo que no se puede ni se debe cambiar.
La realidad es la realidad.
No cambia por las distintas o interesadas interpretaciones.
Y no hay más vueltas.
Lo que es, es.
Y hay que aceptarlo.
Se puede cambiar de opinión, pueden haber tantas verdades como personas, las circunstancias pueden ser distintas para cada uno, se pueden ver las cosas de diferente modo dependiendo de cómo tiene uno el día, somos volubles e inconstantes, puede haber confusión… pero nada cambia a la realidad ni a lo que es.
Y, en cambio, cuando algo no nos gusta nos empeñamos en querer cambiarlo sin darnos cuenta que no es aquello lo que tenemos que cambiar, sino el modo nuestro de verlo, el no aceptarlo, o comprender que es una carencia nuestra y por eso nos molesta.
Es un gran ejercicio el de rendirse ante la realidad –sin sentimiento de derrota, sino con paz y relajación-, ser consciente de las propias limitaciones y circunstancias –sin olvidar el interés por seguir en el Crecimiento Personal-, y vivir la vida de un modo relajado y fructífero en la propia compañía personal, con una moderada sonrisa de relajación.
A la vida se viene a vivir y no a pelear contra ella.