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 EL DUELO EN PSICOTERAPIA (segunda parte)



Abril 28, 2012, 05:02:53 am
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EL DUELO EN PSICOTERAPIA (segunda parte)
« en: Abril 28, 2012, 05:02:53 am »
ETAPA EMOCIONAL

1.   Fase de protesta

Comparable a la fase de desorganización y desesperación descrita por J. Bowlby.

Kübler Ross dice que la negación es sustituida por la rabia, la envidia y el resentimiento; surgen todos los porqués. Es una fase difícil de afrontar para los padres y todos los que los rodean; esto se debe a que la ira se desplaza en todas direcciones, aún injustamente. Suelen quejarse por todo; todo les viene mal y es criticable. Luego pueden responder con dolor y lágrimas, culpa o vergüenza. La familia y quienes los rodean no deben tomar esa ira como algo personal para no reaccionar en consecuencia con más ira, lo que fomentará la conducta hostil del doliente.

Bowlby, en su conferencia “el duelo en la infancia y sus implicaciones para la psiquiatría” expone que no siempre se tiene en cuenta que la ira es una respuesta inmediata, corriente y quizá invariable a la pérdida. Los datos obtenidos en lugar de admitir que la ira indica que el duelo está adoptando un curso patológico- punto de vista sugerido por Freíd y que se acepta de un modo bastante general- muestran que la ira, incluyendo la provocada por la pérdida de una persona, constituye parte integral de la reacción de pesar. La función de esta ira parece consistir en proporcionar vigor a los arduos esfuerzos realizados, tanto para recuperar a la persona perdida como para disuadirla de desertar de nuevo, que son las características de la primera fase del duelo.

Debido a que en casos de muerte resulta tan evidentemente fútil un airado esfuerzo por recuperar a la persona perdida, ha existido una tendencia a considerarlo como patológico. Yo creo que esto es erróneo. Lejos de tratarse de algo patológico, los hechos indican que la franca expresión de este poderoso impulso, por irrealista y desesperanzado que sea, es una condición necesaria para que el duelo no siga un curso patológico. (Bowlby, 1961)

José Zurita y Macarena Chías dicen que expresar la rabia es muy necesaria ya que de otra forma quedará en nuestro interior y bloqueará el proceso del duelo. Es necesario expresarla en su justa medida y expresarla de forma sana, sin hacer daño a nada, ni a nadie, ni a sí mismo.

En todas las relaciones que establecemos se dan buenos y malos momentos, y en muchas de ellas suele haber mucha frustración acumulada por aquellas situaciones en las que no recibimos lo que queríamos. A la hora de revisar una relación que hemos perdido y conectar con esos momentos malos o de frustración, lo normal es que sintamos rabia y ganas de protestar contra todo lo negativo, malo, desagradable e incómodo de lo que nos estamos despidiendo. Si por ejemplo, se trata del fallecimiento de un ser querido, la protesta en un primer lugar es por su muerte, más tarde vendrá la rabia por todo lo que nos hizo mientras duró que no estuvo bien, y por lo que no hizo y nos hubiera gustado que sí hiciera. (J.Zurita y M.Chías, 2009)

Es muy importante que nuestros pacientes sientan que tienen permiso para expresar enfado y que se encuentran en un lugar seguro y protegido para hacerlo.

2.   Fase de tristeza

Kübler Ross describe esta fase como “ depresión: cuando no se puede seguir negando, la persona se debilita, adelgaza, aparecen otros síntomas y se verá invadida por una profunda tristeza. Es un estado, en general, momentáneo y preparatorio para la aceptación de la realidad en el que es contraproducente intentar animar al doliente y sugerir mirar las cosas por el lado positivo: esto es, a menudo, una expresión de las propias necesidades que son ajenas al doliente. Esto significaría que no debería pensar en su duelo y sería absurdo decirle que no esté triste. Es una etapa en la que se necesita mucha comunicación verbal, se tiene mucho para compartir. Tal vez se transmite más acariciando la mano o simplemente permaneciendo en silencio a su lado. Son momentos en los que la excesiva intervención de tos que lo rodean para animarlo, le dificultarán su proceso de duelo. Una de las cosas que causan mayor turbación en los padres es la discrepancia entre sus deseos u disposición y lo que esperan de ellos quienes los rodean”

La tristeza probablemente sea la emoción con la que la mayoría de las personas asocian la pérdida y la menos vetada a la hora de expresarla socialmente. Sin embargo, puede haber diferencias culturales en el permiso de expresión de las emociones y también, aunque cada vez menos, existen diferencias de género y la expresión de la tristeza sigue siendo vetada para algunos hombres.

Cuando estamos tristes lloramos por todo lo que fue y nunca más volverá a ser, revisamos fotos y recuerdos que nos conectan con la relación perdida, estamos más sensibles a nivel sensorial, puede que percibamos los colores más intensos, nos moleste más el ruido, nos sintamos heridos más frecuentemente…etc.

Es muy importante que como terapeutas ofrezcamos también el permiso de estar triste, llorar esa tristeza y ponerle palabras para que tanto nuestro cerebro como nuestro corazón entiendan que la pérdida es muy dolorosa y que ha llegado la hora de decir adiós. La pérdida de todo lo que esa relación suponía para nosotros va acompañada de una tristeza profunda y necesaria para poder despedirnos del todo.

3.   Fase del miedo

El miedo fundamental en el duelo es el miedo a vivir sin esa relación que se perdió. Nunca antes la persona que está viviendo este duelo había estado en la situación que se va a encontrar ahora, que es una situación nueva tras la pérdida que acaba de producirse. Esta situación que se está dando ahora es única en la vida. La persona, antes de la pérdida era una persona distinta en función de la relación que mantenía y ahora, tras la ruptura, siente miedo al conectar con el futuro sin esa relación que perdió. Para que el paciente pueda expresar su miedo, debe ser soportado por una relación afectiva y poderosa, que le proteja mientras lo expresa, ayudándole a canalizarlo eficazmente para que después de expresarlo pueda conectar con su poder, es decir, la emoción de sentirse capaz de lograr lo que quiere. (J.Zurita y M.Chías)

4.   Fase de aceptación emocional

Kübler Ross denomina a esta fase aceptación: quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos- su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, la bronca por la pérdida del hijo y la depresión- contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor…la vida se va imponiendo.

El paciente podrá de esta forma despedirse de la relación perdida sin la carga emocional anterior.

5.   Fase del perdón

Para completar el proceso de duelo y ser capaces de establecer nuevos vínculos es fundamental dejar saldadas todas las deudas con el objeto relacional del que nos estamos despidiendo. Cuando proponemos perdonar a alguien estamos proponiéndole renunciar a cualquier acto de desagravio. Incluida la victimización respecto de la agresión. El perdón supone renuncia. Hay veces que ha podido haber una agresión profunda, y al conectar con la agresión la emoción que se genera es rabia. Cuando en el proceso de duelo se expresa totalmente la rabia, podremos renunciar a la venganza y así perdonaremos al opresor. (J.Zurita y M.Chías, 2009)

6.   Fase de gratitud

En la fase de gratitud se nos invita a, una vez resueltas todas las etapas anteriores y habiendo saldado las cuentas pendientes, fijar nuestra atención en todas las cosas positivas que tuvo la relación y dar gracias por todo lo bueno que se llevó de ella.

Esto permite cerrar con una capa constructiva y agradable para que, el recuerdo de la relación quede en positivo en la memoria. (J.Zurita y M.Chías, 2009)


La mayoría de las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido viven su duelo con sufrimiento, pero con el tiempo son capaces de seguir con su vida y adaptarse a la nueva situación. Sin embargo, entre un 10 y un 20% de ellas acaba con complicaciones de salud y relacionales
Cuando el proceso se complica

La mayoría de las personas que han sufrido la pérdida de un ser querido viven su duelo con sufrimiento, pero con el tiempo son capaces de seguir con su vida y adaptarse a la nueva situación. Sin embargo, entre un 10 y un 20% de ellas acaba con complicaciones de salud y relacionales (Lathamn y Prigerson,2004; Bonanno, 2004; Prigerson y otros, 2008) ¿Por qué para esta minoría el duelo llega a complicarse provocando un nivel de deterioro importante en sus vidas?

La teoría psicobiológica aporta ciertas claves que explican cómo puede llegar a darse este fracaso que conduce a las patologías de duelo. Si la sobreestimulación producida por la experiencia de pérdida es excesiva en relación con los recursos de la propia persona los afrontamientos fracasan a la hora de responder de forma adecuada al exceso de alerta sintomátológica y se produce una experiencia de fragmentación interna. Las personas pierden la capacidad de experimentar el proceso emocional de forma integrada, lo que viven es una estimulación crónica a un solo nivel, produciéndose una fijación ya sea fisiológica (como somatizaciones), cognitiva (como rumiaciones obsesivas) o conductual (como hiperactividad, adicciones) Esta fijación en el tiempo se traduce en una rigidez en la forma de presentarse el afrontamiento, lo que indica que se ha convertido en improductivo, perdiendo así su función adaptativa y pasando de ser un proceso de elaboración y asimilación a convertirse en un resultado, (Payás, 2010) Las emociones que se producen como reacciones naturales ante el duelo y no son bien expresadas y acompañadas pueden convertirse en defensas que con el tiempo resultan incapacitantes y poco funcionales en la vida cotidiana.

Alba Payás describe en este cuadro los estados emocionales como mecanismos de defensa más comunes en el duelo.

Emociones naturales
Estados emocionales-emociones como defensas
Miedo
Disociación.Ansiedad.Pánico.Fobias.Parálisis.Adicciones. Evitaciones. Hiperactividad.

Enfado
Resentimiento,irritabilidad. Odio. Búsqueda obsesiva de culpables. No aceptación de la muerte. Rabia desplazada. Conductas evitativas. Adicciones de duelo. Actitud agresiva o pasiva-agresiva. Depresión.

Dolor,aflicción
Victimismo. Autocompasión. Culpa. Enfado distorsionado. Depresión. Claudicación, Abandono de uno mismo. Tristeza crónica.

Amor,alegría
Tristeza crónica. Depresión. Aislamiento. Incapacitación para las relaciones. No-sentido de lo sucedido. Amor dependiente. Ocuparse del dolor de los demás. Sobreprotección. Optimismo ilusorio.

Duelo y emociones como defensas. (Payás,2010)

Duelo y emociones como defensas. (Payás,2010)

• Los desaparecidos.

“El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la ingnorancia; el miedo de hacer nos reduce a la impotencia. La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia; pero no se necesita ser Sigmund Freud para saber que no hay alfombra que pueda ocultar la basura de la memoria.” (Galeano)

El desaparecido es retaceado.
El cuerpo es separado del nombre.
Se lo separa del trama familiar, de su humanidad.
Pierde el territorio.
Se lo desgaja de la historia.
Se crea un vacío imposible de llenar.
La ausencia se convierte en presencia.
Pasa a no ser.
Es robado a la vida y la muerte.
Es un desolado.
Alguien radicalmente expulsado de lo humano.
Lo podemos definir, por lo que no sabemos.
Es pasado, y presente.
No aparecen sus restos, el hilo de su historia,
No se accede al conocimiento de cómo murió, dónde está, quiénes los mataron y por qué.

“La figura del detenido-desaparecido es, en efecto, una verdadero quiebre del sentido”. (Gatti, 2008).

En el caso de los desaparecidos las probabilidades de que el proceso de duelo se complique aumentan en un gran porcentaje. La ausencia del cuerpo del desaparecido impide añadir ese factor de realidad necesario para la elaboración del duelo y también impide realizar los rituales culturales de despedida ligados a todas las culturas y muy útiles para la despedida.

Las leyes vigentes en España que regulan las desapariciones estipulan que un desaparecido podrá ser declarado como fallecido:


-   Cuando hayan transcurrido 10 años desde que se tuvieran las últimas noticias del desaparecido o, a falta de éstas, desde que se produjera su desaparición.
-   Cuando hayan transcurrido 5 años desde que se tuvieran noticias del ausente o, a falta de éstas, desde que se produjera su desaparición, si el desaparecido hubiese cumplido ya los 75 años de edad.
-   Cuando hayan transcurrido 2 años desde su desaparición cuando ésta se haya producido en una situación de alto riesgo para la vida de la persona.
-   Cuando hayan transcurrido 2 años desde la firma del tratado de paz o del fin de la guerra si la persona desaparecida pertenecía a un contingente armado en funciones de campaña.
-   Cuando hayan trascurrido 3 años para los tripulantes o pasajeros de un barco, en los casos de naufragio.
-   Cuando hayan transcurrido 2 años para los tripulantes, auxiliares y pasajeros de un avión desde que se produjese el accidente aéreo.
De este modo transcurrirán, en el mejor de los casos, 2 años hasta que podamos considerar que la persona ha fallecido a efectos legales.

Los psicoterapeutas argentinos Diana Kordon, Lucila Edelman, Darío Lagos, Daniel Kersner, Silvia Schejtman y Mariana Lagos en su trabajo “Memoria e identidad” describen las consecuencias traumáticas de las violaciones de los derechos humanos acontecidos en Argentina durante la última dictadura militar.

Su trabajo y conclusiones sobre las víctimas de secuestros, de terrorismo de estado, de asesinatos encubiertos y las consecuencias de los mismos en el entorno familiar y social de la víctima son aplicables a muchos países de latino-América y en general a muchas situaciones bélicas o de violencia en las que se cometen atrocidades de las que nadie habla y en las que las generaciones posteriores viven duelos no resueltos por sus antepasados.

Los duelos derivados de situaciones traumáticas, cuando no son resueltos por una generación, quedan pendientes de elaboración para las generaciones sucesivas. En el caso de los desaparecidos se agrega como factor desestructurante la ausencia del cuerpo.

 

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