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 SER UN BUDA (Osho)



Mayo 11, 2012, 06:16:31 am
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SER UN BUDA (Osho)
« en: Mayo 11, 2012, 06:16:31 am »
SER UN BUDA, recibir la iluminación, es un fenómeno de lo más normal.

Cuando digo «normal» me refiero a que así debe ser. Si parece algo extraordinario es por ti, porque pones muchos obstáculos... y te encanta ponerlos.

Primero pones los obstáculos y después intentas superarlos. Y te sientes eufórico. En primer lugar, no existe ningún obstáculo, pero el ego no se sentirá a gusto; hay que crear un largo camino hasta el punto que estaba más próximo, el más íntimo. Y nunca habías pasado de largo.

De modo que no busques nada misterioso. Limítate a ser sencillo e inocente, y entonces la existencia entera se abrirá ante ti. No te volverás loco. Sonreirás ante lo absurdo de lo que tenías tan cerca pero no podías alcanzar, donde no había ninguna barrera. En cierto sentido, estaba dentro de ti. Resulta milagroso que no lo encontraras.

Si el vacío es real, todo lo que está allí, la realidad entera se abrirá ante ti. No es que ahora esté cerrada; está abierta. Eres tú quien está cerrado, y tu mente ocupada.

Cuando tu mente esté vacía, desocupada, te abrirás a esa realidad, y se producirá un encuentro. Entonces todo será hermoso, absolutamente normal.

Por eso se dice que quien lo ha conocido se vuelve completamente normal. Se hace uno con la realidad. Ir en pos de lo especial es como funciona el ego, y el funcionamiento del ego crea distancias entre lo real y tú.

Quédate vacío y todo te ocurrirá, pero no esperes nada especial. El nirvana no es nada especial. Cuando digo esto, ¿qué le ocurre a tu mente? Cuando digo que el nirvana no es nada especial, ¿qué sientes? ¿Cómo te sientes? Un poco decepcionado. Seguramente se te planteará la pregunta: entonces, ¿para qué luchar? ¿Para qué esforzarse? ¿Para qué meditar? ¿Para qué estas técnicas?

Fíjate en esa mente: esa mente es el problema. La mente desea algo especial, y debido a ese deseo no para de crear cosas especiales. En realidad no hay nada especial: o toda la realidad es especial o nada lo es.

Debido a ese deseo, la mente ha creado cielos, el paraíso, y no se conforma con uno solo; crea muchos. Los cristianos tienen un cielo, los hindúes siete... Como hay tantas personas buenas tiene que existir una jerarquía. Las mejores, ¿adonde irán? Es algo interminable. En la época de Buda había una secta que creía en setecientos cielos. Hay que poner los egos en su lugar, y el más elevado debe ir al cielo más elevado.

Eso es lo que hacemos todos. Tenemos una concepción de algo especial al final, y debido a ese algo «especial» seguimos avanzando, pero hay que recordar que precisamente a causa de ese algo «especial» no nos movemos hacia ninguna parte, solo con los deseos. Y un movimiento impulsado por el deseo no significa progreso, porque es un movimiento circular.

Si puedes seguir meditando —sabiendo que no va a ocurrir nada especial, que solo llegarás a reconciliarte con la realidad normal y corriente, que estarás en armonía con esta realidad normal y corriente—, si puedes meditar con esa mentalidad, la iluminación es posible en este mismo momento.

Pero con esa mentalidad no te apetecerá meditar. Dirás: «Mejor dejarlo si no va a pasar nada especial». Muchas personas vienen a verme y me dicen: «Llevo tres meses meditando y todavía no ha ocurrido nada». Un deseo... y ese deseo constituye la barrera. Puede producirse en un instante si desaparece el deseo.

De modo que no hay que desear lo misterioso. No desees nada. Quédate tranquilo, con la realidad tal y como es.

Sé normal... Ser normal y corriente es maravilloso, porque no existen la tensión ni la angustia. Ser normal y corriente es misterioso, precisamente porque es tan sencillo.

Para mí, la meditación es un juego, un entretenimiento, no un trabajo, pero para vosotros sigue siendo un trabajo, seguís considerándolo un trabajo. Convendría comprender la diferencia entre trabajo y juego.

El trabajo está orientado hacia un fin, algo que no es suficiente en sí mismo. Tiene que llevar a alguna parte, desembocar en algo. Es un puente, un medio, sin ningún significado en sí mismo. El significado está oculto en el objetivo.

Jugar es algo completamente distinto. No tiene ningún objetivo o, si acaso, constituye un objetivo en sí mismo. La felicidad no queda fuera de ese juego, no está detrás de ese juego; estar en él equivale a ser feliz. Fuera de él no tendrás felicidad, no existe significado alguno más allá del juego, porque todo en él es intrínseco, interno. Juegas sin motivo alguno, simplemente porque lo disfrutas en el momento, sin ningún objetivo.

Por eso solo los niños pueden jugar realmente; cuanto más crecemos, menos capaces somos de jugar. Porque cada vez te propones más objetivos, más porqués, más «por qué voy a jugar»; tienes que conseguir algo, porque si no, no tiene sentido. El valor intrínseco no significa nada para ti. Solo los niños saben jugar, porque no piensan en el futuro. Saben vivir sin noción del tiempo, eternamente.

El trabajo es tiempo; el juego es eterno.

La meditación debe ser como el juego, sin un objetivo concreto. No debes meditar para conseguir algo, porque entonces no tiene sentido. No puedes meditar si andas buscando algo en la meditación. Solo puedes meditar si juegas, si disfrutas, si no buscas nada en la meditación, porque es maravillosa en sí misma.

La meditación porque sí... Entonces es eterna, y no surge el ego.

Sin deseos no puedes proyectarte al futuro; sin deseos no puedes tener expectativas, y sin deseos nunca te sentirás decepcionado. Sin deseos desaparece el tiempo... te trasladas de un momento de eternidad a otro momento de eternidad. No se da una sucesión... Y jamás preguntarás por qué no ocurre nada especial.

He de reconocer que aún no he llegado a desentrañar el misterio. El misterio se esconde en el juego mismo; el misterio consiste en no tener deseos, en no contar el tiempo. Y ser normal es el «objetivo», si se me permite utilizar este término. El objetivo consiste en ser normal.

Si puedes ser normal y corriente te liberarás, y para ti dejará de existir el samara, el mundo. Este mundo no es sino la lucha por ser algo extraordinario. Algunos lo intentan en la política, otros en la economía, otros en la religión, pero el deseo es siempre el mismo.

(Osho)

 

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