KINTSUGI: LA FILOSOFÍA DE VIDA QUE REVALIDA LAS HERIDAS DEL ALMA.
El "kintsugi" nos enseña que la verdadera sanación emocional ocurre cuando aprendemos a aceptar las heridas del alma y nos permitimos sentirlas. Conoce esta filosofía de vida.
Muchas personas creen que las heridas emocionales se superan sepultando el dolor y adquiriendo una actitud positiva ante la vida. Sin embargo, y como muy bien lo refleja el kintsugi, la sanación emocional solo es posible cuando nos damos la oportunidad de aceptar y sentir las roturas internas, dándole espacio a la tristeza, la angustia y la rabia.
El kintsugi es una técnica centenaria japonesa que consiste en reparar piezas de cerámica rotas. Sin embargo, también representa una filosofía de vida que defiende la idea de que no tienen ningún sentido ignorar las heridas o disimularlas. Al contrario, se revaloriza la belleza de las cicatrices, afirmando que las roturas forman parte del objeto, lo hacen único y definen su identidad.
¿QUÉ ES EL “KINTSUGI”?
Kintsugi es una técnica japonesa que consiste en coger los trozos de una pieza rota de cerámica y unir sus fisuras con un barniz espolvoreado en oro, para que así resalten a la vista sus cicatrices doradas. Aunque la cerámica recupera su forma original, esas marcas transforman su esencia hacia una versión más profunda y única.
Ahora bien, desde el punto de vista psicológico, el kintsugi ha sido utilizado como metáfora para aludir al afrontamiento de situaciones difíciles, a sus consecuentes heridas emocionales y a la capacidad de los seres humanos para sanar las roturas del alma.
Bajo esta premisa, lo ideal es que aprendamos a unir las piezas de un corazón roto, aceptando el dolor y las heridas que nos producen las pérdidas y los obstáculos. Son estas roturas las que nos hacen crecer como personas y convertirnos en individuos únicos.
DARLE ESPACIO AL DOLOR PARA SANAR
En el ámbito emocional, el duelo es el proceso que se encarga de cicatrizar las heridas que produce la pérdida de un trabajo, de una persona, de un proyecto. Si queremos superarla, es vital que hagamos espacio para la tristeza, la angustia y la rabia. Es decir, debemos permitir que todas esas emociones drenen, sintiéndolas en lugar de taparlas.
Nos han enseñado que debemos evitar el dolor a toda costa y que el estado ideal de todo ser humano es la felicidad. Sin embargo, esta pretensión no ha hecho más que frustrar la cura emocional en todo proceso de duelo.
En vez de afrontar el dolor como se debe, a través de la aceptación y el sentir, lo evitamos, lo reprimimos y huimos de él como si fuera posible desecharlo sin más.
El dolor es incómodo, no solo para quien lo sufre, sino para quien lo ve reflejado en los demás. Por eso insistimos en soluciones rápidas, animando al afectado a salir de su estado lastimoso: “es momento de pasar página, vamos a divertirnos que la vida es una sola”; “anda, no es para tanto, anímate que todo va a estar bien”.
A la larga, estas intervenciones son interrupciones que nos impiden alcanzar la cicatrización real. La misma se logra abrazando el dolor y las heridas emocionales.
La cerámica rota que se repara es la metáfora de aquellas cicatrices que nos hacen individuos únicos, con una historia personal.
SANANDO LAS HERIDAS EMOCIONALES A TRAVÉS DEL “KINTSUGI”
Céline Santini, en su libro Kintsugi, el arte de la resiliencia, nos enseña el camino que debemos recorrer para sanar las heridas emocionales, según esta técnica japonesa.
1. Romper
Esta fase corresponde a la vivencia de acontecimientos adversos, los cuales nos rompen el corazón y el alma. Haciendo referencia a la metáfora del kintsugi, en vez de tirar la pieza rota, lo ideal es darle una segunda oportunidad al objeto, uniendo sus partes.
Aplicado a nosotros, esto implica que aceptemos las situaciones adversas, nos dejemos llevar por el dolor y recojamos los añicos del alma para sanarla y darle otra oportunidad.
Para ello es necesario elegir cómo vamos a reparar la situación y visualizar cómo puede llegar a quedar después de este proceso. Ante esta idea, Santini resalta que, cuando decidimos arreglar algo roto, no solo estamos reconociendo su valor, sino que lo multiplicamos.
Elegir repararnos no es más que un acto de amor propio.
2. Ensamblar
La siguiente fase es ponerse manos a la obra, pero con paciencia y sin prisas. Es decir, así como el material para el kintsugi se reúne con cuidado y con plena consciencia, debemos prepararnos antes de emprender el proceso de curación.
Esto implica recoger nuestras piezas rotas con lentitud, como si nos dispusiéramos a acometer algo sagrado: nuestra propia transformación. Hay que tener claras cuáles son las partes y de qué manera vamos a ensamblarlas.
Según Santini, se trata de hacer las cosas de manera diferente, tomándonos el tiempo para observarnos desde fuera, sacando a la consciencia aquellos comportamientos que reproducimos de forma inconsciente y que nos llevan al sufrimiento.
Por tanto, al momento de recoger nuestras piezas, no debe ser la obsesión la que ayude a llenar el vacío, sino que debemos tomarnos el tiempo para encontrar alternativas que nos calmen, pero que también nos hagan sentir mejor con nosotros mismos (bailar, pintar, hacer deporte, escribir, leer).
3. Esperar
En el kintsugi, la etapa de secado es clave para la recomposición del objeto. Es lo que garantiza su solidez y durabilidad.
Entonces, para que la recomposición del alma sea efectiva, se necesita tiempo. Una vez que montemos las piezas, también hará falta trabajar para que estas no se muevan de su sitio.
Esto implica dejar reposar las cosas para que se aclaren. Dejar que el psiquismo trabaje a su ritmo mientras se sana a sí mismo. Por ello, en esta fase es importante ser pacientes y evitar acelerar la cura.
4. Reparar
Una vez que las piezas están asentadas, lo que sigue es pulir el resultado. Hay que acabar con las irregularidades y los desperfectos que aún son visibles, o sea, concentrarse en cómo mejorarlos.
Aplicado a la reconstrucción personal, eso significa aprender de los errores del pasado y modificar aquellos aspectos que no nos dejan vivir plenamente.
5. Revelar
En la técnica del kintsugi, esta etapa corresponde a la aplicación del polvo de oro en las cicatrices del objeto, dando brillo al mismo para acercarse al resultado final.
En el proceso de reconstrucción personal supone darse permiso de volver a estar alegre, volver a brillar. Una vez llegado a este punto, nos damos cuenta de lo fácil que ha sido dejar de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y de lo difícil que ha sido volver a recuperarse.
Por eso empezamos a ser más cuidadosos y nos protegemos más de todo aquello que pueda hundirnos. Además, demostramos lo que hemos aprendido y en las nuevas personas que nos hemos convertido.
La liberación del dolor no es olvidar lo que pasó, sino alcanzar la libertad asumiendo las cicatrices.
6. Sublimar
En esta fase, la reparación ya está hecha. A lo que alude el último proceso es a disfrutar del trabajo bien hecho.
Se trata de admirar y contemplar nuestra trasformación, tomarse el tiempo para sentir el resultado, asumir las cicatrices visibles con orgullo y exponer la creación a las personas que nos importan.
Santini recalca la importancia de compartir esta experiencia con los demás, pues todo el mundo ha de enfrentar adversidades en cualquier momento de su vida. Será de gran ayuda para los otros el hecho de mostrarnos orgullosos de nuestros progresos, de la belleza de nuestras imperfecciones y de nuestro recorrido para alcanzar la sanación.
ESPERANZA EN LA REPARACIÓN
Santini nos recalca que la metáfora del kintsugi transmite un mensaje de esperanza, en tanto que nos recuerda que las cosas pueden repararse. Además, nos enseña que la recomposición termina siendo una mejor versión de lo que era el objeto antes, en tanto que se muestra único y más hermoso.
¿Por qué no a aplicar esta filosofía de vida para empezar a sanar nuestras roturas internas?
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