Un relato zen cuenta que un devoto del templo era muy conocido por su celo y esfuerzo.
Meditaba día y noche, sin detenerse ni siquiera para comer ni dormir.
A medida que pasaba el tiempo, se fue adelgazando y agotando más.
El superior del templo le aconsejó que fuese más lentamente y que se cuidase más a sí mismo.
Pero el devoto no hizo caso de su consejo.
- ¿Por qué corres tanto?, ¿Qué prisa tienes? –preguntó el superior.
- Busco el conocimiento –respondió el devoto-, no puedo perder tiempo.
- ¿Y cómo sabes –preguntó el superior- que el conocimiento va por delante de ti, de modo que tengas que correr muy deprisa detrás de él? Quizás va detrás de ti, y todo lo que necesitas para encontrarlo es quedarte quieto. Sin embargo, te estás alejando.