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 EL DESPERTAR ESPIRITUAL



Abril 16, 2012, 06:59:24 am
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EL DESPERTAR ESPIRITUAL
« en: Abril 16, 2012, 06:59:24 am »


INFORMACIÓN SOBRE LA MUERTE, EL DUELO Y EL DESPERTAR ESPIRITUAL

¿Qué es un Despertar Espiritual?

         El Despertar Espiritual es una demanda interior que todo ser humano experimenta en algún momento de su vida.

      “¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Por qué he nacido? ¿Qué es la Vida? ¿Existe la Vida después de la Vida? ¿Qué es la realidad?…” Estas son algunas de las preguntas más frecuentes que se realizan aquellas personas que despiertan espiritualmente.

         La espiritualidad no es otra cosa que encontrar el auténtico sentido de nuestra existencia en la Vida y el sentido de nuestra relación con todos los seres que también forman parte de ella. Y ese sentido únicamente se alcanza a través del descubrimiento de uno mismo, mediante el Amor.

Por consiguiente, un Despertar Espiritual puede considerarse un proceso de crecimiento interior, cuyo fin radica en acercarnos a nuestra auténtica identidad (El Ser) y a la auténtica identidad de todos los elementos que conforman la Vida. A raíz de este proceso, los seres humanos son capaces de descubrir y sentir que Todo forma parte de un Todo, que Todos somos Uno: Amor o Dios.

         En ocasiones, en algunas personas, el proceso de Despertar Espiritual se produce de forma abrupta y violenta. Normalmente, en personas que, deseando descubrirse a sí mismas, se encuentran de cara con conflictos internos de gran envergadura, traumas como consecuencia de dramáticos y sobrecogedores episodios acaecidos en sus vidas. En estas ocasiones, el Despertar Espiritual se define como Emergencia Espiritual.

         Una Emergencia Espiritual se acompaña siempre de etapas críticas, ya que no sólo las personas que la padecen sufren intensos cambios y perturbaciones emocionales (sensación de angustia y vacío; sentimientos de melancolía y tristeza; miedos aterradores, que dificultan el adecuado desempeño cotidiano en el ámbito familiar, laboral y social, etc.) sino también sufren profundas alteraciones físicas, que no se corresponden con ninguna determinada patología médica (intensos dolores de cabeza; temblores; sacudidas energéticas; visiones; viajes astrales; alteraciones de consciencia; recuerdos espontáneos de vidas pasadas; dificultad para distinguir lo externo de lo interno; etc.).

        Los sujetos que atraviesan por una Emergencia Espiritual, se sumergen espontáneamente en estados alterados de conciencia, donde toda la información almacenada en el inconsciente de su mente emerge, con una sobrecogedora carga emocional, a la conciencia. Muy frecuentemente, estas experiencias suelen ser diagnosticadas como un cuadro psicótico y abordadas con medicación psiquiátrica, produciéndose una supresión de ciertos síntomas y obstaculizando el proceso natural de sanación que está haciendo el alma.

        No obstante, un Despertar Espiritual abrupto únicamente es una vía más, la apertura del aspecto espiritual del ser humano que lo experimenta. En otras palabras, el despertar de una dimensión espiritual, auténtica y real que, pese a la resistencia de quienes limitan su existencia a la realidad que perciben únicamente a través de los cinco sentidos, es intrínseca a todo ser humano.

        Los episodios desencadenantes que pueden dar origen a un Despertar Espiritual son: una enfermedad física importante, dar a luz, situaciones de aborto, cansancio físico extremo, un accidente, el estrés físico y emocional, experiencias cercanas a la muerte, la muerte de un ser querido, etc.

¿Muerte o Transformación?:

            El milagro de la Vida no concibe la muerte como una extinción de sí misma. Muy contrariamente, es el paso de una forma de vida hacia otra; el despojo de nuestro cuerpo físico para dar la bienvenida a nuestro cuerpo etéreo. Siempre que se cierra el ciclo de una forma de existencia, se inicia otro. Por consiguiente: siempre que concluimos nuestra misión en un tramo de la Vida, partimos hacia otro.

            El milagro de la Vida reside en experimentar a Dios (o Amor), en sus múltiples expresiones y dimensiones.

            El milagro de la Vida no radica en un castigo. Amor no conoce la moral. Él únicamente reconoce las experiencias como una oportunidad de evolución, de perfeccionamiento espiritual.

            Nunca morimos.

            Increíblemente, la Vida es un camino de experiencias eternas en parajes transitorios y diversos. Para la eterna andadura de nuestra alma, la Vida en la Tierra sólo es un paraje más. El objetivo final de nuestras experiencias se resume en evolucionar y perfeccionarnos espiritualmente y, habiendo reconocido cada una de nuestras experiencias en torno a Él, regresar a Amor: El Espíritu Único. Más allá de donde realicemos cada una de estas experiencias, seguimos caminando. Por lo tanto, lo real no es sumar años sino vivir plenamente las experiencias que vivamos, en el lugar que hayamos elegido experimentarlas.

            El alma es el puente de conexión con Dios. Dios es el Espíritu. No debemos confundir alma con espíritu. El alma es el almacén donde se acumulan todas nuestras experiencias espirituales. Así mismo, el alma también representa a todas las expresiones y manifestaciones que adopta El Espíritu (que es Dios), que hace posible que cada ser humano tenga identidad y características propias. Somos almas espirituales diferentes y únicas. Somos almas de Dios. Somos una expresión  de su espíritu.  Somos su espíritu. Llegado el momento, cuando como almas nos hemos fusionado con el Espíritu, regresamos a Él para vivir eternamente a su lado.

            El sentido de la Vida se basa en sentirla intensamente: sin pensarla en exceso, sin negarnos a vivir las experiencias que hemos venido a experimentar, desde la sencillez más extrema.

            No importa cuántas vidas tardemos en aprender las lecciones que nos han sido asignadas y hemos elegido experimentar, con el bello fin de perfeccionarnos. Lo verdaderamente importante es caer y levantarse: somos seres humanos imperfectos y debemos ser indulgentes con nuestras experiencias.

            La espiritualidad es amor. La espiritualidad es amar. Sencillo, ¿verdad?

            La felicidad, como muchos otros han expuesto, consideramos se basa en apreciar las pequeñas grandes cosas de la Vida y tomar conciencia de quiénes somos: almas de un único Espíritu indescriptiblemente maravilloso. Por lo tanto, la esencia de toda vida ha de basarse en amar, llevar a cabo el propósito de Amor y procurar dañar lo menos posible a nuestros semejantes.

            Por amor, todavía hoy, los seres humanos nos mostramos reticentes a abordar el sufrimiento, la enfermedad y la muerte como fases naturales de la Vida. En conflicto con la propia naturaleza existencial, evitamos mostrar el lado humano del sufrimiento. No obstante, no podemos aspirar a ser felices si evitamos ser naturales con estas etapas inherentes a nuestra condición humana.

            A partir de estas premisas, cuando la enfermedad se manifiesta en el ser humano -separadamente del sufrimiento físico- aparece la adversidad: los enfermos se sienten inútiles, pesadas cargas para sus familiares. Contrariamente a la auténtica realidad, consideran no ser naturales, ya que ahora sufren. Incluso las personas próximas al enfermo, por temor a acrecentar la angustia, evitan manifestar su sufrimiento libremente. En ocasiones, hasta el punto de enfermar ellos también.

            La meta más sublime de cualquier persona es amar. Sin embargo, el amor alberga  todos los sentimientos humanos, sin distinción. Por lo tanto, es tan saludable reír como llorar. Dios creó las lágrimas para que pudiéramos liberarnos del sufrimiento. Entonces, ¿qué sentido tiene desconsiderar el llanto, la rabia o cualquier sentimiento ligado a la desazón? ¡Es un derecho expresarlos sin tapujos!

            Finalmente, y como conclusión, toda adversidad, sea cual sea, siempre puede convertirse en un sentido, en una oportunidad para nuestras vidas. Ningún acontecimiento es fruto del azar o casualidad.  Por increíble que parezca, cualquier vicisitud acarrea un aprendizaje, de vital importancia para nuestra trayectoria y evolución espiritual. Como seres humanos, nuestro principal cometido es experimentarla. Así pues, una enfermedad, la pérdida de un ser querido, etc., pueden ser oportunidades por las que lograr hallar el verdadero sentido de la Vida.
 

Reconstruyendo nuestros cimientos: el proceso del Duelo.

           El Duelo es la reacción natural ante la pérdida de una persona, animal, objeto o evento significativo. Se trata de una reacción principalmente emocional y comportamental en forma de sufrimiento y aflicción, cuando el vínculo afectivo se rompe.

         En el Duelo el sujeto ha experimentado una pérdida real del objeto amado y en el proceso, que se prolonga un tiempo necesario para la elaboración de esta pérdida, este pierde el interés por el mundo exterior sustrayendo la libido de todo objeto que no remita al objeto perdido.

         Por elaboración del Duelo se entiende el transcurso del proceso desde que la pérdida se produce hasta que se supera. Esta elaboración puede comenzar antes de la pérdida en el caso de que ésta se pueda prever con cierta antelación. El tiempo de inicio del Duelo hasta su superación es indeterminado.

Cada persona tiene su propio ritmo de recuperación y pasa por diferentes etapas que no tienen por qué ser las mismas que otra.

           Esta Asociación se ha constituido para apoyar y guiar a todas las personas que se hallan inmersas en este proceso, así como para que todas las personas interesadas puedan aportar su granito de arena y compartir sus experiencias en beneficio suyo y de otras, en torno a él y a la muerte (liberación del alma) que se acontece en los seres humanos.

“La muerte no es más que el abandono del cuerpo físico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda”.
(Elisabeth Kübler-Ross.)
 
http://www.elabrazodeloso.org/Muerte–Duelo-y-D-Espiritual.html

GHB - Información difundida por http://hermandadblanca.org/

 

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