Hemos de saber que “aceptar” es algo que hacemos cotidianamente, casi sin darnos cuenta.
Pero lo que aceptamos, generalmente, es lo que no nos queda más remedio que aceptar, aquellas cosas que son tan nimias que no nos alteran, o las cosas que nos agradan.
En cambio, cuando sucede algo que no es lo que esperábamos, que no cumple nuestras expectativas, que nos altera o molesta, que nos perjudica, que es desagradable… lo rechazamos inmediatamente, nos oponemos ferozmente, pataleamos, maldecimos, protestamos, blasfemamos…
Sería conveniente, para poder recibir mejor las cosas en las que no podemos influir, las que no podemos cambiar, o las que no dependen de nosotros, que tuviéramos una actitud más comprensiva; como una especie de acato sin lucha, pero no porque sea una rendición, sino por la comprensión de que es lo que hay y no se puede hacer nada.
O no se debe hacer nada.
Sería conveniente no oponerse a la vida, y a lo que nos trae, y hacerlo desde una posición mansa, de comprensión, de aceptación sin sentirse atacado directamente, entendiendo que forma parte de esto que es la vida y vivir.
Inspirado de algún modo en ese proverbio oriental que, según dicen, usan ante los problemas: “Si tiene remedio, ¿por qué te quejas? Si no tiene remedio, ¿por qué te quejas?
Sería bueno aceptar lo inevitable.
Rendirse antes de iniciar una batalla en la que se tienen todas las de perder.
Ante algo que no nos gusta, y que no queremos aceptar, la otra opción es enrabietarse, encolerizarse, malhumorarse, enojarse, enfurecerse, indignarse…
¿Y para qué sirve eso?
Para nada bueno.
Para sentirse mal con uno mismo, porque es uno quien va a padecer los efectos secundarios de una actitud que no resuelve nada y no sirve ni ayuda para algo bueno. Y para sufrir las consecuencias de una alteración que va a afectar directamente a nuestro estado de ánimo, a nuestra paz interior.
Para sentirse enojado con la vida.
La intuición, y la experiencia, nos explican perfectamente cuándo ante una situación desagradable tenemos que enfrentarnos y resolverla, o tenemos que dejarla pasar sin sentirnos agredidos, entendiendo que es un asunto de la vida y no nuestro.
Aprender a escuchar la intuición, y aprender la enseñanza que aportan las experiencias, nos serán útiles en esta tarea.
“Las cosas pasan”, esto es cierto, y no siempre dependen de nosotros.
No es bueno enfrentarse a todas las cosas de un modo obstinado.
Y sí es bueno saber usar la comprensión, la aceptación, la intuición, la tolerancia, la condescendencia, la conformidad… pero jamás desde la impotencia y la rendición, sino desde la admisión de que son necesarias que pasen porque forman parte de la vida.