DIEZ MOTIVOS POR LOS QUE NUNCA ACABAS LO QUE EMPIEZAS (Y CÓMO EVITARLO)
• Vanessa Carreño Andrés
¿Te pasa eso de que dices que quieres hacer algo, pero no terminas de ponerte con ello?
¿O que lo empiezas con muchas ganas y al poco tiempo abandonas?
En plan una rutina, un hábito nuevo o algo puntual que tienes pendiente desde hace tiempo…
No creo que el hecho de procrastinar y dejar las cosas a medias tenga mucho que ver con la organización o la falta de tiempo. Por lo que veo cuando lo trabajo con alguien, tiene más que ver con temas de autosabotaje, perfeccionismo y creer que no vas a ser capaz.
Y tampoco es algo de lo que haya escrito mucho en el blog. En parte porque suelo escribir de cosas que yo misma he vivido. Y esto no me ha pasado mucho, tal vez porque de pequeña mi madre me insistía mucho en eso de que tenía que tener amor propio. Y yo, para complacerla y que me quisiera, aprendí a hacer todo lo posible por cumplir.
Pero sí recuerdo que hubo un tiempo en que, aunque hiciera las cosas que me proponía, las hacía desde un lugar muy diferente a como puedo hacerlas ahora. Con mucho más sufrimiento, que yo misma me provocaba con mi machaque y mi diálogo interno, y mucho menos disfrute.
¿Y a ti? ¿Qué te lleva a dejar para mañana algo que llevas tiempo diciéndote que quieres hacer? ¿Qué hace que empieces algo con mucha energía y, una semana después, pierdas las fuerzas?
¿Qué te cuentas cuando no haces algo? ¿Qué excusas te pones? ¿Cómo te vas sintiendo con eso que te dices?
En mi opinión, la clave está en que comprendas dónde está el problema. Que observes el proceso en el que abandonas, para que tú misma puedas descubrir qué te lleva a dejarlo o a ni siquiera empezarlo.
Así que vamos a investigar un poco. Te invito a que pienses en algo que siempre dejas para mañana o que por más que lo intentas no consigues introducir en tu rutina, ¿lo tienes?
LOS MOTIVOS POR LOS QUE NUNCA ACABAS LO QUE EMPIEZAS
Pues ahora voy a darte unos cuantos motivos por los que abandonamos nuestros objetivos y te voy a ir haciendo preguntas, a ver si así encuentras el click que necesitas.
1.¿Estás segura de que es algo que tú quieres hacer? ¿Es tuyo ese objetivo? ¿Nace de ti de manera auténtica y genuina?
A veces nos proponemos objetivos para no decepcionar a alguien, porque lo hace todo el mundo o porque “alguien me ha dicho que es lo que tendría que estar haciendo”…
En plan que te dices “debería hacer más de esto” porque entra dentro de la imagen de vida ideal que te has montado y de lo que crees que deberías ser o porque ves que los demás lo hacen.
Y compras ese objetivo sin pasarlo por tu propio filtro personal ni valorar si a ti te encaja y si de verdad quieres hacerlo. Sin darte cuenta de que el deseo de hacer eso en realidad no es tuyo. Y, claro, así es lógico que termines abandonando.
O sea, ojo con estar disfrazando de quiero algo que en realidad es un “tengo que” y una obligación más que un anhelo auténtico.
Por ejemplo, “quiero empezar a ir al gimnasio”.
¿Desde donde quieres eso? ¿Es tuyo o es porque crees que tendrías que hacerlo?
Si tu objetivo no pasa este filtro, te sentirás culpable y tendrás cargo de conciencia cada vez que no lo hagas. Y te seguirá pasando hasta que aceptes que ese objetivo no es tuyo y que en realidad no quieres hacerlo. Y punto.
Por eso necesitas preguntarte si de verdad tú quieres hacer eso. Y asegurarte de que todos tus objetivos son tuyos al 100%.
Si es que sí, pasamos a la siguiente pregunta…
2.¿Lo quieres ahora? ¿En este momento de tu vida?
A veces traemos algo del pasado y nos empeñamos en meterlo en el presente, sin valorar si en este momento nos encaja.
Así que, ¿te has preguntado si sigues queriendo eso a día de hoy? Porque si tú cambias, lo lógico y normal es que tus deseos también cambien. Que lo que quieres cambie.
Incluso puede ser que hace un mes desearas algo y ahora ya no te motive…
Por eso, para que no te quedes anclada a un “quiero” que ya no quieres, necesitas escucharte y preguntarte cómo te hace sentir eso a día de hoy. ¿Te motiva? ¿Te ilusiona? ¿Te inspira?
Para llevarlo a cabo necesitas sentir que es el momento, que te apetece y que ahora mismo eso es una prioridad para ti.
Si es que sí, seguimos avanzando…
(Y si lo quieres, pero te das cuenta de que ahora no es el momento, pues lo dejas para cuando sea y listo).
3.¿Qué estás dispuesta a sacar para meter eso? ¿Qué estás dispuesta a sacrificar para introducir esa rutina? ¿A cambio de qué quieres conseguir eso?
Queremos meter y meter y meter sin plantearnos qué vamos a sacar. Y los días no son un pozo sin fondo en el que cabe todo. ¡Siguen teniendo 24 horas!
Por eso, para meter una rutina nueva, primero hay que hacer hueco y preguntarte qué vas a sacar.
Porque a veces te empeñas en que “a esto debería dedicarle más tiempo” o “debería ponerme con eso”, pero en realidad no hay nada que te sobre, no hay nada que quieras sacar a cambio de eso. Entonces, si todo lo que hay es más importante o más necesario o no puedes quitarlo, pues igual es que no hay donde meter.
Por ejemplo, en mi caso hace mucho tiempo que tengo ganas de meditar. Lo hago a veces, pero no de manera continua. ¿Por qué? Porque no hay nada en mi vida que quiera sacar, porque todo lo que hago cada día me nutre y es importante para mí. Y si no estoy dispuesta a sacrificar nada, es imposible que le haga hueco a un hábito nuevo.
Por eso, que no puedes exigirte más y más y más si no estás dispuesta a quitar de otro lado.
4.¿Para qué quieres hacer eso? ¿Qué te va a aportar?
Es lógico que pierdas la motivación de hacer algo si no tienes claro para qué lo haces y qué va a sumar en tu vida.
Porque igual eso que te va a aportar lo tienes idealizado y en realidad no va a ser tanto…
O igual es algo que ya lo estás recibiendo por otro lado y con eso te vale y no necesitas más…
O igual es que los beneficios son muy a largo plazo y no estás dispuesta a invertir tanto…
Si es así, si no tienes claro para qué lo quieres o si es algo que te estás forzando a hacer, a la primera que haya un imprevisto te agarrarás a esa excusa y lo dejarás.
En cambio, si algo realmente es importante para ti y tienes claro por qué lo es, seguirás con ello pase lo que pase (y seguro que se te ocurre algo con lo que seguiste aunque cayeran chuzos de punta :-).
No es que quiera tirarte tus objetivos por tierra, sino que te marques cosas que de verdad quieras y vayas a cumplir, porque si lo quieres de verdad será mucho más fácil que lo cumplas, en vez de sentir que vas fracaso tras fracaso…
Y si entiendes todo esto dejaras de fustigarte y de machacarte porque es que no haces eso y es que nunca te pones… Si comprendes de dónde viene el problema entenderás por qué no lo haces y ya está. Probablemente lo aceptes así y lo dejes para un día en que eso sea prioridad para ti, o en el que haya algo que quieras sacar para meter eso, o en el que te des cuenta de que es tuyo y no de los demás… Pero, mientras tanto, te dejaras en paz.
Y si has llegado hasta aquí sin hacer click, sigue investigando…
5.¿Qué te dices antes de empezar? ¿Cómo te comprometes cuando quieres ponerte con algo?
Por ejemplo, si eres de las que se dicen “venga voy a intentar empezar este fin de semana”, así en plan “intentar”, sin un compromiso claro y rotundo, hay muchas probabilidades de que no empieces.
¿Y que pasará? Que te desmotivarás y perderás la confianza en ti. Porque cuando quedas en algo contigo y te fallas una vez, dos o tres, el vaso de la confianza en ti se va vaciando.
Y así, cada vez que te plantees algo, una vocecita en el fondo de ti te empezará a decir “¡no te lo crees ni tú!”.
¿Resultado? Que cada vez confiarás menos y cada vez postergarás más.
6.¿Cómo son tus objetivos? ¿Qué te planteas para un día? ¿Son pequeños y alcanzables o muuuuuy grandes e irrealizables?
Si un objetivo es muy grande, demasiado exigente o poco concreto, las probabilidades de que lo cumplas se reducen.
Y así es como tantas personas van de un extremo al otro. Del “llevo semanas sin hacer nada” al “me pongo y lo hago todo en un día”. Pero claro, terminas agotada, y como es imposible mantener ese ritmo mucho tiempo, vuelves a abandonar.
¿Solución? Ponte objetivos diarios muy, muy pequeños. Tan pequeños que te parezca imposible no cumplirlos. En plan “hoy voy a estudiar inglés quince minutos” o “me voy a poner con la elíptica dices minutos”.
Y, por supuesto, hazle un hueco en tu agenda a eso que quieres hacer.
¡Prográmalo como si fuera una cita super importante a la que ni loca puedes faltar!
7.¿Qué te dices ante algo que te supone un reto? ¿Qué te cuentas cuando fallas o algo no te sale perfecto?
Esto es fundamental. Y creo que mucho de lo que empezamos y no acabamos tiene que ver con lo que nos contamos. Con que nos criticamos mucho más de la cuenta cuando metemos la pata o algo no sale como “yo me digo que me debería haber salido”.
Las personas, a no ser que seamos masoquistas, queremos hacer cosas que nos hagan sentir bien y evitamos hacer eso que no nos hace sentir bien.
¿Y de qué va a depender cómo te sientas? ¿De que no te equivoques? ¡Noooo! Dependerá de lo que te cuentes.
Por ejemplo, algo que me decía ayer una coachee: resulta que cuando algo le sale mal se dice “¿ves? Si ya lo sabías…” y cuando algo le sale bien se dice “bueno, es lo normal”.
Con este diálogo interno, ¿cómo te va a apetecer ponerte con algo? ¡Si es que es lógico y normal que procrastines!
Si te castigas por los retrocesos y no te premias por los avances, ¿cómo piensas mantener la motivación?
Entonces cambia lo que te cuentas para que, aunque una cosa te resulte difícil o no te salga a la primera, te sigas sintiendo bien.
Apóyate, anímate y empodérate para que sigas manteniendo las ganas de seguir adelante, vaya bien, mal o regular.
A veces, para creer en ti, necesitas ponerte en marcha y empezar a obtener resultados, porque los pequeños pasos serán los que te vayan dando esa confianza en ti. ¡Pero para eso necesitas ser tu animadora incondicional!
Así que deja de enfocarte en el resultado final en plan “como todavía no estoy allí, pues no puedo sentirme bien” y empieza a premiarte por cada minúsculo paso y a disfrutar de lo que vaya pasando.
¿O todavía no te has dado cuenta de que no vamos a ninguna parte y que el destino es el camino?
8.¿Qué te dices cuando no cumples con lo que te habías propuesto? ¿Qué haces cuando surge un imprevisto?
Por ejemplo, si te habías dicho que hoy ibas a leer tantas páginas y luego no te da tiempo, ¿qué haces?
Si no eres flexible, si eres de las que “si no es lo que me había propuesto, ya no vale”, es muy posible que te desmotives y lo acabes dejando.
En vez de eso, ¡aprende de lo que ha pasado! Igual es que fuiste demasiado optimista con los tiempos, ¡entonces se más generosa mañana!
Igual es que no tuviste en cuenta los imprevistos, o que te exigiste demasiado para un solo día, o que te pides que te salga perfecto…
Observa, aprende y reformula. Márcate tiempos holgados y deja espacio para los imprevistos.
Y sobre todo se muy compasiva y cariñosa contigo…
“Oye, pues hice lo que pude, y mañana más”.
9.¿Con qué te distraes cuando abandonas lo que era importante para ti?
Seguro que ha sido con algo menos importante… O bien porque te costaba menos hacer eso que lo que tenías previsto, o bien porque no estás distinguiendo lo que es más importante de lo que lo es menos, o bien porque no sabes decir que no…
10.Cuando no te pones, ¿por qué no te pones? ¿A qué tienes miedo?
¿A no saber hacerlo? ¿A volver a fallar como otras veces? ¿A hacerlo mal y que te critiquen? Entonces vuelve al punto 7.
¿Qué podrías perder si lo haces? ¿Qué ganas cuando no lo haces? Por ejemplo, que así no sales de tu zona de confort, que así no fracasas, que así no tienes que esforzarte, que “así los demás no se dan cuenta de que no soy capaz”…
En lo que te cuentas está la clave.
Así que deja de contarte cuentos de brujas y empieza. Ponte al menos cinco minutos. Porque la mente no soporta las tareas incompletas. Y cuando empiezas algo, tu mente necesita completarlo.
Claro que surgirán dificultades. Es lo normal, ya irás viendo cómo resolverlas.
Y, si después de toda esta parrafada todavía sientes que ese objetivo es para ti, ¡ponte!
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