La muerte de un miembro de la familia, no sólo afecta a cada integrante individualmente, sino que afecta al grupo como un todo. La familia debe hacer lo necesario para permanecer más unida en esas situaciones y compartir su dolor con valentía y extremo respeto por los estilos individuales. La situación es demasiado dolorosa como para que cada uno tenga que recuperarse solo o fuera de su hogar.
Uno de los aspectos más sorprendentes que aparecen frente a una muerte es el darse cuenta de que no todos manifestamos nuestro dolor de la misma forma.
El dolor puede y va a enseñarnos irremediablemente a darle un nuevo sentido a la vida, va a cambiar valores y prioridades.
Cuando un hijo se muere y la pareja se mantiene unida, hay dos a los que les está pasando lo mismo, hay alguien que puede comprender lo que nos pasa, En cambio, cuando la pareja es la que muere, a nadie, repito, a nadie, le está pasando lo mismo, estamos verdaderamente solos en nuestro dolor.
Un hombre que pierde a su mujer puede sentirse desconsolado, pero difícilmente desamparado porque las mujeres estructuran su subjetividad en torno de los vínculos, mientras que los hombres la construyen en torno de su trabajo. Si hombres y mujeres hicieran suya la frase de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”, ellos dirían de sí mismos: “Yo soy yo y todo lo que sé hacer” las mujeres dirían en cambio: “Yo soy yo y todos aquellos a quienes amo”.
Según los especialistas, un duelo termina cuando uno puede volver a insertarse en la vida con nuevos proyectos, cuando decide que ya no está “muerto”, y del dolor intenso puede pasar a uno menos intenso y de allí al amor por otros (la familia, una nueva pareja, los amigos).
DIVORCIO
Engancharse no es estar juntos, porque no sirve para conectarse con el otro, sino para tironear, para retener, para atrapar al otro y que no se pueda ir. Para escaparse va a tener que lastimarse y lastimarme, porque estamos atrapados. Esto no es estar juntos y no tiene que ver con el amor. Esto es un disfraz de la manipulación y del intento de controlar tu vida.
En un divorcio el duelo significa aprender que la pérdida de este vínculo puede conducir a un encuentro mayor después.
Seguir llorando aquello que no tengo me impide disfrutar esto que tengo ahora. Aprender a enfrentarse con el tema de la pérdida es aceptar vivir el duelo, saber que aquello que era es aquello que era y que ya no es más o por lo menos que ya no es lo mismo que era. De hecho, nunca es lo mismo.
PERDIDA DE UN HIJO
La muerte de una persona querida es el suceso más estresante en el cual puedo pensar y entre todas las muertes imaginables la pérdida de un hijo es, a mi entender, la peor. Alrededor de un 20% de los padres que lo vivieron asegura, diez años después, que nunca llegarán a superarlo del todo. Es que en la muerte de un hijo, al dolor, a la congoja y a la sensación de aniquilamiento afectivo hay que agregarle la vivencia de mutilación. La mayoría de los padres viven este acontecimiento como la pérdida de una parte central de sí mismos y como la destrucción de las perspectivas y esperanzas del futuro.
“Lo cierto es que nada saben de lo que nos pasa”. Quizás por eso la elaboración de la muerte de un hijo es el evento más solitario y más aislante en la vida de una persona. ¿Cómo puede entender alguien que no ha pasado por lo mismo, la profundidad de este dolor? Muchos padres dicen que los amigos se convierten en extraños y los extraños en amigos.
PERDIDA DE UN EMBARAZO
La pérdida de un bebé sin nacer es la pérdida de sueños y fantasías hechas. “Sólo hay una cosa que me puedo imaginar más terrible que la muerte de mi hijo, no haberlo siquiera conocido”.
TEMOR A ENVEJECER
El ser humano ha nacido capacitado para vivir todas las edades, con sus experiencias propias y especiales. Desde el día de nacimiento hasta que envejecemos, podemos escoger el intento de vivir con alegría o predestinados a ser desgraciados. Una pérdida se actualiza por la imagen interna de algo que ya no está, aunque lo perdido se haya desvanecido casi sin saberse.
Si tienes más de 40 años y te cuesta adaptarte al hecho de envejecer, te propongo seis medidas para hacer más positiva tu experiencia:
No juzgues tus nuevas limitaciones como un síntoma de debilidad.
No dudes en relacionarte con la gente, estar acompañado, expresarte libremente.
No reprimas los sentimientos de tristeza que pueden invadirte.
No trates de ser lo que no sos.
No le pongas frenos a tu vida y déjala fluir.
No tengas prejuicios ni acumules rencores.
Envejecer no es una enfermedad, es el efecto de la senescencia que ocurriría aunque todas las enfermedades desaparecieran de la Tierra. El doctor Hayflick encontró que el envejecimiento está programado dado que cada célula tiene normalmente un límite a priori en su potencial de crecimiento y división.
Otra teoría dice que los cambios celulares se deben al proceso de convertir oxígeno en energía. En este proceso se producen moléculas llamadas radicales libres que en cantidades normales ayudan a mantener el cuerpo saludable, pero en grandes cantidades resultan dañosas para las células. Esto se llama reacción oxidativa.
Más allá del envejecimiento “biológico” del que hemos hablado existe también envejecimiento “social” que se refiere al papel que impone la sociedad a la persona que envejece. En este último están involucrados todos los prejuicios que la sociedad manifiesta con relación a los ancianos. Ambos tipos de envejecimiento son responsables de los problemas que aquejan a las personas de edad avanzada.
Después de los 60 años, la sexualidad se asocia más que antes al contacto y a la compañía. Nuestra sociedad nos hizo creer que la sexualidad es genitalidad, pero no abrazos, compañía, caricias. La sexualidad sigue tan viva como antes y en todo caso ha madurado.
Según el actual paradigma de la vejez, los hijos se vuelven tarde o temprano padres de sus padres: consideran la vejez como una etapa “dependiente” de la vida. Yo opino que los hijos son hijos y lo serán siempre; trastocas ese orden conlleva una imagen de venganza o en el mejor de los casos de pago de deuda que contraría el verdadero significado del amor.
El viejo amargo reprime la violencia, y la transforma en odio social, en quejas vindicativas, en reclamos de supuestas injusticias. A veces se compensan con mecanismos de falsa grandeza, de falsa virtud, megalomanía e indignación reprimida. No existe otro fenómeno que contenga tanta fuerza destructora reprimida como la del viejo que exterioriza la maldad bajo el disfraz de la virtud con su patética necesidad de reconocimiento, cargos públicos y condecoraciones afeado aún con una fatua afirmación del yo.
El dulce envejecimiento consiste en llevar una vida productiva y sana dentro de la familia, la sociedad y la economía. La vejez activa refleja el deseo y la capacidad de la persona, cualquiera sea su edad, para mantenerse involucrada en actividades productivas. La vejez no depende de la suma de una cantidad de años sino de la calidad de vida que hayamos tenido a nivel biopsicosocial como seres integrales que somos. No es la sociedad, ni la herencia, ni el medio ambiente; no son los mitos sobre el envejecimiento ni los estereotipos de la vejez los que marcan por sí solos el estilo de vida que tengamos en esta última etapa. Cada uno de nosotros es responsable de su propio envejecimiento.
DUELO POR LA SALUD PERDIDA
Negación: Cuando una persona se entera de que sufre una enfermedad su primera reacción es un mecanismo de defensa que ante la evidencia nos hace decir: “No, no puede ser, no quiero”. La persona se convence de que ha habido errores en los resultados de laboratorios o radiografías.
Ira: Cuando el enfermo acepta por fin la realidad se rebela contra ella.
Negociación: Aparece una tentativa por negociar el tiempo, se intenta hacer un trato con la vida, con Dios, con el diablo… aunque la realidad le indique que para eso es demasiado tarde.
Depresión: la pena es el producto de lo ya perdido, pero también un proceso de preparación ante la propia posibilidad de muerte. En esta etapa es imprescindible para el enfermo expresar la profundidad de su angustia en vez de esconder su dolor.
Aceptación: En las enfermedades terminales, el paciente que acepta de alguna manera renuncia a lo anterior y comienza su despedida en paz y armonía. En esta etapa no hay ni felicidad ni dolor, sólo paz.
Detrás de cada cambio importante hay una pérdida para elaborar, aun detrás de aquellos que implican modificaciones “positivas”, por llamarlas de alguna manera. Cada día que empieza es en realidad la historia de la pérdida de mi día anterior, porque no soy el que era ayer.
Cuentan que…
Había una vez un derviche que era muy sabio y que vagaba de pueblo en pueblo pidiendo limosna y repartiendo conocimientos en las plazas y los mercados del reino. Un día en Uq-far se le acerca un hombre y le dice:
-Anoche estuve con un mago muy poderoso, y él me dijo que venga hoy aquí, a esta plaza. Y me aseguró que me iba a encontrar con un hombre pidiendo limosna, y que ese hombre me iba a dar un tesoro que iba a cambiar mi vida para siempre. Así que cuando te vi me di cuenta de que tú eras el hombre. Dame mi tesoro.
El derviche lo mira en silencio y mete la mano en una bolsa de cuero raído que trae colgando del hombro.
-Debe ser esto- le dice.
Y le acerca un diamante enorme.
El otro se asombra.
-Pero esta piedra debe tener un valor increíble.
-¿Sí? Puede ser, la encontré en el bosque.
-Bueno, y cuánto te tengo que dar por ella.
-Nada. ¿Te sirve para algo? A mí no me sirve para nada, no la necesito, llévatela.
-¿Pero me la vas a dar así? ¿A cambio de nada?
-Si… si. ¿No es lo que tu mago dijo?
-¡Ah claro! Esto es lo que el mago decía, gracias.
Y el hombre agarra la piedra y se va.
Media hora más tarde vuelve.
Busca al derviche hasta que lo encuentra y le dice:
-Toma tu piedra.
-¿Qué pasa?- pregunta el derviche.
-Dame el tesoro- dice el hombre.
-No tengo nada más para darte- dice el derviche.
-Dame la manera de poder deshacerte de esto sin que te moleste.
Sentir y expresar el dolor, la tristeza, la rabia o el miedo frente a la muerte de un ser querido es el mejor camino que existe para cerrar y curar la herida por la pérdida. Estás equivocado si piensas que dejarlo llorar no sirve más que para añadir dolor al dolor. Estás equivocado si crees que ayudar a alguien que sufre es distraerlo de su pesar. Es mediante la actualización y la expresión de los sentimientos que la persona en duelo se puede sentir aliviada y liberada.
NUNCA INTERRUMPAS LA EXPRESIÓN DE DOLOR
Hay que animarse a compartir con tu amigo los recuerdos de la persona fallecida. Recordar a la persona amada es un consuelo para los supervivientes. Repetir y evocar los recuerdos es parte del camino que tienen que recorrer para sanar su herida.
Si no sabes qué decir, no digas nada. Escucha, estate presente, sin pensar que tienes que dar consejos constantemente o estar levantando el ánimo. No palmees su espalda mientras le decís que tiene que sobreponerse, ya lo hará a su tiempo.
Ayuda puede ser simplemente llamarle la atención a alguien para que se ocupe de sí mismo.
EL DUELO EN EL NIÑO
Acompañar a un niño que ha perdido a un ser querido significa ante todo no apartarlo de la realidad en la que está viviendo, con el pretexto de ahorrarle sufrimiento. Aunque por razones de edad no comprenda todavía lo que es la muerte, es perfectamente sensible a la reacción y al llanto de los adultos, a los cambios de la rutina en casa, a la ausencia de contacto físico con la persona fallecida, es decir, se da cuenta de que algo pasa y le afecta.
Permitir y animar al niño a asistir y participar en el velatorio, funeral, entierro.
Permitir al niño ver el cadáver.
Ocuparse del niño.
Permitir y animar la catarsis emocional.
El niño en general está sintiendo rabia e impotencia porque se da cuenta de que ha sido abandonado, y puede expresarlas de muchas maneras: irritabilidad, pesadillas, juegos ruidosos, travesuras. Es frecuente que dirijan el enfado hacia un familiar cercano o hacia las cosas del que ya no está. Es imprescindible permitirle que saque la rabia gritando, corriendo, golpeando, etc., cuidando que no se lastime a sí mismo.
Contestar todas las preguntas.
Respetar su manera de afrontar la pérdida.
No escondernos de los niños para llorar. Cuando le mostramos lo que sentimos, el niño nos percibe más cercanos, y es más fácil que nos diga él también lo que le está pasando.
A principal diferencia entre la pena de un niño y la de un adulto es que la del niño puede aparecer de una manera más intermitente que en los adultos, pero el proceso dura mucho más tiempo.
No ocultar ni mentir. El guardar el silencio acerca de la muerte no ayuda al niño a adaptarse a la pérdida. La explicación debe mantenerse tan simple y directa como sea posible.
EL DUELO EN EL ADOLESCENTE
La adolescencia suele ser ya una etapa difícil. El adolescente tiene que hacer frente a la pérdida de un ser querido, al mismo tiempo que hace frente a todos los cambios, dificultades y conflictos propios de su edad. Aunque exteriormente parezca un adulto, el desarrollo del cuerpo no va siempre a la par con la madurez afectiva. Es por eso que necesita todavía mucho apoyo afectivo para emprender el doloroso y difícil proceso de duelo.
El que muere no puede llevarse nada de lo que consiguió pero se lleva, con seguridad, todo lo que dio.
La medida del mejor aprendizaje para manejar las pérdidas en nuestras vidas será la medida de nuestra salud y felicidad. Este desafío empieza enfrentando las pérdidas como lo que son, una parte normal de la vida de la cual no se debe evitar hablar.
Cada relación interhumana es transitoria.
Cada pareja termina de una u otra manera.
Cada carrera se acaba.
No todas las metas se alcanzan.
El paso del tiempo es inevitable.
Todas las vidas llegan a su fin.
Recuperarse del duelo necesita tiempo. El proceso de elaboración no se asemeja a la recuperación de un resfrío. El paso por el camino nos dejará más resueltos, maduros y crecidos, más allá de lo difícil que nos haya resultado el recorrido. La manifestación de la elaboración es la re-significación de lo perdido o la transformación del dolor en fecundidad.
(
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